Mi primer encuentro con la realidad de la guerra, la muerte, lo tuve temprano. Se trataba de una emboscada al ejército. Nos situamos en una pequeña elevación de los márgenes de la carretera por donde se suponía pasaría el camión del ejército. Un grupo dispararía y otro grupo se lanzaría a la carretera a recuperar las armas y demás pertrechos, todos bajo las órdenes del sargento Picapiedra. Yo quedé cuidando los morrales; en rigor, no entraba en el combate que en pocos minutos se escenificaría, era el puesto más bajo en la escala de los combatientes. Desde esa posición tenía oportunidad de pensar, observar, meditar. Esperábamos con ansiedad la pasada del camión militar, el tiempo corría y la tensión aumentaba; lo confieso, yo estaba muy asustado, aterrado. La idea de matar, de morir, no me agradaba. En esos pensamientos me perdía cuando al sitio de la emboscada, allá abajo en la carretera, llegó una pareja de campesinos. El muchacho la cortejaba y ella se resistía: "Aquí no, es muy temprano, puede pasar alguien"; el galán insistía: "en la cuneta nadie nos ve, te deseo". Todo se oía con claridad en la columna que hacía fuerza por permanecer en silencio, sólo algunas señas. El muchacho llevó a la dama a la cuneta y comenzó el forcejeo, al fin se fundieron en uno y comenzó la danza del amor. En ese momento se oye el motor del camión militar que se acerca. Los amantes estaban en la línea de fuego, quedarían en medio del inminente combate. La emboscada se tensa, la disciplina se eleva, se espera la orden de fuego, la columna funcionará como una máquina. Abajo seguía su rumbo natural el amor, se oían los gorgoteos del placer, palabras de compromiso, el amor se manifestaba. Los militares se acercaban, se mezclaba el amor con el aroma de la muerte…
El camión entró en la zona de tiro, todos tenso esperando la orden del "Pica", el dedo ya en el gatillo. El amor llegaba al clímax, en el momento que el camión entró en la emboscada, allá abajo los amantes se elevaban al cielo, la vida tomaba su mayor sentido, era un instante de Revolución… el camión pasó de largo, la orden de fuego nunca se dio, el amor triunfó sobre la muerte. La guerrilla ese día, quizá sin que nadie lo pudiera verbalizar, aunque sí sentir en lo profundo, alcanzó niveles inéditos de humanismo, el amor social y el amor personal se fundieron en un solo éxtasis. Aquello no era una guerra convencional, no se trataba de eliminar al enemigo, era la búsqueda de algo más sublime… la Revolución necesaria, que resumía el amor del humano por la humanidad, el camino único hacia la felicidad de la especie, el encuentro con su destino, la recuperación de su puesto en la naturaleza. Así vivimos en la guerrilla, en fraternidad, éramos una isla de socialismo.
(este cuento, forma parte de un libro, no los hizo llegar alguien, y aquí lo ofrecemos como homenaje a un revolucionario que reafirma la fe en el ser humano)
¡CHÁVEZ VIVE EN EL RECUERDO DE IRACARA!