Y oyendo las turbas se asombraron de su doctrina

Viernes, 02/09/2022 10:16 AM

—"Con el desengañado del próximo fin del mundo y del comienzo del reino de Dios sobre la Tierra, murió para con los cristianos la Historia. Si es que los primitivos cristianos, los evangélicos, los que oían y seguían a Jesús, tenían el sentido y el sentimiento de la Historia. Conocían acaso a Isaías, a Jeremías, pero estos profetas nada tenían del espíritu de un Tucídides".

"Recordemos que, hace más de 500 años, tres hombres solamente han fundado sobre la Grutli una confederación sin la cual nosotros no habríamos tenido un rincón de tierra para plantar la bandera de nuestra Asociación. Para nosotros también llegará el día en que los mensajeros de la grata nueva gritarán de valle en valle: ¡Hermanos, levantaos, el gran día ha llegado! Nuestros hijos recordarán que en septiembre de 1866, en Ginebra, nosotros hemos puesto mano a la obra de la liberación de la humanidad".

"Pequeña pradera de Suiza, sobre el lago de los Cuatro Cantones, célebre por el legendario Guillermo Tell, personaje poético que simboliza la lucha contra los ocupantes de su país".

—Los Trabajadores: Denuncian, con una confirmación irrefutable de la Historia, dónde estaban y dónde han estado siempre, hasta nuestros días, los elementos de perturbación del movimiento obrero y los enemigos de la unidad. De ahí el enorme esfuerzo de Marx por dotar al proletariado de una conciencia de clase, de hacerle consciente de su propia fuerza; de señalarle que su misión histórica era alcanzar el poder político y transformarse en clase dominante. Estos pensamientos fundamentales de Marx, sobre los que se ha levantado el movimiento obrero auténticamente revolucionario,, encontraba en el primer Congreso de la Internacional la oposición de los representantes de las doctrinas de los reformadores, de los utopistas.

El problema de la jornada de trabajo fue uno de los más discutidos. La posición de los trabajadores era de protesta por la jornada de ocho horas. La única potencia social del lado de los obreros es su masa. Sin embargo, la potencia de la masa está rota por la desunión. La dispersión de los obreros está engendrada y mantenida por su rivalidad inevitable. Los sindicatos han nacido primero de tentativas espontáneas de obreros por suprimir, o a lo menos limitar, esa rivalidad, por arrancar condiciones de trabajo establecidas por contratos situándolos, por lo menos, por encima de la condición de simples esclavos.

Por eso, el objetivo inmediato se ha limitado a las reivindicaciones de todos los días, a los medios de defensa contra las usurpaciones incesantes del capital, en una palabra, a las cuestiones de sueldos y de tiempo de trabajo. Esta actividad de los sindicatos no es solamente legitima, sino necesaria. No nos podríamos dispensar de ella en tanto subsista el modo actual de producción. Por el contrario, es preciso generalizarla creando sindicatos y uniendo éstos en todos los países.

Hasta hoy, los sindicatos han visto de una manera demasiado exclusiva las luchas locales e inmediatas contra el capital. Todavía visto sus posibilidades de fuerza ofensiva contra el sistema de esclavitud de los salarios y contra el modo de producción actual. Por eso se han quedado demasiado aparte de los movimientos sociales y políticos generales. En estos últimos tiempos, sin embargo, parecen adquirir conciencia de su gran tarea histórica, como se puede inferir, por ejemplo, de su participación al movimiento político y social.

Si nuestra definición del Estado es exacta, su papel debe limitarse a recibir los impulsos de sus mandatarios, a ejecutar su voluntad, a representar sus intereses, a permanecer en guardia del pacto social, a registrar las convenciones particulares sin que, en ningún caso, pueda por su propia iniciativa o voluntad privada impedir el ejercicio de los derechos que tiene por misión hacer respetar. Para dar a nuestro pensamiento una forma más precisa, diremos que el estado es la gerencia social; no tiene puntos de intereses distintos a la sociedad porque no tiene ni vida ni existencia propia. Con relación a la nación es un signo, una abstracción…

Que la paz, primera condición del bienestar general, debe ser, a su vez, consolidada por un nuevo orden de cosas que imposibilite en la sociedad la existencia de dos clases, explotada la una por la otra…

¡La lucha sigue!

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