El Premio Nobel de la Paz para Nicolás Maduro Moros

Lunes, 27/06/2022 09:44 AM

El Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, hijo de Chávez, prócer viviente de la independencia económica nacional, de la autodeterminación de los pueblos del mundo, del mundo multipolar y presidente obrero, entre otros tantos y tantos atributos ciudadanos de poder, además de Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas Nacionales y novio-esposo de Cilita la bella, merece ser bendecido y laureado con el Premio Nobel, no sólo de la paz sino de economía y de literatura.

Pero déjenme justificar los méritos del candidato en cada renglón, a ver si al final del artículo estamos de acuerdo en algunas de las menciones.

EL PREMIO NOBEL DE LA PAZ.-

Nicolás Maduros Moros tiene hace mucho tiempo el récord Guinness como el presidente en ejercicio (vitalicio) que más ha pronunciado, explicado y demandado la palabra PAZ. Gracias a este cognomento, fonema o monema o cómo se le quiera denominar en el campo de la lingüística, el pueblo pasa hambre en paz, se acuesta y se levanta sin poder comer ni desayunar, en paz; se muere a mengua en los hospitales, en paz, esperando una ambulancia sin gasolina, en paz; o muere por falta de oxígeno en una centro de salud sucio, sin insumos, sin material de limpieza, ni gasas, inyectadoras, curitas o algodón, pero en absoluta paz. Luego el pueblo descansa en camposantos, bien muertos, por la ignominia, las enfermedades, el hambre y el olvido, en absoluta paz (con o sin Dios, según el caso de cada quien).

Gracias a Nicolás Maduros, desde 2014 los jubilados de las escuelas, liceos, universidades, policías, gobernaciones, ministerios, empresas básicas de Guayana (hierro, aluminio, metalurgia), Petróleos de Venezuela, Fogade, Cantv, Seniat, Saren, Saime, navieras, cementeras, petroquímica, o cualquiera otra empresa del sector público, vivimos en la indigencia; desnutridos, ojerosos y moribundos; esperando el pago de nuestras prestaciones sociales y pasivos laborales en paz; tablas salariales dignas, pero eso sí: sin necesidad de plantarnos frente a las puertas de Miraflores para echarle un tobo de caca (léase pupú, guate, excremento o mierda) al Presidente de la República, como quiso hacerlo por allá, en 1992, el poeta Tarek William Saab, según aparece en un poema de su libro El hacha de los santos. Cuando eran tiempos de la Cuarta República y ser revolucionario tenía otro matiz y corrían por la patria Los ríos de la ira.

Por mantener a un pueblo completamente rendido a sus pies, sin huelgas de hambre, sin huelgas indefinidas, sin marchas, sin cierres de centros educativos, ni quemas de cauchos, o usos de la ballena y las tanquetas con bombas lacrimógenas, por cuanto el pueblo mismo olvidó hace mucho tiempo cómo se hace una protesta de calle y cómo se presiona un gobierno de corruptos, canallas e incapaces a hacer las cosas bien; se merece Maduro el Nobel de la Paz.

Para nada importa gobernar con sentido de pertenencia, puesto que los bonos de la patria amordazan a todo el mundo y le meten la paz hasta el fondo del alma al ciudadano de a pie para que no arroje ni una mísera piedra de protesta o reclamo social. Sin embargo, en 2018 dije en un artículo que nuestros barrios reflejan un cuadro agónico de tristeza y frustración, tanto como en 1989 y 1992, y eso es una realidad inocultable. Que ninguna caridad presidencial y gubernamental alcanza para socorrer la pobreza crítica campante, y que la infancia y vejez manifiestan un triste cuadro de penurias. Que estamos condenados a nuestra propia extinción física y tal vez espiritual.

Yendo un poco más atrás, escribí el siguiente artículo: "La paz revolucionaria - Por: José Pérez" https://m.aporrea.org/ideologia/a183117.html

Si otros jerarcas llamados Barak Obama y Juan Manuel Santos merecieron el premio Nobel de la paz en 2009 y 2016, respectivamente, por asesinar niños, ancianos y civiles de todo orden con bombas o atentados selectivos, crímenes de lesa humanidad y demás perlas, Nicolás Maduro Moros no es la excepción. Antes lo ganaron también los presidentes gringos Theodore Roosevelt (en 1906), Woodrow Wilson (en 1920) y Jimmy Carter (en 2002), así como el vicepresidente Al Gore (2007). Y Donald Trump fue propuesto en 2020, pero el tiro salió por la culata, no así sus crímenes en el Medio Oriente.

En Venezuela, Nicolás Maduro Moros semana a semna nos mata el aburrimiento y la soledad con sus cadenas nacionales para darnos lecciones de ideología antiimperialista, anti neoliberalismo, anti oligarquía, anti globalización y todo eso; porque el mundo nuevo, éste que la patria potencia de Simón Bolívar llama Socialismo Siglo XXI, no necesita empleos dignos, ni hogares dignos, ni salarios dignos, ni cesta alimentaria completa ni nada de ese capitalismo salvaje. Sólo necesitamos paz y paz y paz.

De la paz vive el burro, dice un viejo adagio.

No importa si la demagogia se viste de rojo y rojito, y llena de mentiras y engaños al pueblo. Que el medio Petro a los empleados públicos salvará sus bolsillos, que el salario mínimo será el más alto de América Latina —aunque en realidad se convirtió en el más bajo del mundo por efecto del despilfarro, la corrupción en el gobierno y la irresponsabilidad del jefe de estado para gobernar—; que se pagará las prestaciones sociales atrasadas, que se dotarán los hospitales de insumos, que se darán créditos públicos para activar los tres motores de la economía (motor no sirve para nada, motor es pura coba y motor ustedes si son pendejos); entre otras perlas del bla bla que siempre termina en paz, paz y más paz.

Tampoco faltan el eslogan de postín: "Hasta la victoria siempre. Venceremos. Leales siempre. Traidores nunca"..

Dirían los españoles: "Me cago en la puta madre de…"

Nada de comprar comida, gas, cocinas, aires, ventiladores, lavadoras, camas, zapatos, colchones, ropa, medicinas, libros, carros, motos, bicicletas y demás estupideces consumistas. Que nuestros ancianos y niños anden por la calle a rastras, desnutridos, hambrientos, no tiene ningún valor, porque lo más importante es la paz, al lado de Cilita la bella y de los camaradas de la generación de oro (tan risueños y bien gorditos los muchachos-ministros, los muchachos-diputados, los muchachos-alcaldes); de los diputados jala pelotas, de los empresarios compinches, y todos ese ejército de milicianos que hacen la perfecta unión cívico-militar de la paz a cambio de una bolsita de comida que da para cagar una sola vez al mes.

Todo eso es paz, paz y más paz.

¿Qué otro país del mundo nos iguala? Ninguno.

Y no se diga más: Maduro se merece el premio nobel de la paz y punto. Méritos sobran.

EL PREMIO NOBEL DE ECONOMÍA.-

Presidentes, primeros ministros, emires, jeques, jefes de estado y demás mundillo del alto gobierno planetario está sorprendido con las impresionantes estrategias de Nicolás Maduro Moros para levantar una economía nacional bloqueada por el imperio, sin poder vender petróleo, sin producir nada, pero con un crecimiento impresionante.

¿¡Dios SANTO, cómo hace tales milagros¡?

Es muy sencillo.

La economía es una ciencia de números, de astucias, de estrategias, de muchas artes ocultas. Si por ejemplo no se puede sacar petróleo se saca oro, pero no se le dice a nadie a dónde va parar ese oro.

Si no se vende aluminio se vende coltán, níquel o thorium.

Sin embargo, el que mineral que está de moda, es el rodio, aunque dicen que lo explotan en absoluto secreto de Estado, por cuanto su valor se tasa siete veces más caro que el oro. Se dice que el gobierno ha vendido y sigue negociando varias toneladas de rodio extraídas del sector Hoja Lata-Casablanca-San Martín de Guayana, entre las coordenadas 6.933772 y -61.282068, mediante proceso de cianurización, lixiviación y evaporación, en la que tiene cabida la Operación Manos de Metal, con protagonismo de algunos alias mandados desde el mismo Palacio de Miraflores, como El Centauro y el Fidel; quienes se encargan de coordinar en dichas operaciones la logística necesaria (maquinarias, aviones, helicópteros y molinos de alta tecnología); entrando en juego el Complejo Industrial Manuel Piar, el Complejo Industrial Domingo Sifontes, el Camimpeg de los militares y la Corporación Venezolana de Minería, según informes secretos de la CIA y el FBI, que ya han incautado varios despachos de rodio desde Venezuela hacia Rusia, Turquía y China.

En Venezuela, si los billetes del país se devalúan, se eliminan doce, quince o cien ceros (los ceros inútiles que sean necesarios, porque se sabe a ciencia cierta que los ceros no engordan a nadie), y se imprimen billetes nuevos justificando que hay exceso de circulante, que la gente tiene demasiada plata encima, y resuelto el caso. En este país los billetes de los pobres sólo sirven para aumentar la basura. El bolívar dejó de ser fuerte para ser soberano, y dejó de ser soberano para ser inservible.

Como esto tampoco bastara, se inventa una criptomoneda, llamada Petro —por aquel adagio que dice "como Petro por su casa"—, y se respalda con cualquier cosa, desde cagarrutas de conejos y mojones de burro hasta petróleo, bauxita o conchas marinas, para después elevar los salarios de los trabajadores en Petros; y regalar Petros a diestra y siniestra, sin que nadie entienda realmente cómo se cocina eso. Adicionalmente se pone al ministro de educación superior, ciencia y tecnología Hugbel Roa a meterle Petro por los ojos a todo el mundo, llenando de bla bla al país, Después lo mandas a dormir para su casa por haber hecho el trabajo sucio y el personaje desaparece en el limbo.

Lo más importante es cobrar todos los impuestos fiscales, tanto municipales como nacionales y regionales; y cuanta suerte de tributos sean posibles, en la escala de la criptomoneda. De este modo, una simple multa de tránsito o la copia de algún documento oficial puede tener una valor de doscientos dólares —o lo que es lo mismo, siete u ocho salarios mínimos—, y eso le entra a la gente por el c… y ni se da cuenta. En el fondo, la idea es matar al puto dólar y al miserable euro como monedas imperialistas, aunque el pueblo las cargue en los bolsillos sustituyendo al bolívar inservible.

A los otros economistas bobos y estúpidos, además de ignorantes, que han ganado el premio Nobel de economía esto les parecerá una grandísima idiotez, pero así es que se gobierna, y así es como se levanta una economía socialista en pleno siglo veintiuno. El secreto lo tiene Nicolás Maduros Moros, un verdadero padre de la patria. Tan amoroso con el pueblo, con los pobres, con los jubilados, los ancianos desnutridos y los niños hambrientos.

Por la vía del Petro, toda la burocracia y el gasto público del Estado se sostiene, y nuestros ministros, gobernadores y jerarcas del PSUV viven boyantes; paseando en carros de lujo (Toyotas Tundra del año, 4Runner del años, Fourtuner del año, Hilux del año, etc.) con grandes fincas ganaderas, camiones, tractores, autobuses, yates de lujo, buenas amantes, buen escocés, guardaespaldas super armados, y paseos en aviones privados; dándose la gran vida.

El gobierno no tiene necesidad de recurrir a créditos públicos, deudas públicas, capital extranjero del Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo ni nada de esa paja unipolar imperialista de tipo capitalista, opresora de los pueblos, extractora de la materia prima de las naciones pobres.

La hiperinflación de Venezuela no surgió como consecuencia de los ladrones que desfalcaron a PDVSA 600.000 millones de dólares, ni de los gerentes de Mercal y Pdval que hicieron fortunas con los alimentos del pueblo; o de los ministros militares y civiles que gerenciaron y gerencian los programas y políticas alimenticias del país, sino que es una hiperinflacion inducida. Los norteamericanos y europeos deberían aprender esto de Venezuela, y decretar su elevado nivel de inflación como inducida. Con esta modalidad muy a la venezolana, otros gobiernos del mundo pueden aprender a lavarse las manos como Pilatos.

Por lo demás, la derecha parásita es la verdadera culpable de los desfalcos y la ruina venezolana, debido principalmente al empleo del Dólar Today para generar inflación. Claro, sin olvidar aquella famosa Ley de Costos Regulados, de 2017, que sólo sirvió para limpiarse el rabo. Los comerciantes chinos, que manejan una fuerte cadena de venta y distribución de alimentos en Venezuela, escondieron la comida (harinas, arroz, aceite, azúcar, etc.) y le mojaron las manos a policías y guardias nacionales a cambio de no hacerles nada, y todo fue paz y más paz. Cualquier extranjero usurero y hambreador del pueblo sólo tiene que bajarse de la mula con policías, militares y funcionarios de recaudación de impuestos, y resuelto el problema. El pueblo que se joda como, ya está acostumbrado.

En Venezuela los militares y sus cómplices sacaron toneladas de billetes nuevos desde el Banco Central de Venezuela para llevarlo para las minas de oro, y hacen lo propio con el material "chatarra" que extraen de la Faja Petrolífera del Orinoco; o el contrabando de alimentos, repuestos, cauchos, robos de carros, robo de ganado, secuestro de personas, etc. etc., y nadie ve nada, nadie acusa, nadie va preso.

Los fiscales del ministerio público y los jueces son verdaderos personajes en medio de esta trama. Cuanto tienes, cuanto te quito, hermano; pero tú no vas preso ni un sólo día, así te hayas robado un planeta completo. Los tribunales y fiscalías del estado Anzoátegui son verdaderos modelos en esta materia.

En el caso de Venezuela, no tiene importancia haber fomentado y financiado empresas y entrega de tierras productivas para donarlas a cooperativas corruptas que no sembraron ni un grano de arroz, no facturaron un solo producto de calidad ni pagaron créditos al Fondas o cualquiera otra entidad; o repartir créditos a las comunas y consejos productivos de Estado que cogieron los recursos para comprar dólares y largarse del país, tal como aprendieron del famoso "cupo para viajeros" que puso en sus manos tres mil dólares entre 2012 y 2015, sin sudar una sola gota de sudor para ganarse tremendo premio.

Este fue el germen de la diáspora. Seis millones de "perseguidos políticos" andan por Suramérica motivados por aquellos dólares de viajeros de Cadivi que el gobierno les regaló, pero la suerte no les ha sonreído como entonces.

Turistas venezolanos light se gastaron una fortuna en cualquier país vecino o europeo, porque el gobierno de Chávez dictaminó que había más de 65.000 millones de dólares en las reservas internacionales, y había que gastar ese dinero imperialista, a como diera lugar. Y Maduro estaba a su lado echándole leña al horno, porque era presidente de la Asamblea Nacional, Canciller o Vicepresidente de la República. Todo un personaje, pues. Aprendiendo para ser Presidente de la República y economista laureado en la tierra de Simón Bolívar.

Por todas esas cosas maravillosas que hemos vivido los venezolanos, tenemos esta economía boyante, modelo en el mundo. Aquí vivimos felices con dos dólares al mes. Con 25 dólares como salario mínimo o como pensión para los ancianos desnutridos y enfermos. Aquí los jubilados gozan de tablas salariales planas o tablas salariales Onapre, y comen con una limosna de Estado que el carnet de la patria les lanza de vez en cuando como se lanza a los perros un pinche hueso pelado. Economía pura, pues.

José Pérez y otros diez mil, veinte mil, ochenta mil jubilados públicos que esperan pago de prestaciones sociales desde 2014 hasta 2022, que coman piedra; que se vuelvan hipertensos, mueran de accidentes cerebrovasculares, infartos o simples arrecheras, porque esta revolución no va dar su brazo a torcer para pagarle nada a nadie. Si así lo hiciera el gobierno, entonces la economía dejaría de ser socialista y se convertiría en capitalista.

Sólo un genio de la economía como Nicolás Maduro Moros pudo resistir que le quitaran a Citgo, a Monómeros, las ochenta toneladas de oro y los mil millones de dólares en Europa (Inglaterra, Portugal, España), y le impidieran importar alimentos porque secuestraron y apresaron al muchacho de los mandados Alex Saab, y nos cayó el sabotaje, el bloqueo económico y las mil plagas de Egipto, pero todo eso pasó a la historia y fue superado con la mentalidad brillante de nuestro San Nicolás.

Todos esos perversos mecanismos desestabilizadores fueron neutralizados, incluido el espionaje, los sobrevuelos de aviones militares gringos y otras menudas campañas para subvertir el orden constitucional. Eso si:

Aquí nadie tiene derecho a tener su plata bien ganada, a menos que pertenezca a la conchupancia del gobierno. Léase alcaldes, gobernadores, protectores de estados y administradores, presidentes y gerentes de empresas públicas; ministros, altos funcionarios, generales, coroneles, almirantes, almirantas, jefes de guarniciones, Sodis y demás especies.

El sonado caso de Jhonnathan Marín, alcalde de Guanta en el estado Anzoátegui entre 2008 y 2017, es apenas un abrebocas. Este sólo recibió 3,8 millones de dólares por efecto de la corrupción, y ese pequeño monto es nada. En la revolución hay montones de Jhonnathan Marín vivitos y coleando. Eso no se pone en dudas, porque gracias a eso es que nuestra economía está echando para adelante.

Si no eres testaferro de alguien, no llores porque no te toca nada. Ese es el secreto mejor guardado de la "economía madurista". Por eso y otras perlas que no vienen al caso detallar, vamos a luchar, hermanos del mundo, para que el premio Nobel de economía se le otorgue en justa lides a Nicolás Maduro Moros. Si bien es un hombre que no fue a la escuela, no pisó una universidad, no obtuvo doctorado en nada, maneja con éxito la mejor economía del mundo. La economía sin crisis de Venezuela.

EL PREMIO NOBEL DE LITERATURA.-

Como es del conocimiento público, no es necesario haber publicado un libro de poesía, de ensayo, novela o estudios sesudos sobre algo, para merecer el premio Nobel de literatura. Después de Bob Dylan las puertas al Nobel de literatura están abiertas para tutirimundi. Maduro tiene méritos de sobra en este renglón. Todo en él es realismo mágico. García Márquez se le quedó pequeño. El Gabo sólo era un conejillo de Indias ante Super Bigote.

El héroe nacional de esa novela de terror llamada Venezuela se llama Super Bigote. Es el personaje que todo lo puede con sus súper poderes. Para lo único que no tiene poderes criptoníticos es para pagarnos las prestaciones sociales a los jubilados de las 47 universidades públicas del país. Para todo lo demás, Super Bigotes tiene poderes sobrenaturales. Nada puede derrotarlo. Nadie puede vencerlo. Desde su cuartel general, el CNE, todo es inmarcesible.

Ni atentados con drones o magnicidio, golpes de estado o comandos de la CIA; vigilancia con satélites o asesinos entrenados en Israel o Colombia, lo pueden destronar. Es un presidente vitalicio. Un personaje de la mejor novela latinoamericana, y para nada necesita erigirse dictador, como pregona esa derecha rancia y entreguista, porque es un presidente-pueblo, un presidente-obrero, y con eso basta. Que nadie se equivoque. La unión cívico-militar es infalible. Además, en la boliburguesía psuvista hay billetes a granel para lo que sea, con tal de no perder el poder. Ninguna elección popular conocerá la derrota hasta el año 3.500, Dios mediante. ¿Verdad Cilita? Por eso tiene quien le escriba. Hasta yo, un pobre profesor universitario jubilado, desdichado, resentido y desnutrido —que no tengo quien me pague mis prestaciones sociales desde hace seis años—, me veo obligado a escribirle.

Que unos pendejos estemos esperando que nos paguen nuestras prestaciones sociales desde 2014, 2015, 2016, 2017, 2018, 2019, 2019, 2020 no significa nada. La nariz de Maduro es mejor que la de Pinocho. En marzo de 2018 prometió pagar las prestaciones sociales, y hasta la fecha pagó una mísera locha. Luego, en marzo de 2022, repitió el libreto y prometió pagar diez mil bolívares, y tampoco se ha visto una locha. Pura ficción. De su boca, de su pluma, de su talento sólo sale realismo mágico, revolución pura, economía socialista exitosa. Todo para tener a un país feliz a fuerza de bonos de la patria.

De menudo Nicolás Maduro nos ilustra mandando a leer a Víctor Hugo y su clásica obra LOS MISERABLES, pero sin alusiones personales para ningún venezolano pobre, desnutrido, harapiento y enfermo de vejez o tristeza, porque eso sólo pasaba en la Cuarta República. Quien se lo tome a pecho sólo puede ser un estúpido oligarca, pitiyanqui, contrarrevolucionario, traidor de la patria. Una basura de la historia.

Muchos venezolanos ignorantes, incultos, que no saben gobernar un país para que viva en paz y absoluta felicidad, han aspirado al premio Nobel de literatura; y está bien que no se lo hayan otorgado. Entre otros, un tal Rufino Blanco Fombona (a quien Gómez le saboteó la postulación), Rómulo Gallegos (también saboteado), Arturo Uslar Pietri, Luis Britto García, Rafael Cadenas… para mencionar sólo algunos, pero esa gente no tenía méritos para el premio Nobel de literatura. Esa es la verdad. Nicolás Maduro Moros sí los tiene.

Como Alicia en el país de las maravillas, esta Venezuela de Maduro va seguir pujante en su ficción de desarrollo económico, como una verdadera potencia mundial, mientras haya Maduro para rato. Maduro vitalicio. Por lo tanto, dejémonos de rodeos y que se le otorgue a nuestro ilustre venezolano un premio Nobel triple. Que se convierta en un triple coronado —como se dice en el argot hípico—, con el Nobel de la paz, el Nobel de economía y el Nobel de literatura.

En lo sucesivo, quienes escriban pajas sobre Nicolás Maduro Moros tendrán que hacerlo por despecho o envidia. Y punto.

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