Diario de una Cuarentena Capítulo 393

Debemos rescatar los valores ciudadanos, los valores morales (II)

Sábado, 04/06/2022 09:55 AM

A 811 días del inicio de la contingencia en la República Bolivariana de Venezuela producto de la pandemia global de la Covid 19, en la finalización de la semana 115 de esta contingencia, y siendo el sábado 04 de junio de 2022, continuo escribiendo estas líneas, con una profunda reflexión acerca de la situación de la sociedad venezolana.

En la edición de ayer, de manera involuntaria obvie recordar los 18 años del inicio de la campaña de Santa Inés, donde el Comandante Inolvidable, Hugo Chávez, aceptó pese a los cuestionado del modo como la oposición logró recabar las firmas para activar ese mecanismo constitucional, ir a un referendo revocatorio de su mandato, para probar ese mecanismo constitucional, previsto en el artículo 72 de nuestra Carta Magna. Con esa campaña, con la copla de Alberto Arvelo Torrealba “Florentino y el Diablo”, con las UVE y las patrullas, el 15 de agosto de 2004, Hugo Chávez, en un intento por revocar el mandato que el pueblo heroico de Venezuela le había dado, fue ratificado con no menos del 60% de los votos de los y las que participamos en dicha consulta.

Esto es parte del acervo histórico que debemos recordar.

Como también un día como hoy, es día de conmemoración de una tragedia histórica. Se conmemoran los 192 años de los balazos de Berruecos, los que acabaron con la vida del Abel de América, del sucesor de la obra de Bolívar, me refiero del infinito cumanés, Antonio José De Sucre.

Como el mismo padre Libertador lo expresó al enterarse de la infausta noticia: “La bala que mató a Sucre acabó con Colombia y con mi vida”. Quien sabe lo que hubiese ocurrido si al bajar el Libertador al sepulcro, Sucre aun hubiese vivido y de lo que hubiese hecho. Por eso, los enemigos de la Patria sabían muy bien a quien estaban asesinando.

Y es en ese sentido, que volviendo sobre la obra de Jiménez Emán, cuando uno rememora estos episodios, a alguna gente no le gusta porque piensan que son fastidiosos. De igual manera, como lo señala este excelso escritos, a nadie la gusta escuchar consejos, ni mucho menos lecciones que vengan a expresar o a decir que debe hacerse o como se debe actuar ante ciertas y determinadas circunstancias, pues cada quien es libre de actuar como desee, y a cada quien es libre de gustarlo o no el mundo o la vida que lleva. A lo sumo, la gente escucha sólo los consejos útiles para cocinar, hacer sillas, arreglar carros o artefactos domésticos, rebajar de peso, vestir bien o quitar arrugas. Pero en el momento de prestar atención de consejos para vivir (y sobre todo a la mayoría de nuestros y nuestras jóvenes), ignoran casi automáticamente a sus padres, tíos o abuelos, prefiriendo en todo caso escuchar al amigo o a un extraño, y esto es verdaderamente curioso. ¿Por qué no escuchan a quienes son más cercanos a ellos? Justamente por eso: porque se les parecen mucho y quieren ser diferentes.

Estamos en un momento en el que leer o educarse, la mayoría prefiere los libros de auto ayuda, horóscopos, revistas vistosas o de farándula, de autos, cine, televisión o internet, por lo que esto es desconcertante.

Otra desventaja en estos tiempos que hoy vivimos y para los que de alguna u otra manera nos interesa hablar sobre ética o moral, es que inmediatamente se nos tilda de “moralista”. Es un mote que se sobrelleva a duras penas. Para muchos y muchas, hablar del bien, la amistad o el respeto es convertirse en un ser pacato, lleno de prejuicios y complejos, y muchas veces considerado un tonto o un fastidioso o fastidiosa. Según cierta noción esnobista o vanguardista, hablar de moral es ser anticuado, anticuada, tradicionalista o conservador o conservadora. Y es precisamente esta enorme equivocación la que llevó a Jiménez Emán, y que me hace sumarme a ese esfuerzo, de plantear estos temas. La moral no es un asunto que se enseñe a través de un manual de normas y procedimientos ni de instrucciones; tampoco un tema para pasar por consejero o filósofo. La moral es algo que pertenece a la naturaleza del ser humano, solo o en sociedad.

Al principio del escrito hice algunas reflexiones que se vinculan con la patria. Esa de la que algunos y algunas se burlan cuando señalan: “No tenemos papel toalé, pero tenemos patria…”. Y para querer y respetar a nuestro país es necesario poseer un sentido de pertenencia a él, identificarse con sus gentes, sus paisajes y tradiciones. Si ello no se logra, entonces no lo comprenderemos nunca en conjunto; si no estudiamos su historia y descubrimos cuáles fueron, son y serán sus luchas. Por ejemplo, si no sabemos cuáles fueron los ideales de Simón Bolívar   y de los hombres y mujeres que lucharon en el siglo diecinueve por la independencia de Venezuela, es poco probable que podamos entender la situación actual. Si desconocemos que ocurrió durante los procesos de conquista y colonización en los siglos diecisiete y dieciocho, es muy difícil que comprendamos los siglos diecinueve y veinte. Por eso es tan necesario leer, pero sobre todo revisar la historia de Venezuela y discutir las ideas y proyectos de los hombres y mujeres que forjaron la patria y la nacionalidad.

Así como Bolívar, Sucre, Paéz, Mariño, Piar o Soublette, lucharon contra el yugo español con las armas en la mano, así también héroes civiles como Fermín Toro, Cecilio Acosta, Simón Rodríguez y Juan Vicente González forjaron nuestras leyes, educación, literatura y periodismo. Al entender el sentido de nuestras luchas, inmediatamente convertimos a la nación en patria, nos elevamos en su defensa y nos sentimos orgullosos y orgullosas; no permitiendo que la mancillen, la ofendan o la denigren; que le impongan modelos o formas de actuar, que la invadan o apliquen a la fuerza normas o medidas económicas o sociales. Jiménez Emán nos señala que este proceso se le conoce con el nombre de colonización ideológica, y a mi juicio es la peor de todas las colonizaciones que puedan existir.

Y estamos claros que uno de los peores daños a la patria es cuando se da una invasión armada a su territorio, el sometimiento por la fuerza por parte de otra nación y que constituye una violación a su soberanía y es un delito internacional, una violación de la moral de un país. Por eso es que en Venezuela contamos con un ejército, una fuerza armada que protege a nuestro territorio de este tipo de intervenciones. Siempre el uso de la fuerza debe ser el último recurso porque los países no estamos para pelearnos sino para dialogar y entendernos, para sostener relaciones positivas a través de la diplomacia, de acuerdos de cooperación que se firman entre naciones para obtener beneficios materiales, económicos, educativos y culturales, logrando intercambios fructíferos entre las partes.

La patria no es ninguna idea vaga o estúpida como algunos y algunas quieren hacer ver: el nacionalismo no debe ser entendido como un fanatismo excluyente, sino como un sentimiento de orgullosa pertenencia, que nos posibilita el diálogo con otras naciones. Justamente cuando Bolívar dijo: “Moral y luces son nuestras primeras necesidades”, estaba refiriéndose al tema de la ética como algo esencial.

Hay otro flagelo contra el que debemos luchar y no viene de desde afuera, sino desde adentro: se llama la corrupción. La corrupción se construye desde las complicidades en el poder, cuando algunos y algunas irresponsables se ponen de acuerdo para apropiarse de las arcas y hacer negocios a costa de todo un país, manipulando contratos con compañías, cobrando sobreprecios. Ello ocurre cuando hay muchísimo dinero de por medio, y pocas personas quieren enriquecerse rápidamente, sin trabajar. En un país rico materialmente y con poca planificación, esto se hace. Constituye un acto de deshonestidad y se ha venido sembrando en Venezuela desde  hace muchos años. Nuestro deber es luchar contra la corrupción administrativa, la cual conlleva a la corrupción moral. Cuando los Estados o gobiernos ostentan en su seno, la corrupción administrativa, ello estimula a los ciudadanos y ciudadanas a hacer lo mismo, a apropiarse de lo que no les pertenece y realizar negocios ilícitos: “Si los representantes del gobierno lo hacen, ¿por qué no nosotros?” se preguntan.

Las riquezas materiales de Venezuela no sólo sirven para echar adelante su economía, sino para hacer mejores ciudadanos y ciudadanas, habitantes de una sociedad civilizada. La ética forma parte sustantiva de estos ciudadanos y ciudadanas: ella es como una luz en el camino de la civilidad y la convivencia, es el espejo de nuestros valores…

                                                                                                                                 

¡Bolívar y Chávez viven y sus luchas y la Patria que nos legaron siguen!

¡Independencia y patria socialista!                                                          

¡Viviremos y Venceremos!

 

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