Nota: Este artículo lo escribí y publiqué en agosto del 2017. Lo repongo por la noticia inesperada, que entre el gobierno de EEUU y el de Venezuela, han acordado un intercambio de prisioneros que envuelve a los dos hermanos o primos Flores, por un pequeño grupo de norteamericanos detenidos, procesados y sentenciados por asuntos relacionados con Citgo, lo que podría tener esto último, pese los cargos, una explicación ajena a la justicia y respeto a los derechos de la gente, derivado del conflicto entre EEUU y Venezuela, particularmente por nuestra empresa residenciada en el país del norte.
Pero a los hermanos o primos Flores, EEUU les detuvo ilegalmente en Haití, pues estaban en territorio donde no prevalece su autoridad ni derecho a tales procedimientos, les trasladaron a EEUU y allá les acusaron de tráfico de drogas y aplicaron sentencia firme. No se habló que en el momento de la detención tuviesen encima o en avión donde viajaban pruebas inherentes a la acusación. Lo que en principio resaltó fue el abuso de la policía estadounidense, al detener a unos viajeros en un país distinto, irrespetando la autoridad de este.
De donde uno le asombra ahora esta determinación, pues siendo EEUU el país que ellos dicen ser, resulta difícil de entender que, en un intercambio de prisioneros, se incluya a quienes, según ellos, cometieron delitos que corresponden a los llamados comunes como el tráfico de drogas, que son de mucha gravedad y además al margen de la moral generalizada. Tanto que se habló, no sé exactamente si eso decidieron los tribunales respectivos, de condena perpetua.
Por lo que, en principio, en este momento, pensamos, aquellas acusaciones contra los Flores, no tuvieron fundamento, lo que no es nada extraño en la justicia norteamericana; fue eso una invención derivada de la confrontación política y una demostración de la baja calidad moral de la política y "justicia" estadounidense y nos lleva a entender las razones que movieron a Jorge Rodríguez intentar inmiscuirse e inmiscuir al Estado venezolano en un asunto que lucía inapropiado.
Es decir, luce demasiado inmoral para nosotros y los norteamericanos, incluyendo su sistema de justicia, un intercambio de tal naturaleza. Además, tal asunto parece dejar muy mal parada la cacareada independencia del Poder Judicial de USA.
Por estas conclusiones, repongo el artículo del cual dije fue publicado en el 2017. También quiero llamar la atención al lector, como en esa oportunidad, como siempre procuro hacerlo, mantuve el equilibrio que demanda la sensatez.
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En una oportunidad discrepé del hecho que Jorge Rodríguez, Alcalde de Caracas y alto dirigente del Psuv, apareciese en televisión y en una comparecencia en nombre de su partido, como vocero o defensor de los hermanos Flores, los jóvenes que están siendo juzgados en Estados Unidos y para quienes, según el último reporte periodístico, la Fiscalía de Nueva York pide cadena perpetua. Cuestioné además la morbosa intención de muchos medios y factores políticos de valerse de aquel hecho público, supuesta responsabilidad de quienes en él aparecen envueltos, personas mayores de edad y dueños de sus actos, para de alguna manera afectar la imagen de la señora Cilia Flores, por el hecho de ser la esposa del presidente de la República. Aunque independientemente de esto, es cuestionable siempre se intente usar acontecimientos como esos para dañar a otras personas relacionadas con el o los autores, por cualquier vínculo, sólo por odio o interés subalterno.
Cuando cuestioné a Rodríguez, dije que ellos, los jóvenes Flores, aparecían señalados como autores de un delito común, en el cual la nación venezolana no era parte alguna, tampoco el gobierno y menos aún actuaban ellos como militantes del partido en el cumplimiento de tareas asignadas por el mismo dentro de las reglas legales. Dije que si ellos eran inocentes de aquellas acusaciones deberían ser los familiares, amigos, quienes a través de los mecanismos propios del caso, como sus abogados, quienes adelantasen su defensa y reclamasen a lo que tenían y tienen derecho. Rodríguez, si optaba por aquello, debía despojarse de la representación de la que estaba ungido. Inmiscuir al gobierno, la nación y al partido en aquel asunto lucía inapropiado, pese se tenga fe de su inocencia, porque implicaba el riesgo de involucrar a esas instancias en un asunto que, por las formas, tiene todas las características de ser ajeno a ellas y deben serlo. De haber un delito o no era sólo responsabilidad y de exclusiva incumbencia de los hermanos Flores. Y, es más, la justicia de EEUU sólo estaba acusándolos a ellos y no instancia alguna de la nación y Estado venezolano. Por el asunto mismo lucía inapropiado, poco político y hasta ético, que factores de alto nivel del oficialismo apareciesen envueltos en aquella disputa o proceso judicial. Eso se prestaba para la suspicacia y la imaginación morbosa.
Cuestioné a quienes insistían en relacionar a la señora Flores, sólo por ser tía de aquellos jóvenes, porque eso lució por demás injusto e inmoral, pues el proceso que se les sigue a, en el supuesto que sean responsables de lo que se les imputa, sólo se limita estrictamente a ellos. La responsabilidad delictual es estrictamente personal y no tiene absolutamente nada que ver con la familia. Precisamente, en estos tiempos, se está hablando de los delitos de odio y cuando por el delito cometido por alguien se pretende involucrar a la familia u otro cualquiera por razones políticas, como se trata el caso que comentamos, se procede movido por el odio, la mala fe.
Si los hermanos Flores, volvemos a decirlo, cometieron el o los delitos de los cuales se les acusan, es asunto que solo compete a ellos y nadie más. El tribunal que los juzga, por algo, de hallarlos responsables, los sancionará a ellos y no a la familia.
Hacemos este comentario porque nos ha irritado volver a leer en medios informativos, como a los hermanos no solo Flores se les menciona en base al vínculo que les ata a la señora Flores por lo que se les agrega el mote de "los sobrinos", siendo esta una manera subliminal, no por ello nada inteligente, de apuntar indelicada y hasta de manera irrespetuosa a la esposa del presidente de la república.
Es posible, uno quiere creer todavía que así sea, que algunos quienes así proceden o titulan, lo hagan de buena fe, por facilismo, acríticamente, sin ánimo de herir a quienes no se debe porque, según el derecho y la justicia, hasta se pruebe lo contrario, no tiene responsabilidad alguna en un delito en el que aparecen responsables dos personas específicas. Que sería esa una manera como mecánica, simplista, siguiendo el camino fácil para llegar a los lectores, conectar rápidamente con ellos o a estos atrapar. Pero debe quedar claro que eso no debería hacerse por respeto a la condición humana y porque la política, por lo menos para muchos, sigue siendo y debe seguir siendo una actividad sujeta al respeto de los valores morales, la dignidad y los derechos de la gente, tal como el ejercicio del periodismo.
No debería hacerlo, porque quien no la debe no la teme, pero debo recordar lo que dije al principio, cuestioné a Rodríguez por envolver, aunque fuese de la mejor buena fe, en la defensa de los hermanos Flores, acusados, con razón o sin ella, de un delito común, al Estado, la Nación y hasta al Psuv, lo que debió dejar clara mi posición al respecto. Ahora cuando cuestiono a los medios usar la expresión "los sobrinos", aunque no con mala intención, sino pudiera ser por un error de esos que los viejos periodistas acusaban a los "duendrs de los talleres", no lo hago porque me sienta obligado a defender a la señora Flores en su condición de primera dama, sino sencillamente porque soy como político, que no sé bien si lo soy, porque poco me parezco a la mayoría de ellos, un hidalgo, un caballero andante, que saldría a defender a quien bien se lo merezca y esto envuelve a quienes se les trata injustamente, hasta con malas mañas, sin importar cómo se llame y cuáles sean sus opiniones. Pudiera tratarse de alguien en las antípodas de mis concepciones filosóficas, políticas y hasta mis habituales formas de abordarlas. Aun así, que en cierta medida pudiera ser este el caso, diría lo mismo.
Insistir en el uso de la expresión "los sobrinos", cuando se trata de dos jóvenes que ahora juzgan en EEUU por el delito de contrabando de narcóticos, es promover el odio y envolver en un delito, de exclusiva responsabilidad de quienes lo cometieron, a terceras personas por el hecho de defender causas de las cuales no se simpatiza. La prensa honesta, respetuosa, debería revisar esas conductas y erradicarlas del ejercicio, no es necesario que haya una Ley contra eso, cuando hablamos de gente civilizada, en el cabal sentido de la palabra, respetuosa de la gente y las buenas costumbres. FIN
Nota anexa: Tal acuerdo, el relativo al intercambio, desprestigia más la diplomacia y la justicia norteamericana, pues ¿cómo entender que siendo los Flores, personajes de mucho peso e influencia en el contrabando de drogas, como para pedir para ellos condena perpetua, el gobierno de EEUU acceda a intercambiarlos por unos detenidos suyos en Venezuela vinculados a la empresa Citgo, por la cual ambos gobiernos están en pugna particular y podrían liberar en una negociación relacionada con la empresa misma? Sólo se me ocurre pensar que lo relativo a los Flores fue sólo un montaje para los fines ahora en evidencia.