Colombia y sus postergados tiempos de cambio

Jueves, 02/06/2022 01:32 AM

"El tradicionalismo político colombiano, independientemente de las razones históricas que lo configuran, explicadas muy brevemente en este libro, ha tenido valiosos intérpretes, como José Hilario López, Benjamín Herrera, Uribe y Uribe, y el más arrogante de todos, Jorge Eliecer Gaitán, quien supo remozarlo e imprimirle una dinámica revolucionaria de ambiciosas perspectivas." 1

Los propósitos de cambio ostensibles en Colombia devienen en manifestaciones sociales que acostumbran a brillar de manera cíclica, cada determinada década o hasta centuria. Chispean y se dormitan, como esperando un momento para que nuevas situaciones y fenómenos los saquen de la paciente tregua y vuelvan a relumbrar. Hoy se pone de manifiesto la historia postergada, a raíz de los resultados electorales del pasado domingo 29 de mayo. El curso de la historia es persistente, estos eventos transformadores del acontecer social, cambian de fisonomía más no de alma, y cabalgan sobre el potro de las nuevas realidades trayendo consigo el propósito que una vez los originó, no importa cuánto tiempo pase. Alessandro Manzoni, el escritor italiano partidario de la Revolución Francesa, precisó tal aserción otorgándole a la historia una definición metafórica, considerándola "… como una ilustre guerra contra el tiempo, pues habiéndole los años arrebatado sus prisioneros, ya cadáveres, los hace volver a la vida, les pasa revista y los forma de nuevo para la batalla."

Desde 1886 y hasta 1930 los conservadores eran dueños del poder en Colombia, durante esa época se manifiestan cambios que riñen con los vestigios feudales de la época y trastocan las costumbres y tradiciones venidas desde los tiempos de la colonia. Los coletazos de la crisis económica de 1929 y 1930 exhibidas en las potencias industrializadas se evidencian en Colombia a través de una clase obrera incipiente, reflejo del carácter transformador de una economía de tipo semi-industrial que da paso a los centros urbanos, al desarrollo demográfico y por consiguiente a nuevas exigencias por parte de las mayorías. La interpretación que se da entonces desde el gobierno conservador a las huelgas en zonas industriales, como la petrolera en Barrancabermeja y las bananeras en el Magdalena, es la de la presencia de subversiones comunistas, siendo cruentamente reprimidas. Es así como el conservatismo sufre su primer revés y es desalojado del poder en 1930.

El liberalismo, es el nuevo inquilino del palacio gubernamental, habla de promover su gestión en favor de la estabilidad y continuidad del orden prevaleciente. Así las cosas, por las décadas de los 30 y 40, la necesaria implementación de la vigorosidad democrática y popular, así como el cambio de los vicios imperantes, se convierten en propuestas inaplazables que encuentran reiterados impedimentos. El reducto del pensamiento transformador de algunos líderes del liberalismo, que divide al partido y fomenta la estructura de corrientes de avanzada permite, a pesar de la prevalencia de la unidad "espiritual" del liberalismo, poner en el debate de la vida nacional la necesaria libertad, la tolerancia, la exposición de criterios y pareceres, propios de la democracia como sistema político.

Son los tiempos en que el discurso encendido y conmovedor de Jorge Eliecer Gaitán se deja oír a lo largo y ancho de la afligida nación. Gaitán se convierte en el intérprete de los graves problemas sociales que consternan a las masas desposeídas, su liderazgo creciente se expande por todos los espacios geográficos de una conciencia nacional excluida. Su discurso, abocado al urgente cambio se convierte en el secreto de su liderazgo y la razón de su muerte el 9 de abril de 1948, traspasada su humanidad por las balas de un sicario, ocasionando encendidas protestas en el país y uno de los más tristes acontecimientos acaecidos en la hermana república: "El Bogotazo".

Los sucesos del 9 de abril de 1948, crean una especie de estadio superior de la violencia, que progresivamente va tomando cuerpo en Colombia hasta nuestros días. Desde entonces, Colombia vive acontecimientos que parecieran la admonición del pensamiento y obra de Gaitán a sus verdugos. Su memoria se resiste a morir a pesar de haber transcurrido 74 años de tan paradójico acontecimiento.

Ni siquiera la creación del denominado Frente Nacional que cristalizó un pacto de alternabilidad en el poder de liberales y conservadores firmado en 1958, que trajo una relativa estabilidad para el establishment y la exclusión de cualquier otro movimiento en el mando presidencial ha podido revertir los males cada vez agudos, expresados en la vigencia de instituciones de la violencia incubadas en el paramilitarismo, los movimientos guerrilleros, el narcotráfico y los "falsos positivos". La violencia sedienta de sangre se ha engullido a miles de militantes de la Unión Patriótica, cobró la vida de candidatos presidenciales como Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo, Luis Carlos Galán y Carlos Pizarro, a editores como Guillermo Cano, director del Diario "El Espectador", de periodistas como Juan Gabriel Caro y magistrados como Carlos Enrique Valencia García.

La primera vuelta electoral del pasado domingo 29 coloca en las preferencias del electorado al senador Gustavo Petro, sin duda uno de los grandes artífices de la reconstrucción electoral de la izquierda. Su votación alcanzó más del 40% del electorado. Petro habrá de confrontar en su camino al Palacio de Nariño con un candidato inusual, Rodolfo Hernández, un millonario exalcalde de Bucaramanga de 73 años, convertido en la antípoda del tradicional liderazgo político colombiano, superando a Federico Gutiérrez candidato de la derecha tradicional, con lo cual se manifiesta una vez más la pospuesta tarea en favor de los cambios sociales.

Por supuesto que el triunfo de Petro, a pesar de su victoria en primera vuelta no está garantizado, Colombia va a vivir durante estas semanas hasta el 19 de junio una campaña electoral muy dinámica. Los detentadores del poder, mordieron por primera vez en Colombia el desagradable sabor de la derrota y ven en Rodolfo Hernández la tabla de salvación. Aunque Hernández insista en desvincularse de todo lo que huela a Uribismo y a la azarosa gestión de Iván Duque, administrador de un gobierno que pasará a la historia como incapaz de superar el descontento social, cuya manifestación estuvo evidenciada en las fuertes protestas de los años 2019 y 2020, las adhesiones de los sectores tradicionales pueden ocasionarle un resultado contraproducente. Hernández es el resultado de un rechazo al tradicionalismo y a los temores que los sectores más recalcitrantes han vertido contra la imagen de Petro, contra su pasado guerrillero y su pensamiento político. Los adversarios intentan palidecer la imagen de Petro como político experimentado, de pensamiento renovador, antítesis de una clase política y económica, gestora de las sociedades más desiguales del mundo y que se ha ganado la antipatía feroz de las mayorías. Petro es el resultado de una izquierda que durante los últimos 20 años ha logrado, lenta y tortuosamente, unificarse y crear una preponderante base electoral. Pero esa base electoral no es suficiente. Cabe mencionar que mucho de esa ansiedad de cambio en Colombia la sazona el momento histórico que vive América Latina, me refiero a la fuerte reacción contra el status quo político del momento, de ahí victorias como las de Gabriel Boric en Chile, Guillermo Lasso en Ecuador o Pedro Castillo en Perú, de lo cual se infiere que más allá de que la gente busque un modelo político, quiere un cambio.

Quien gane en Colombia el venidero 19 de junio deberá introducir cambios significativos en su gestión gubernamental. Cambios que comiencen a abonar la vieja deuda social con el pueblo colombiano, renovar la democracia, que procese con éxito los anhelos transformadores que subyacen en la conciencia de las mayorías; que sienta las necesidades colectivas y se identifique con ellas, sobre todo, que no represente o tengan intereses contrapuestos con esas necesidades.

Rodolfo Hernández, candidato de la Liga de Gobernantes Anticorrupción, encarna una paradoja, y es que a pesar de que su discurso se ha centrado en un único mensaje, luchar contra la corrupción, está acusado de presunta participación en hechos de corrupción. Su discurso altisonante reflejado en las simpatías por Adolfo Hitler, el menosprecio al papel de la mujer en la sociedad y la aporofobia, en un país con altos índices de pobreza, dista del aplomo y la cordura que debe tener un gobernante para afrontar con éxito los retos puestos de manifiesto.

Por su parte Gustavo Petro, abanderado de la Coalición Pacto Histórico, suma el respaldo de los factores de Centro que apoyaron a Sergio Fajardo en la Primera Vuelta, se trata de los sectores moderados de la sociedad colombiana que alcanzaron poco más de 800 mil votos (que hasta ahora lo miraban con desaire), sin duda un apoyo favorable que abre las compuertas para nuevas adhesiones más allá de la izquierda. Falta para Petro en esta nueva y dinámica fase de la campaña electoral ganarse el apoyo de sectores progresistas o de avanzada del liberalismo que juegan un gran papel en el quehacer político colombiano. Igualmente hacer énfasis, tanto el cómo su Comando, en un discurso inclusivo, prudente, sin retaliaciones ni presunciones y en favor de la unidad nacional, con respuestas convincentes a la presencia y actividad de los movimientos guerrilleros (que tanto miedo infunde en la población), que sin duda ha afectado el discurso y la reputación de la izquierda democrática; aun cuando vale poner de relieve, que como resultado de los acuerdos de paz, un gran conglomerado de la guerrilla ha asumido la vida política dentro de los canales propios de la democracia y el juego electoral, lo cual ha traído como consecuencia el auge de la violencia paramilitar en varias regiones del país. Se trata de un mensaje unificador que puede contrarrestar en gran medida la satanización de su imagen y las acusaciones de poseer una agenda anti política y anti sistema oculta. Con ello, Petro lograría movilizar un gran cúmulo de abstencionistas y alcanzar la victoria.

Por lo pronto, cabe señalar, que no se cuenta a estos momentos con una certeza sobre los resultados que arrojará la segunda vuelta. Lo que está claro hasta ahora, es la premisa que dejó sembrada en el corazón de la clase política y económica tradicional la jornada del pasado 29 de mayo, y es que el país pide a gritos un cambio.

Luis A. Bermúdez V. Gaitán ¡A la Carga! El Crimen que costó 300 mil muertos.P.14. Editorial Latina. 1era. Edición. Caracas, 1967.

Especial para Aporrea

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