"Uno puede defenderse de los ataques; contra el elogio se está indefenso".
Sigmund Freud.
Ya no son influencers lo que vemos en las radios, y redes sociales que se originan en este estado oriental, de forma descarada hacia ciertos alcaldes, y el gobernador; de parte de funcionarios, y cuanto escribano de la mas baja ralea, que se venden por una sopa, lo que estamos viendo en Anzoátegui ya da asco. La jaladera de bolas de ciertos funcionarios de alcaldías, y gobernación hacia el jefe, se ha convertido en algo obsceno para obtener algún favor, bien o prebenda.
Se trata de una jaladera de escrotos, y vulvas, donde actúan a veces los mismos halagados con sus familiares mas cercanos, todo esto muy lejos de ser un halago sincero, que tiene como contrapartida la vanidad del adulado.
Esto lo han sacado del contexto político del ejercicio público, como una instancia de las más bajas relaciones sociales con la ciudadanía anzoatiguense, cosa esta muy estudiada desde la antigüedad, y muy acotadas en las obras de Shakespeare, Locke, Maquiavelo, y Hobbes entre otros. El jalabolismo rastrero confundido como información en las redes sociales, es uno de los riesgos más graves que enfrentan el gobernador, y los alcaldes en el ejercicio del poder en el estado Anzoátegui, pues los aduladores, parecen ya conocer, y saber cómo penetrar en la imaginación del gobernante, y manipular la voluntad del mismo. En estos aduladores de la más baja estofa hay mucha maldad, perversidad, perfidia, y saña.
La característica principal de estos jaletis hombres y mujeres, es el elogio excesivo o la expresión exagerada de admiración con fines estratégicos para conseguir $. Es decir, estos aduladores persiguen congraciarse con el adulado, para bajarlos de la mula, y así de tal manera conseguir beneficios propios, así los hundan en la Kaká.
Hoy este tipo de adulación lo han convertido en un trato indigno en sí mismo, pero muy ventajoso para quienes lo practican. Como regla general, la jaladera de bolas en la política, tiene su campo de acción donde quiera que alguien tenga algún tipo de poder, que en el bajo mundo politiquero se materializa en el comité de aplausos diarios por las redes sociales de la sarta de estupideces que expelen.
Mientras existan quienes le jalen los escrotos, y vulvas, al gobernante, y le silencien sus errores, existirá la posibilidad de que dicho gobernante se crea con el derecho a cometer todo tipo de abusos, y errores, incluso a no importarle las consecuencias de sus actos y mentiras. Los halagos satisfacen a quienes los reciben y bajan sus defensas hasta confundirse con las intenciones y veleidades de quienes los halagan. La adulación no existiría si no existiera quien la demanda, pero a diferencia del reconocimiento genuino de las virtudes de otros la jaladera de escrotos y vulvas, siempre tiene una agenda secreta. Está bien jalar, pero solo cuando al que se adula tiene el mérito, el impacto de ser y actuar; cuando se le reconocen sus valores, y sus virtudes, sus acciones, y resultados. Por lo tanto, en este caso, adular es una acción responsable, y delicada. Jalar bolas, y vulvas, a diestra y siniestra es un sin sentido en esta Venezuela en crisis del siglo XXI; Ahí es donde se abarata el criterio del adulador, su capacidad de discernimiento, y su supuesta sabiduría. Hoy dentro de este despelote informativo, con lenguajes soeces, escatológicos, y prostibularios de ciertos mandatarios por radio, tv, y redes sociales, sin que CONATEL tome medidas. Los que no andamos en esas chapucerías mediáticas, tenemos que ser objetivos, sinceros, cabales, y consecuentes con uno mismo para no caer en la adulación falsaria, y prostibularia a ciertos mandatarios regionales, y municipales. Un gobernante por definición debe ser bueno, eficaz, y eficiente, sin requerir ejercicios de aduladores, y buscar el reconocimiento de su pueblo, pero no el imaginario, sino el real. Digamos no a la jaladera extrema, y extensa de escrotos, y vulvas, y construyamos una sociedad basada en el reconocimiento sincero de los buenos gobernantes, y de los actores políticos.