"Agoniza el que vive luchando, luchando contra la vida misma y contra la muerte. Y lo que más le une a cada uno consigo mismo, lo que hace la unidad intima de nuestra vida, son nuestras discordias íntimas, las contradicciones interiores de nuestras discordias. Sólo se pone uno en paz consigo mismo. Y si esto es la vida física o corporal, la vida psíquica o espiritual es, a su vez, una lucha contra el eterno olvido. Y contra la Historia. Porque la Historia, que es el pensamiento de los hombres y mujeres, carece de última finalidad humana, camina al olvido, a la inconciencia. Y todo el esfuerzo del hombre y la mujer es dar finalidad humana a la Historia".
Hay que luchar, y luchar de veras, y buscar sobre la lucha, la solidaridad que a los combatientes une. Se entienden mucho mejor las personas y los pueblos, y están más cerca de llegar a un cordial acuerdo, cuando luchan leal y sinceramente entre sí. Y es indudable que harían un grandísimo servicio a la causa del progreso de Venezuela, a la de su cultura, y se lo harían muy grande a sí mismos, sí mostrasen su oposición a todo lo que les repugna en el modo de ser de los otros y procurara su concepción y su sentimiento de la vida.
Y aquí entra el examinar que la oposición, tienen de censurable. Lo malo de ellos es su carácter de egoísmo y de cobardía. En vez de ser defensivos debían hacerse ofensivos.
Pero hay que sacrificar el pueblo a la nación, hay que darle carácter e individualidad histórica para que viva en la cultura. ¡Horrible es esa especie de suicidio moral del pueblo en aras de la colectividad! Pretender sacrificar al pueblo, ¿no es pura idolatría pagana acaso? ¿No es una crueldad turbar la calma de los sencillos, y turbarla por una idea? No la hay, por grande que sea, que valga la paz interior de un pueblo, la verdadera paz, la plenitud del idiotismo. El enredar a los hombres en la lucha por la vida histórica de la nación, ¿no los distrae y aparta de luchar por su propia vida eterna?
A todas horas oímos hablar del juicio de la posteridad, del fallo de la Historia, de la realización de nuestro destino (¿cuál?), de la misión histórica de nuestra nación. La Historia lo llena todo; vivimos esclavos del tiempo. El pueblo, en tanto, la bendita grey de los idiotas, soñando su vida por debajo de la Historia, anuda la oscura cadena de sus existencias en el seno de la eternidad. En los campos en que fue Munda, ignorante de su recuerdo histórico, echa la siesta el oscuro pastor.
"No hay porvenir; nunca hay porvenir. Eso que llaman el porvenir es una de las más grandes mentiras. El verdadero porvenir es hoy. ¿Qué será de nosotros mañana? ¡No hay mañana! ¿Qué es de nosotros hoy, ahora? Esta es la única cuestión".
Y todo el esfuerzo del hombre y la mujer es dar finalidad humana a la Historia, finalidad sobrehumana, que diría Nietzsche, que fue el gran soñador del absurdo: el cristianismo social.
¡La verdad! "…Ya no se engaña a nadie, y la masa de la especie humana, leyendo en los ojos del pensador, le pregunta sin ambages si en el fondo no es triste la verdad", escribía E. Renán.
¡La Lucha sigue!