En un análisis sobre los primeros colonos llegados a la Villa de San Cristóbal, podemos detallar, que para 1561 muy pocos eran originarios o nacidos en España. La mayoría de ellos o casi todos eran hombres nacidos en América. En su totalidad, hijos de soldados procedentes de Europa, en cruce, con nuestras indígenas americanas. Soldados provenientes de los estratos sociales más pobres o con muy modestos o ningún bien en España, o, a los que no les alcanzaba el trigo para darle a sus familias, o a los que ya sus vestidos no escondían su miseria, o los que la incertidumbre por falta de leña les volvía locos, esos fueron los escapados hacia América. Por más que pase el tiempo, los escapados siempre tendremos las mismas ropas.
Llegados a América, los destrapados de España se propusieron a fundar Villas, Aldeas, Barrios, teniendo como azimut: el oro, la imposición de la fe católica, con un cristo occidental inmisericorde que les permitía tierra para sus comodidades, comodidades hasta ahora negadas.
En la fundación de San Cristóbal, el Fray Pedro Aguado, cita: "En 1561, juntaron entre soldados extravagantes y vezinos de Pamplona hasta treinta y cinco hombres, con los cuales el Capitán Juan de Maldonado salió de Pamplona y atravesando Qúcuta y la loma verde de la guacavara, fue a ver y descubrir el valle de Cania., final de la gran planicie de la cárcava de Los Andes, o abra de los andes, llamado así de sus propios naturales, el cual por antigua o gran noticia que del se thenia, creyeron los españoles, entre sus malas confesiones, que fuese alguna gran poblazón y de muchos naturales"
En la página 18 del libro "La Grita" de Castillo Lara se cita. "De Pamplona la generatriz, partió otra vez la expedición fundadora. A su frente el Capitán Don Juan de Maldonado, con once vecinos y ocho soldados".
Fueran veinte o treinta y cinco mujeres y hombres los que vinieron por primera vez al valle, con independencia si fue un día más o un día menos el momento en que ellos y ellas llegaron, se trata de abordar en el presente relato, los nombres de los primeros colonizadores que ocuparon el Valle de Cania, Las Auyamas, De Santiago, La Villa de San Cristóbal, o como bien pudo llamarse y, cuyos sustantivos, muchos guardamos aún como apellidos. Al final de cuentas, gracias a la visión de estos hombres y mujeres, España pudo lograr su cometido y nuestro caminar huele a ese pasado.
Antes de 1940, se establecía una clara diferencia de apellidos locales, que caracterizaba a cada población; a La Grita de Lobatera y estas, de San Cristóbal y San Antonio, pero luego lueguito, las carreteras y la diáspora de las aldeas y Europa, sufridas entre 1945 y principios de 1960, modificó radicalmente el paisaje social
Si somos meticulosos y revisamos las referencias de Chiossone, 1983; Ferrero Tamayo, 1983; Castillo 1986-1997, González 1997 y Amado 1999, podremos citar entre los primeros habitantes de la Villa de San Cristóbal o posibles soldados fundadores provenientes desde Pamplona, a: 1) Juan Maldonado de Ordoñez, 2) Rodrigo del Río, 3) Fray Antón Descames, 4) Juan Camacho, 5) Pedro de Anguieta, 6) Alonso Álvarez de Zamora, 7) Manuel Fernández, 8) Juan de la Torres, 9) Cristóbal Vivas,10) Dionisio Velasco, 11) Aparicio Hernán Martín Peñuela ,12) Alonso Martín Cortés, 13) Pedro de Salazar, 14) Rodrigo de Parada, 15) Pedro Gonzalo de Vega. 16) Juan Francisco 17) Hernando Lorenzo Salomón, 18) Diego Colmenares, 19) Felipe Agüero, 20) Contreras, 24) Pedro Gómez de Orozco, 25) Alonso Carrillo, 26) Luis Sánchez, 27) Gonzalo Rodríguez, 28) Miguel Lorenzo, 29) Juan Martín de Albercón, 30) Nicolás Nieto, 31). Francisco Chacón, 32) Sancho Baracaldo, 33) Alonso del Valle, 34) Camero, 35) Martín Guillen, 36) Nicolás de Palencia, 37) Luis de Salinas. 38) Alonso de los Hoyos, 39) Francisco de Triana.
Con ellos, caminaban errabundos aborígenes y negros, con sus casas a cuestas, una estera como cobijo y un dios en el pecho, seres, que de hombres pasaban a ser cosas. De seguro eran cientos, pero la historia no menciona a Gocere, Rutiqueya, Becuare u otros, el resultado final, eran unos hombres tratados como bestias, sin alma, en donde no cabía Dios, por lo que sus nombres era lo menos que importaba; "seres sin alma", era la metáfora para explotarlos.
En estos treinta nueve apellidos españoles, en estos sustantivos y, en cientos de nombres indígenas cambiados y borrados por el bautismo, que no son citados por la historia, en estos ‘‘Personajes olvidados’’, se posa la ciudad. Fueran estos españoles, indígenas, negros o mestizos, ello no parece importarle hoy a la ciudad de San Cristóbal.
Como era de esperarse, los sectores aristocráticos españoles no participaron en las expediciones indianas, fue a los segundones fijosdalgos, marginados de las ciudades españolas, a quienes les correspondió la misión de la conquista. Por ello, su objeto básico no era construir fincas para la agricultura, ni labrar la tierra, su primacía era buscar minas de oro, mercadear lo que producían nuestros indígenas, ocupar tierras, aumentar sus labranzas, crear villas y ciudades, todo en base a la mano de obra esclava indígena, de los seres sin alma.
Al final de cuentas nuestros primeros colonizadores; con rasgos de hombres de barba negra nazarena, ojos oscuros y hundidos, de origen árabe y ancestro de andaluza estirpe,
no eran agricultores, ni artesanos, ni cirujanos, ni orfebres, ni pintores, ni campesinos ricos, eran hombres pobres que, por haber estado al servicio de los señores feudales, no habían soñado con hacer cosas distintas, por lo que se les hizo fácil hacerse soldados, espalderos de la desventura humana, para seguir haciendo nada y poder así escapar de la miseria. Ningún poseedor de saberes se montaba en una Nao o Carabela, ya que lo que hacían les alcanzaba para recomprar leña y tejer sus ropas y. menos en un 1500, en donde España se sentía y era la nación más poderosa de la tierra.
Los conquistadores o invasores solo eran soldados, seres sin identidad, marginados de la sociedad española, nunca habían tenido un mínimo poder, la iglesia los ungió de ello e investidos por la providencia, se tomaron en serio su paranoia de poder, y la utilizaron en sus trescientos años de conquista; hoy se repiten esos males. Estos entendieron el momento y sus conflictos como parte natural del ser humano, se concibieron como seres provenientes de la voluntad de Dios y esencia de éste y allí tomaron fuerzas para cumplir y repetir en imagen natural, las atrocidades que cuentan las historias sagradas, historias sagradas que me permitía leer mi tía Ernestina, en libros roídos por el tiempo.
Con estas características, con esta semilla de gente y de apellidos empezaron a poblarse los caminos del Táchira. En una dinámica de encomiendas se le fue dando a cada soldado o algunos soldados, tierras y aborígenes, hasta que el valle fue fracturado en su virginidad, domado, violado, tanto en su naturaleza como en la de sus naturales.