A propósito del 12 de Octubre

A paso redoblado ante la estatua de Cristóbal Colón

Miércoles, 12/10/2022 07:50 AM

Con este humeante pocillo de café entre mis manos, y hasta donde me alcanzan los recuerdos: -"Mijo, póngase la mejor ropita y limpie bien los zapatos que vamos para el desfile"-, a través de estos años de mi existencia no he dejado de pensar, cuando por allá, durante la década del sesenta (60) del siglo que antecedió, mi difunto padre solía levantarme tempranito, tal día como hoy, para llevarme a ver las marchas militares que se efectuaban en el paseo Colón (Hoy plaza de la resistencia indígena). A paso redoblado pasaban los impertérritos cadetes, -narraba el maestro de ceremonia-, rindiéndoles honores al monumento del genovés; éste en su mutismo se retrotraía en el tiempo ante todo aquel homenaje. Era algo así como los griegos que veneraban a sus esfinges; cualquier ofensa podía ser un sacrilegio. Se escuchaba los aplausos por doquier entre la multitud; y yo, impúber aún, no comprendía todo aquello e imitando como el mono, también aplaudía, cosa que me desviaba la atención de las chucherías que mi progenitor me compraba. Sólo escuchaba pronunciar a las personas mayores que circundaban el espacio, que un señor Cristóbal, de apellido Colón, nos había descubierto (aún continuaba sin comprender). Vale agregar que en esa época este escribidor cursaba la educación primaria y precisamente allí, también me enseñaron que un europeo llegó con unos personajes barbudos en tres barquitos de madera y que fueron recibidos por una ingenuidad de habitantes, casi desnudos, que le rendían cándidas pleitesías, a cambio de alguna baratija que traían los europeos por las prendas de oro que poseían aquéllos. El embrión de la viveza criolla: La astucia predominante sobre la honestidad; sin incluir en el combo, las correteaderas detrás de las indefensas, huidizas y lozanas féminas aborígenes, después de que los marineros pasaban varios meses de navegación para poder llegar a tierra firme. Al menos así lo relatan las fuentes.

Toda persona tiene derecho a conocer su historia, de lo contrario, sería como un animalito silvestre por ahí, como veleta sin dirección. Desde mi ángulo de observación, pienso que cada cual le da una interpretación distinta, no hay verdad absoluta. En este sentido, a uno van cambiándole los paradigmas en la medida que ha de nutrirse con lecturas, estudios e investigaciones, que en cierta medida, se dirigen a la realidad de lo que en otrora sucedió. Relatos escritos, unos por los vencedores, otros por los vencidos; y en esa dialéctica va navegando la historia; sobre éstos se consigue abundante literatura hasta lanzar para el techo. Odiseas que significaron cambios, nuevos hábitos de vida en el aspecto económico, social, político y cultural, entre otros. Como es bien sabido, por Raymundo y todo el mundo, este acontecimiento es conocido en diferentes regiones latinas como: "El descubrimiento", "El encuentro de dos mundos", "Día de la raza", "Día de la Resistencia Indígena". Considero que este último es el que más encaja, no por complacencia, sino porque las fuentes escritas nos lo señalan de esta manera, sin menoscabo de cómo lo denominen en otros países latinoamericanos. Allá ellos con sus maneras de matar las pulgas.

Asentar aquí en estas meras reflexiones, los desafueros y las atrocidades que se cometieron en aquellas situaciones, sería como echarle más fuego a la candela, no obstante, no hay que desentenderse que al intentar los indios protegerse o resistir se expusieron de seguidas a unas violentas expediciones represivas, so pretexto de unos abiertos y destructores conflictos de conquistas. A mi modo de ver, por otro lado hay que reconocer que la vida europea nos trajo intercambios de culturas, un fiel mestizaje y un sinfín de cosas bondadosas, del cual no escapamos en la contemporaneidad. A mi modo de ver, lo que no perdona la historia, es como ese eurocentrismo se subsumió en crueles e insanos maltratos contra los nativos de estas regiones; aunado a ello, el pillaje despiadado de nuestras riquezas naturales. Los mismos que nos impusieron preceptos de que robar era una maldad, fueron los mismos que nos robaron sin piedad. ¡Paradojas de la vida, no! Tenían aquellos opresores en su mundo jurídico un compendio de leyes y reglamentos que se aplicó a estas tierras, a sus libres y ambiciosas pretensiones, parafraseando a una añeja amistad: -"El que paga el mariachi, escoge la música"-. Si bien es cierto que el refrán no vaya al caso, no es menos cierto que el europeo acomodó la legislación a su favor, dejando a nuestros ancestros atados de manos y de pie, también. Unas que otras leyes, decretos y reglamentos que pulularon para favorecer a los indios, sin embargo, en la práctica no tuvieron ninguna eficacia, o fueron ejecutadas a troche y moche. No importa que usted sienta empatía por la derecha o por la izquierda; lo importante es saber que hubo un gran ensañamiento de los opresores hacia los oprimidos, iniquidad que dejó huellas para abrir los surcos de la resistencia indígena.

Pretender satanizar todo aquello, quizá deje una huella de egoísmo y de resentimientos colectivos, sin embargo, no fue una época de perfección ni de bondad. El resto de la historia la conoce la humanidad. En este 12 de Octubre que nos acompaña hoy, la resistencia no ha dejado de claudicar. Son tantas las luchas sociales, económicas, culturales, políticas, entre otras, que permanecen vigentes para lograr mayor bienestar entre los pueblos latinoamericanos. Seguir a pasos avasallantes sin desmemoriar su historia. Nuevos personajes, nuevas circunstancias nos acobijan, pero el hombre, -considero-, siempre ha tenido la necesidad de inmiscuirse en el pasado para comprender un poco las horas que le corresponde vivir, y para no volver a repetirlos, para no chocar dos veces con la misma pared. No pensar que fue un acontecimiento que emergió en 1492 y que todo quedó allí, donde unos eran los buenos y otros los malos, creo que es un memoricidio. No, el desafío continúa, las nuevas generaciones harán también su propia historia. La descolonización tiene que ir ganando espacios, contextos genuinos. Crear nuestros propios escenarios, tenemos con qué, nuestra geografía es única y nuestros recursos en abundancia. Los latinoamericanos, con nuestras diferencias regionales, debemos de acrecentar los lazos de unión, cooperación, cortesía recíproca internacional y presentar una plataforma de resistencia ante todo aquello que pretenda desunirnos; aunque parezca una quimera, no obstante, no hay que morir en el intento, común denominador que no debiera fallar. Infelizmente, terceros intervinientes pretenden vernos peleando, para ganar frutos de uno y otro.

Para cerrar estas breves reflexiones, llevamos el mismo factor sanguíneo en nuestras venas y arterias, aunque sin injerencias y con determinaciones de los pueblos. Indígenas de otrora, actores principales en cada región latina se destacaron por una resistencia foránea, no por la socialización humana –el hombre es universal- sino por la barbarie a los pueblos sojuzgados, salvajismo que hoy día pretenden imponerlas aquellos pueblos que se creen los dueños del mundo, que piensan –a mi manera de ver- que con su hegemonía imperial (Imperial: No a la interpretación gramatical del término), pueden entrar en las casas de los vecinos y abrir la puerta de la nevera sin permiso. El desafío es inconmensurable. Hoy luce con gallarda presencia la escultura del intrépido Guaicaipuro, en actitud desafiante, en rescate del pasado y dándole una tarea al futuro, como un acto más de esperanza que de negación. Dijo un reconocido escritor patrio: -"Somos hispanoamericanos y esto y no otra cosa lo que nos da dignidad, valor y presencia ante el mundo"-. No es un día intranscendental. "Sin pepitas en la lengua", -como decía mi difunta madre-. Ya con el pocillo vacío y las posaderas cuadradas, todo esto me vino a la mente a propósito del 12 de Octubre.

¿Usted, qué piensa de este día?

¡Gracias por leerme!

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