Donde no hay una intensa vida política, la cultura es flotante, carece de raíces

Domingo, 09/10/2022 09:14 PM

Es torpeza, la de querer trazar a la política un campo restringido. La política no es una especialidad; la política es una forma de concebir, plantear y resolver todo problema. La política es una envolvente de todo problema. La política es una envolvente de todo problema público. Hay política económica, política religiosa, política sanitaria, política cultural, las grandes cuestiones humanas en una democracia.

Puede sostenerse que fue la políticas lo que hizo la eternas grandeza de Atenas y de toda Grecia, y que la filosofía de Platón, la lírica de Píndaro, la trágica de Esquilo, la historia de Tucídides, por no decir nada de la elocuencia de Demóstenes, se debió a la política. Las democracias griegas fueron, ante todo y sobre todo, escuelas de política, como lo fueron las repúblicas italianas. Donde el pueblo se desinteresa de la política, decaen ciencias, artes y hasta industrias.

Lo cual no quiere decir, que se deje absorber por entero de cierta agitación política sin contenido doctrina. Y aún de esta agitación acabará por surgir doctrina.

Lo que sí ocurre es que en los períodos de intensa fiebre política parece como que las artes, las ciencias, la cultura, todo sufre un eclipse o un retardo. Los espíritus absortos en esas candentes luchas parecen desinteresarse de los demás problemas de la vida y la cultura. Pero éstas trabajan por dentro, y trabajan a la agitación política.

La lucha entre el capital y el trabajo es una guerra, exactamente como la otra guerra, y en principio de "antes morir que rendirse" puede resultar dañosísimo en una guerra, por muy heroico que nos parezca. El rendir una plaza no es humillación nunca.

Una huelga no es ni más ni menos que un regateo, y un patrono inteligente que no tenga oscurecido el entendimiento por las nieblas del orgullo de que se elevó acaso desde el más bajo puesto, calcula los perjuicios que la huelga puede irrogarle, capitaliza el beneficio que los obreros pueden arrancarle con sus exigencias y ve si le conviene ceder. "Usted, ¿por qué se mete se mete donde no le llaman?" He aquí que se oyen a menudo, y que reflejan la quinta esencia del antipoliticismo.

Sí, a todos nos debe importar de todo, y las luchas económicas son luchas políticas que a todos atañen. Un conflicto entre un patrono y sus obreros no es pleito privado, es un pleito público. Su solución repercute sobre la economía social toda.

Y sólo haciendo políticas estas luchas es como se las hace regulares, organizadas, legales, civilizadas, en fin. El socialismo es y debe ser política. Y la abstención del Estado en estas luchas es una vieja doctrina manchesteriana que apenas hay quien se atreve a propugnar.

"¡Libertad de contratación!", claman. Y es como si uno dijese: "Que nos dejen libres, que nadie se entremeta; él tiene; él tiene, como yo, sus brazos libres para luchar." Cierto, tiene libres sus brazos; pero tienen los pies.

Mientras la tierra no sea de propiedad comunal; mientras haya quienes, adondequiera que vayan, tengan que pisar tierra ajena y no encuentren propia sino aquella que les tengan que dar de sepultura luego que hayan muerto; mientras tanto no se puede hablar de libertad de contratación.

¡La Lucha sigue!

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