He pasado una gripe "de las de toda la vida". Esa gripe que toda la vida se cobraba anualmente en todos los países del hemisferio norte decenas de miles de víctimas generalmente de personas que ya estaban enfermas, por las complicaciones de sus órganos ya defectuosos. Esa gripe que cada año tenía una virulencia distinta y pasaba en silencio sin especial alarma porque se consideraba parte de la vida, como otras enfermedades son parte de la vida de países subtropicales o tropicales. Es gripe que si salías de ella, y salía la mayor parte de la población, te liberaba el organismo de toxinas y te dotaba de una especial sensación de renovación o de renacimiento… Hasta tal extremo era así, que a veces se decía por estas últimas razones: "necesito un gripazo".
Pues bien, llega marzo de 2019 y el mundo, "necesitado" de una guerra que actuase como una gripe a lo bestia renovadora de la sociedad como un cuerpo gaseoso o magma viviente, con toda clase de efectos destructivos que luego permitiesen los constructivos consiguientes, no se le ocurre otra cosa a esta generación de dirigentes de varias clases que sustituir la guerra por una gripe de dimensiones apocalípticas. La situación ha durado más de tres años. Y todo ha seguido unos pasos previstos calculados por tres factores: primero, el terror que reblandeciese el cerebro de la población; segundo, la resignación de todos los perdedores, no sólo los que caían como chinches por estar hacinados en Residencias, sino los que veían cómo se venía abajo su comercio y su medio de vida,; y tercero, el aluvión de falsas vacunas que la población de cerebro reblandecido aceptaba sumisamente y aún luchaba por verse gratificada con cualquier maniobra de ventaja a su alcance… Se necesitaba ser cretinos… Y todo acompañado de una serie de efectos incontables de todo orden, en cada individuo en particular y en cada sociedad en general, la mayoría de estas occidentales pero también orientales…
Se dice pronto. Un fenómeno sociológico digno de un estudio profundo sobre la índole del poder. Pero no sobre la índole ya super conocida del poder político, convertido en este fenómeno inédito en un servidor de los otros: el último pues, en responsabilidad. Sino sobre la índole nunca estudiada, del poder médico y del poder farmacéutico, que son los que pasan al primer plano de la historia de la infamia colegiada. Esos dos poderes que no son poder político ni militar que son los que siempre estuvieron, han estado y están a la cabeza de la necedad y de la complicidad con el poder primero y último de toda la vida: el económico…
En definitiva, un fenómeno absolutamente inédito en la historia que a la sociedad y al individuo deben hacerle reflexionar para estar prevenidos de ahora en adelante, de los abusos que hasta este hecho histórico nunca pensó ni por un momento que hubiese de temer…