EEUU-OTAN-UCRANIA Vs. Rusia. ¿A cuál te anotas, compañero? Recordando "la guerra espacial"

Sábado, 08/10/2022 06:33 AM

Una buen cantidad de estudiantes de aquel liceo exigente, de alto nivel y hasta excluyente, pero quizás por lo mismo, aunque él no tuviese la culpa, que no la tenía, sino por la vida y el modelo que transfería la mayor parte del ingreso petrolero a las clases parasitarias, que fue el Antonio José de Sucre de Cumaná, particularmente quienes estábamos ya entre 4to y 5to. años, todas las noches acudíamos al Parque Ayacucho, con los implementos respectivos para estudiar, porque la evaluación era constante, lo que incluía, en muchos casos, una pequeña silla de extensión plegable. Dentro de las caminatas o pasillos del interior del parque, abundante en plantas decorativas, rodeado con una relativamente alta reja metálica, que sólo se despejaba o estaba abierta en las esquinas, había abundantes bancos también metálicos donde se sentaban quienes no llevaban sillas y quienes sí, en buena cantidad. Quienes allí creían no tener espacio, el que se reducía, dado que había quienes tenían por hábito al estudiar leer en voz alta, se sentaban a lo largo de la muralla que entrampaba al río, la que estaba del lado del Parque, en la parroquia San Francisco, que era larga y muy alumbrada. Los bancos del parque y la muralla del río servían de asiento a quienes no tenían sillas.

Entre nosotros había una notable división, pues buena cantidad pertenecía a grupos sociales de buenos ingresos familiares. Una insignificante minoría a sectores muy pobres, universo al cual yo pertenecía. Los "asomaos", como yo, proveníamos de eso que ahora suelen llamar barrios, aunque más bien parecían aldeas; pues eran en gran parte casuchas con techo de palma de coco y piso de tierra apenas aplanado, sólo con una pila pública para abastecerse del agua necesaria, donde los postes no tenían luz, dentro de los ranchos era muy escasa, lo que nos obligaba a llegarnos a aquel parque a estudiar.

Eso sí. Aparte de las diferencias que, se notaban a leguas, por el vestir, todos éramos buenos amigos; pues nos unía ser muchachos, dichosos, que habían alcanzado la codiciada meta de estudiar en aquella institución. Los alumnos malos, que les raspaban con frecuencia, si tenían recursos terminaban en un colegio privado de poco prestigio; sólo uno de estos había para el bachillerato y sólo hasta segundo año. En ese tiempo la matrícula escolar pública, pese era baja en relación a la población existente, era dominante en exceso, como por la calidad del proceso de aprendizaje.

Los docentes, venezolanos y una buena cantidad extranjeros eran de un bastante elevado nivel intelectual y destreza pedagógica. Quizás otra diferencia más notable entre nosotros, es que la mayoría vivían en buenas casas en el centro de la ciudad, el área colonial y aquella parte que se estaba desplazando a las quintas recién construidas en el camino hacia Caigûire, donde se construyó una "moderna" avenida bautizada con el nombre del Mariscal. Nombre que también adoptó la nueva urbanización.

Eran los tiempos cuando se había iniciado aquella como competencia, entre soviéticos y americanos, consistente en el lanzamiento de cohetes dentro y fuera del espacio sideral. Años antes que la perra Laika y Yuri Gagarin, ambos soviéticos, hubiesen viajado tan lejos y dado vueltas alrededor del planeta tierra a bordo de aquellas naves.

Tales ensayos, intentos "atrevidos", de lo que nos informaba casi exclusivamente el diario El Nacional, diario que leíamos como religiosamente, entre las 10 y 9 de la mañana, cuando comenzaba a circular por la ciudad, habiendo llegado de Caracas o en horas del mediodía, sin necesidad de comprarlo, en lo que entonces se llamaba el "Salón de Lectura Guzmán Blanco", nos dividieron en dos grupos. El de quienes apostábamos a los soviéticos y el de los partidarios de los estadounidenses. Era esa nuestra actitud frente a la "Guerra Fría".

En aquella división había de los dos lotes sociales a los cuales pertenecíamos y ahora no recuerdo con exactitud qué nos motivaba estar de un lado o el otro. Poco tiempo después lo supimos o mejor entendimos lo que en el mundo, desde el pequeño nuestro, hasta los límites más lejanos, acontecía y cada quien asumió su rol de acuerdo a lo que más en él influyó, de los tantos motivos que en eso incide. Cada uno es una historia. Y entonces hubo un reagrupamiento, muchos se fueron para el lado contrario; eso sí, la repartición fue pareja, en cuanto que de los del nivel social más alto, se quedaron o vinieron al grupo de quienes seguíamos simpatizando en aquella competencia a los soviéticos y también, pobres y de buena posición, de nuestro bando se pasaron al otro.

No obstante, si sé que lo determinante no era apoyar a los soviéticos, siendo ese un universo y modelo totalmente desconocido para nosotros, sino saber bastante de lo que significaba la política norteamericana, su injerencismo, el bajo concepto que nosotros teníamos sobre ella y, sobre todo, la influencia y advertencia de Bolívar.

Pero en nuestro caso, éramos jóvenes entre los 12 y 16 años cuando mucho. Es decir, nuestra lucha era una especie de historia inventada por el cine, con mucho de aquello de villanos y bandidos, Robín Hood, hasta El Vengador Errante, una novela radial que creo fue escrita por Félix B. Caignet o, para decirlo más sencillamente, entre buenos y malos. Sólo que cada bando se creía así mismo bueno y malo al otro. Eso no niega lo que dije antes, Bolívar y la Carta de Jamaica.

Por esas diferencias manteníamos constantes discusiones que no iban más allá de lo que el diario decía, la inocente imaginación nuestra y deseo de ganarle el debate al contrario o contrarios. Eso sí, eso no pasaba de allí. Al término de aquellas discusiones, puesto fin al "recreo" o descanso al estudio, todos volvíamos a nuestra responsabilidad y formábamos grupos y círculos sin atender a nuestras simples simpatías, con poco fundamento y llenas de emotividad, como tampoco al origen social. Cada quien se acercaba a quien le convenía en lo que correspondía al aprendizaje.

Aquel infantil cuadro se me reaparece, como un estudiar la pintura de Goya al revés, al leer acerca de lo qué y cómo, factores opuestos, en la Venezuela de hoy, abordan el conflicto "EE UU-OTAN-Ucrania frente a Rusia. Un rollo donde hasta buena parte de los europeos, incluyendo gente de gobierno, están como corredor entre primera y segunda y hasta con los calzoncillos en las manos, por los efectos que hasta ahora eso ha producido en sus economías y ante la perspectiva que el futuro sea más contundente.

Europa toda tiembla por lo que pudiera suceder sin hablar que se corre el riesgo se desate en ese espacio una guerra, pero no aquella conocida como II Guerra Mundial, una de fusiles, ametralladoras, pistolas y granadas, sino una con armas nucleares de alto poder destructivo. Todavía los japoneses no se reponen de los daños materiales, físicos y mentales que produjeron aquellas dos bombas atómicas caídas sobre Hiroshima y Nagasaki.

Y buena parte de los venezolanos que ven aquello como desde lejos y en la actitud de quien presencia un juego de fútbol o béisbol, en el cual hasta hacen apuestas y llegan a liarse en insultos y golpes, como suelen hacerlo los civilizados europeos partidarios de los equipos que se enfrentan.

Cuando en la adolescencia, en tiempos de la "Guerra Fría", apostábamos y hasta "hinchábamos", por soviéticos y gringos; lo hacíamos en función de los esfuerzos y proezas en materia tecnológica que ambos factores exhibían en una competencia pacífica, pero con la intención de dejar sentado ante el mundo sus poderes y "derechos".

El conflicto de ahora tiene todas las características de uno entre potencias, donde de un lado, EEUU ejerce el mando y del otro Rusia. Claro, alguien pudiera decir sin dejar de tener fundamentos que llegado el caso, sin ir a los extremos, y eso hay que defender y apostar, EEUU termine por reconocer los reclamos y actitud defensiva de Rusia, que no la cerque la OTAN, llevaría a otra meta, el reconocimiento del pluralismo y el desecho de las ideas hegemónicas del capitalismo estadounidense. Y en esto estoy plenamente de acuerdo.

Pero otra cosa es sentirse uno obligado hasta a meterse en el medio de ese conflicto, casi como formando parte de él y deseando se amplíe, profundice y radicalice, hasta llegar al uso de las armas nucleares. Pasando por alto lo que somos y donde estamos. Que nuestro armamento y recursos nos hacen presa fácil.

No sé si es pertinente o no decir que en pelea de gigantes o fieras no se meten en el medio los débiles porque tienen mucho que perder y poco cómo protegerse y menos defenderse. Pero si sé que, ese conflicto hay que asumirlo con la debida discreción. Y hasta desear que, en lo inmediato, se resuelva en favor de la humanidad.

Siquiera en aquellos tiempos de mi casi adolescencia, asumíamos aquella disputa como niños y amigos.

 

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