(LOS LIBROS A LA HOGUERA : VIEJA HISTORIA)
En mi modesta biblioteca, semi-dormido, la imaginé envuelta en una hoguera destruyendo palabras, ideas, nombres, conocimientos, datos; tal situación trágica me alarmó, puesto que se trataba de mis amigos, compañeros, que habitan en sus viviendas de papel, y que, aunque cada uno de ellos, se maneja en la diversidad, en sus contenidos, enfoques, contradicciones radicales, conviven pacíficamente con sus vecinos en las estanterías. En el medio de esta calamidad incendiaria llegué a pensar incluso, que ante tal peligro se produjese una estampida, y algunos chamuscados personajes, saliesen a las calles de la urbanización y otros se llegarían hasta el mismo pueblo ocasionando un dramático revuelo-literario …razones había para tal desvarío, afortunadamente desperté…
Nunca he visto una hoguera de libros, pero han existido, me viene a la memoria histórica el libricidio de la Biblioteca de Alejandria ( Siglo III, AC), que sigue siendo un duelo en la conciencia de los amantes del conocimiento. Y ahora, en este Siglo XXI, que reúne un inmenso patrimonio de la "inteligencia humana", que rompe los canones tradicionales y avanza sin pausa hacia la "inteligencia artificial", acabo de leer en Red Voltaire; que el ministerio ucraniano de Cultura y Política de la Información, ordenaron en mayo de este año, la destrucción de todos los libros publicados en Rusia, en lengua rusa o traducidos del ruso.
Según Oleksandra Koval, Directora del Instituto del Libro de Ucrania… se trata de garantizar la destrucción de 100 millones de libros que " divulgan el mal", esto se aplica a todos los clásicos de la literatura rusa: Pushkin, Tolstoi, Dostoievski…
A los 21 años Francisco de Miranda, aventajado estudiante de la Real y Pontificia Universidad de Caracas, llegó a Madrid, buen lector, y, en aquella atmósfera intelectual, impregnada de las ideas de la Ilustración, rápidamente lo impulsó a adquirir algunas publicaciones, pero esa extraña afición por "ciertos libros" de este criollo americano, no era bien vista por las estructuras políticas y religiosas, y el Santo Oficio, tomó debida nota de la exquisitez literaria de tal personaje.
El futuro precursor de la emancipación suramericana, cumplió con sus propósitos de formación militar y realizó diversas tareas para el gobierno monárquico en, España, Marruecos, Cuba y en Norteamérica; pero el Santo Oficio, ni olvida ni perdona, y esas inclinaciones literarias de "libros prohibidos", le costaría a Miranda, rigurosa persecución, de la que, afortunadamente pudo escapar, al ser protegido por Catalina la Grande, a quien por esas circunstancias de la vida y de la historia, conoció en el Palacio Imperial de Kiev. Y es, precisamente de esta ciudad en este siglo XXI, de donde casualmente nos llega la información de este libricidio, responsable del mal sueño que tuve.
De estas batallas contra los libros, desde el mundo antiguo a nuestros días se conocen numerosos episodios. En la década del 60 en Venezuela, el anticomunismo que nos azotó en el marco de la guerra Fría, sustituyó al antiguo Santo Oficio en la preservación de la pureza de las ideas, y del alma de la Democracia Occidental y Cristiana. En consecuencia se creó un aparato al que llamaron Digepol, que tenía entre otras las delicadas y arriesgadas funciones de acabar con los libros "Que divulgaban el mal".
En este período, este instrumento policial hizo infinidades de allanamientos a viviendas de supuestos subversivos, siendo los libros en muchos casos objetos claramente incriminatorios de gran interés para los protectores de la Democracia y la Libertad.
A raíz de la caída del gobierno de Pérez Giménez, y el establecimiento de un conjunto de libertades ciudadanas, en un mini-centro-comercial, en la esquina de la Bolsa se instaló la Librería Magrija , distribuidora de publicaciones de los países socialistas, al frente de ello , estaba el diligente amigo, Gelasio Faría, ese estratégico lugar del centro de Caracas, pasó a ser un verdadero espacio de oxigeno democrático, coordenada de encuentro cultural socialista.
Mientras tanto el mundo cambiaba, la Guerra Fría se tornaba intensa, y, el caramelo democrático venezolano se agotaba. El Estado socialdemócrata, fiel a la doctrina occidental dominante, y su estado mayor ideológico, preparaba una ruda batalla contra este bastión literario "antinacional" de la esquina de la Bolsa; ante la amenaza nada secreta, Gelasio pidió ayuda a sus amigos para tratar de salvar tan "peligrosos bienes", con parte de ellos fue posible establecer un local en un pasillo de la UCV, institución universitaria que durante algún tiempo preservó relativa autonomía.
En el salvamento libresco, hubo que jerarquizar y en ese sentido había que deshacerse de alguna publicaciones, tanto de viejas revistas y otras de interés menor, y parte de ellas fueron dejadas en un solar ubicado entre las esquinas de Desbarrancado y Puente El Guanábano, en la Pastora. Cerca de allí, vivía un popular personaje conocido como el "loco Sócrates", quien al pasar por allí, y al toparse con semejante "arsenal" rápidamente comenzó a acarrear para su vivienda, aquellas revistas de la prolífica URSS, de China y de todo el campo socialista y hasta algunas publicaciones de Editorial "Cantaclaro" incluyendo Tribuna Popular. Esta curiosidad literaria de Sócrates, le costó su apresamiento por la Digepol, acusado de posesión de literatura subversiva. Un éxito sin duda de los Templarios Caballeros de la pureza democrática.
Una hoguera de cien millones de libros, sería una crepitación sin comparación; concebida como "batalla" triunfal empequeñece a las contiendas formales históricas: Waterloo, Trafalgar, Stalingrado, Ayacucho, Carabobo…
Pero las iniciativas en estas batallas, contra las ideas no son solitarias, integran una vieja manera de concebir el mundo, como lo hemos señalado. En la década del 70 del siglo pasado, el Dramaturgo y escritor norteamericano, Arthur Miller, decía:
"Al menos que me equivoque, ningún régimen fascista de postguerra ha tomado el poder sin contar con la ayuda o aprobación implícita de los Estados Unidos. De hecho, los aliados pudieron haber puesto un alto a Hitler a mediados de los años treinta, en forma perfectamente legal, pero les pareció que era un baluarte contra los rojos".
Rafael Castro
LA REVOLUCION ES CULTURAL
…que despierte el leñador…