Nota: Este trabajo que ofrezco en dos partes, es el primer capítulo de uno de mis tantos libros que, algún día, alguien pudiera publicar, titulado "Venezuela entrando en siglo XXI. De lo mesiánico". La primera parte del título, lo de los "venezolanos cómo que hemos sido unos pendejos", no forma parte del original. Sólo la incorporé ahora para hacerle más atractivo.
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Parte I
Los venezolanos, sobre todo aquellos que hemos sentido el deseo y la tentación de cambiar el mundo, pareciéramos habernos formado en un sentimiento mesiánico. Lo digo así, por las dudas que pudiera generar en otros esta idea; realmente no por mí. Bolívar y los libertadores todos, sobre todo aquellos que se sintieron ganados por éste para la idea de construir eso que llaman la "Patria Grande", pudieran haber sido los pioneros de ese sentimiento de grandeza y hasta bondad que nos embarga. Ese mismo que al decir de un amigo, consiste en creernos "hermanos entrañables" de todos los pueblos y la gente que habita este continente, "pero", como agrega, "donde los únicos hermanos somos nosotros". Por supuesto, pude haber empezado por Miranda, pero pese a este llamamos el "Precursor", creo que en verdad este asunto empezó con Bolívar, cuando aparte de replantear el objetivo mirandino de la gran patria, supo definir los motivos para asumir aquel gesto tan audaz e inmenso.
Todo pudiera haber empezado, me circunscribo a lo mesiánico, por la herencia española y el cantar de Gesta, como el Mío Cid y los cruzados. Pero también en Bolívar con sus lecturas de la épica griega y las actuaciones de Filipo II y su hijo Alejandro Magno. Por eso dijo que "el Istmo de Panamá pudiera ser para nosotros lo que el de Corinto para los griegos". Fue un sueño de grandeza del caraqueño inmortal quien nunca se circunscribió a pensar en la independencia de Venezuela y alguno que otro territorio cercano para definir fronteras seguras, como el Dr. Juan Rodríguez Francia, quien cerró las de Paraguay y se dedicó a la implementación de un proyecto autárquico. No, él pensó como aquellos, en la grandeza y el rebasar las fronteras. Ligó su destino, el de su pueblo y espacio todo al del resto de lo que llamó "antes colonias españolas". Claro en ello había mucho de racionalidad, la independencia de Caracas estaba sujeta, en primer término, a la de los "otros países", para decirlo en su propio lenguaje, que conformaban la Capitanía General de Venezuela o lo que es lo mismo, el resto de las provincias. Pero también a la de "aquellos" con los cuales conformaría la Gran Colombia y luego intentaría vincular mediante la convocatoria del "congreso Anfictiónico de Panamá". La anfictionía misma la asumiría Bolívar de la historia Griega.
Por esa grandeza o quizás espíritu mesiánico, los libertadores venezolanos, desde los tiempos de Miranda mismo, se plantearon nuestra independencia como una gesta continental. El chileno Bernardo O´Higgins fue un entusiasta alumno del Precursor. Y así, sin todavía haber alcanzado concretar la independencia de Venezuela, sus más preclaros hijos e insignes estrategas militares se desparramaron por Suramérica a concretar el sueño en tierras "hermanas". Anzoátegui, el insigne barcelonés y el joven general Antonio José de Sucre, inmortal hijo de Cumaná, por sólo mencionar dos, dejaron todavía a sus pequeñas patrias combatiendo por la independencia y se fueron a conquistar ésta para otras tierras allá, muy lejos. Ninguno de los dos tuvo la dicha de volver a su tierra a ver, abrazar y festejar con los suyos y menos de haberse sentido seguros que ella hubiese alcanzado esa tan ansiada y soñada libertad; pues los sueños iban mucho más lejos de eso. Bolívar llegó hasta intentar plantar una república independiente en el territorio de La Florida, entonces colonia española, que llamó República de Fernandina, para hostigar a las fuerzas navales españolas y facilitar la invasión a Cuba también con fines independentistas. Para nuestros padres libertadores, América meridional era la gran patria y ellos se sentían llamados a independizarla.
Pero no podemos dejar atrás la lucha del pueblo indígena. Más de doscientos años tuvo que invertir el español para conquistar un territorio poblado por gente indómita, que hizo de su estado tribal, de recolectores, cazadores y nómadas, una fortaleza para hacer la conquista más difícil, como
obligar al conquistador dominar tribu por tribu y poco tiempo después tener que volver sobre las mismas que se sublevaban apenas se medio descuidaba. Lo que parecía ser una debilidad, la dispersión y el poco crecimiento cultural en comparación con las poblaciones del sur y centro América y México, se volvió una fortaleza que hizo al español pasar demasiadas dificultades y años hasta creer haber logrado la pacificación del territorio. Lo que fue sólo un creer porque la guerra de independencia fue un retornar de aquellas fuerzas indeclinables. Si en algún caso o espacio es valedero decir que se combatió metro a metro, cuando la conquista, ese sería en este territorio nuestro, como lo sería luego en la etapa de la independencia. Tanto que hasta sus propios hijos sintieron el llamado de la tierra y las costumbres que se incorporaron a cada uno de ellos por los genes hasta horadar todos los espacios y llegar a la conciencia. Y luego vinieron los puertos colocados de cara al Caribe, activos para enviar todo cuanto se producía y recibir lo que se necesitaba, que dejaron entrar las ideas por montones y hasta darle sustento intelectual a aquella rebeldía que estaba escondida en las selvas, montañas, en cada casa colonial, escuela, esquina y en cada muchacho que esta tierra pisaba. Y como Bolívar, Anzoátegui y Sucre, aquí nacieron Simón Rodríguez y Andrés Bello y no por azar sino por las ideas que llegaban por los puertos, unas legalmente y otras a escondidas, que terminaron encontrándose con la rebeldía ancestral. Los dos caraqueños se atrevieron a proponer y encabezar grandes hazañas en lo que se formaron. Rodríguez, nuestro Robinson, desde una escuela humilde de Caracas concibió un modelo educativo y estrategias pedagógicas que en su tiempo tuvieron mucho de mesianismo, de sueño, tanto que todavía ellas huelen a frescura; Rodríguez llegó a discrepar y hasta rechazar con propuestas pedagógicas originales y descolonizadoras teorías y prácticas tenidas como novedosas y modernas en EEUU y Europa; porque Rodríguez, desde el primer momento enfrentó con altura y talento eso que ahora llamamos descolonización. Bello, el poeta de "Silva a la Zona Tórrida", que constituyó un también atrevido canto, un llamado a volver la mirada sobre nuestro fecundo y exquisito espacio donde la vida sonreía y además se atrevió a elaborar una gramática para el hablar distinto a como se hacía allá en la España Castellana y la otra, porque España era diversa, que fue una manera de identificarnos y diferenciarnos. ¡Y eso es de lo bueno del mesianismo!
La teoría revolucionaria habla del internacionalismo proletario y llama a la clase obrera del mundo a unirse en las luchas por la independencia y la construcción de una sociedad universal solidaria. Pero los partidos "de la clase obrera", dentro y fuera de gobierno alguno, no han sido capaces de plantearse esa gesta con la solidaridad y bondad que le imprimió El Libertador y los patriotas venezolanos. La experiencia de la URSS y los países del Este de Europa, no llegaron al nivel de la bondad, desprendimiento y capacidad de sacrificio, más el dar que el recibir o esperar, que prevaleció en el intento de construir la Gran Patria Suramericana.