Qué fácil es para mentes soeces injuriar, ofensas que lleven a hechos donde se pueda ir a mayores porque se exponga al escarnio público al adversario ideológico. Insulto cobarde porque no me están viendo y uso seudónimo, no saben quién soy y solo ofendo atentando contra la dignidad del cuestionado, sin considerar si es injusto el reclamo o la mención escogida, se siembra falta de credibilidad en alguien y salvo en política no es aceptable, se multiplican las descalificaciones y mientras más fuertes más llamativas, mediante uso bastardo de las redes.
Ha llegado a tal bajeza la forma de injuriar, que un periodista colombiano ralentizó, es decir puso más lento el discurso del Presidente Gustavo Petro pronunciado en la ONU, y muy cara e´tabla como periodista, afirmó que el jefe de estado colombiano estaba borracho, el comunicador social supongo no debe ser objeto de reconocimiento por su detritus de pensamiento, servil ficha de los expresidentes Uribe, Santos y Duque de quienes se espera cuestionen la acción injuriosa, PETRO respondió enviando su discurso original a internet y desnudó la asquerosidad del periodista derechista fascista.
Dedico parte de mi actividad analítica a la política desde hace muchos años, habré incurrido en lo que pueda considerar alguien injuria, mis opiniones son a personas dedicadas a vivir como políticos, no lo hago por maldad contra quienes por lo general descubro en sus acciones contra el pueblo pobre, comportamiento de electos o designados que en sus cargos dan la espalda a los más necesitados, como si el colectivo sin fortuna fuese mapurite o zorrillo de su hábitat escapado.
Preparar un vilipendio es típico de delincuentes de pensamiento por muy honorable que sea su oficio o profesión, cada quien sabrá a conciencia si tiene o no razón en su coctel de malevolencia en acción. Vi en la TV nuestra, en momentos de enfrentamientos graves, a hermosas periodistas que en Radio Caracas Televisión con su cuerpo frente a la pantalla tapaban a los chavistas en los debates, mandaban a quitarles el audio y su lenguaje gestual no las favorecía ni por su hermosura en conducta lastimosa.
Por muchos desaires que reciban de la colectividad, el deber político es cuidar su comportamiento y evitar enfrentamientos en vivo o grabados. Envalentonarse ante los comunicadores puede ser arriesgado y en esta larga vida de entrevistador por radio, recuerdo un diputado regional en Aragua quien me dijo que si tanto los adversaba por qué no hacía política, mi reacción inmediata fue que me sentía comunicador exitoso y le inquirí si él reclutaba militantes porque no estaba satisfecho de los políticos de oficio, todavía me acuerdo lo balbuceante en su respuesta, conclusiones a las que fui tolerante sin debatirle.
En varios países gobernados se están planteando fórmulas parlamentarias para impedir que, escudándose en la libertad de expresión en la prensa y en las redes sociales se deje de vilipendiar impunemente, debate internacional muy interesante, por las excusas de cada quien y de cada medio, intereses muchas veces con el pecado de prestarse más a sus intereses que protestarle a sus comunicadores, exigiéndoles actuar en consonancia a la debida ética profesional y personal del periodista.