Sindicatos de los trabajadores de la enseñanza, contratos, salarios y lo autoritario. No queda títere con gorra

Domingo, 30/10/2022 10:04 PM

En los medios hay ahora un debate intenso acerca de lo que es una dictadura. Del lado de gran parte de la oposición, léase bien, dije gran parte, se asume que en Venezuela hay una dictadura y para ello se dan ciertas referencias, como que hay presos políticos, el gobierno controla todos los poderes o para mejor decirlo, esos poderes están manejados por gente partidaria del gobierno, los medios informativos oficiales se manejan como si fuesen del partido de gobierno y según ellos además, todas las formas de expresión, por el medio que sea, contrarias al gobierno están prohibidas, como el derecho a expresar la opinión, solo que sucede algo curioso, todo el mundo sabe y se entera lo que ellos opinan y hasta nombre y dirección de quienes opinan sin que eso produzca reacción alguna por parte del gobierno.

Lo que ignoran u ocultan quienes ese diagnóstico hacen, es que en la historia de Venezuela, hasta la IV República toda, unos gobiernos más que otros hicieron lo mismo. Y algo hasta curioso, los medios radiales y televisivos, por el contrario, le hicieron la cruz, impusieron una censura a Luis Herrera, por haber promovido una disposión para prohibir la propaganda que incitase al consumo de cigarrillos y alcohol. Aquel señor de Radio Caracas, Marcel Granier, le declaró la guerra. Fue aquello una dictadura impuesta al gobierno en materia informativa y de opinión.

Lo que sí es cierto, es que en el país todo predomina y se impone lo autoritario. Desde el gobierno hasta la oposición, sólo pequeñas fracciones opinan, en el sentido estricto del uso del término, como que la opinión de la gente tenga efecto en los resultados, decisiones públicas y diseños de las políticas.

Por ejemplo, el G-4 quiere unas elecciones primarias, donde sólo participen quienes decidan el pequeño grupo que allí comanda. Pues ese G-4 ya decidió, en un debate donde sólo participaron cuatro o cinco, que ellos solamente conforman la oposición. Los demás, fuera de su espacio, son del gobierno o cuando menos alacranes que por serlo son algo así como reserva gubernamental. Es decir, por autoritarios, pintaron un mundo, el que les conviene, el suyo, como si fuese el de todos.

La única oposición existente es ese pequeño grupo que, desde hace años, viene haciendo tantos disparates que causó la fragmentación de la oposición, tanto que hasta ellos mismos con esa conducta admiten que están íngrimos y solos, tanto como para ser contados uno por uno sin dificultad ni perder mucho tiempo.

Y ese autoritarismo tiene raíces largas y abundantes. Está en todas partes, tanto que todo aquel que hable del autoritarismo del otro es como quien escupe para arriba.

Si algo autoritario hay es el sindicalismo todo y particularmente ese inherente a los trabajadores de la enseñanza.

En ese universo hay sindicatos para todos los gustos. Hay aquellos que la gente suele llamar oficialistas y hay de la oposición. Según mi cuenta, hay más de estos que de aquellos. Y eso tiene su historia. Durante la llamada IV República, cada partido creó su propio sindicato. Así, ahora, están Sinafum, conformado por gente del gobierno, pero también la FVM, Sinvema, Colegio de profesores (CPV), etc., que son manejados por factores opositores. Es decir, ciertamente hay de unos y de otros.

En los tiempos de la IV República, el asunto de la contratación era un evento por demás público. Los trabajadores de la enseñanza, participaban activamente en la elaboración del proyecto de contrato. Pues el elaborado arriba, por las distintas federaciones sindicales puestas de acuerdo, era sometido a discusión en las bases. Lo mismo acontecía con el proceso de discusión del proyecto de contrato entre la representación sindical y el gobierno. Los trabajadores eran informados casi diariamente, acerca de lo acontecido en cada jornada. Sobre las cláusulas acordadas, las pospuestas y aquellas en las cuales había abierta desavenencia. Lo que no niega, siempre surgía el autoritarismo y las cúpulas terminaban imponiendo lo suyo.

Eso, nada autoritario, permitía que la presión de los trabajadores sobre quienes llevaban la discusión, sindicalistas y la parte patronal, fuese efectiva y, más o menos, democrática. Al mismo tiempo era como un catalizador que obligaba a las partes a acelerar el proceso de discusión y no hacerlo interminable y mucho menos era favorable a que se llegasen a acuerdos innobles, negociaciones indebidas; aunque para ser equilibrado, las partes siempre hallaban como meter gato por liebre; eso era inevitable. La vida es demasiado rica y correosa.

Ahora, como prueba de la autoritario que predomina en la sociedad toda y lo que todos practican, pese unos acusen a los otros de hacerlo, es que la discusión del contrato de trabajadores de la enseñanza o de todos los trabajadores, es un secreto bien guardado. Si es que hay alguna discusión, pues hasta eso parece dudoso. Y debe quedar claro que las llaves que cierran el baúl donde ese secreto guardan, no sólo las tiene el gobierno sino también los sindicatos opositores. A lo mejor es una llave extraña, que se divide en pedacitos y cada quien tiene su parte, se requiere ponerse de acuerdo para armarla y abrir el baúl o tiene varias cerraduras y llaves y cada quien tiene la suya.

Ahora no es sólo que los trabajadores de la enseñanza no participaron en la elaboración del proyecto de contrato, sino que poco saben lo que eso contiene y menos sobre la marcha de lo supuestamente discutido. A un año transcurrido desde el inicio de esas discusiones casi nadie sabe siquiera sobre una cláusula. Uno que vive encerrado o atrapado por estos medios y jorungando e intentando capturar algo que se caiga por descuido de los ungidos, es poco lo que sabe. Pero además, ese contrato marcha con una lentitud tal que parece empapado de un agua que se congela o un aceite que se endurece. Le cuesta mover las piernas, las manos y la boca, pues no camina ni habla, menos corre ni grita.

Por allí, un representante de Sinafum, el sindicato oficialista o para mejor decirlo compuesto por gente partidaria del gobierno, que es la única que habla de eso, dio unas pequeñas, ligeras informaciones, como quien deja caer unas migajas o lanza unas volutas de humo y habló de la firma del contrato para noviembre. Y habló de unos posibles acuerdos sin decir nada concreto. Es decir, después de un año, a pocos días de firmarlo, nada están en capacidad de informar. Como que todavía nada han acordado y lo harán de repente en los pocos días que vienen o simplemente, es lo pertinente creer, consideran que nosotros no tenemos derecho a saber nada de eso, sino sólo esperar y aceptar estoicamente lo que nos tiren. No merecemos sino migajas y lo peor que, como tal, nos las lancen encima.

Pero hay otra versión, porque justamente el no informar nada, es como un abono que reproduce muchas versiones; se dice que todo está acordado pero se requiere que la ONAPRE o la cúpula del gobierno lo acepte. Es decir, quienes en la discusión representan al gobiernó, nada deciden, eso sólo corresponde a la cúpula más íntima, la autoritaria por excelencia; la misma que, en definitiva decidirá lo contenga ese contrato. Y los sindicalistas, oficialistas y opositores a eso están dispuestos. Es como una aceptación divina del autoritarismo.

Nada más dijo, aquel que se le ocurrió o se atrevió a informar, pues cree que los trabajadores y los jubilados no tenemos derecho a saber más nada de eso. Eso les compete sólo a ellos. Eso tiene todos los rasgos del autoritarismo, uno que practican todos, tirios y troyanos.

Pero por lo menos aquel de Sinafum dijo algo. Mientras que los "líderes" sindicales de la oposición, de quienes se sabe están en medio de la discusión, nada dicen, no vayan a decir más tarde que no les tomaron en cuenta, pues de haber sido así debieron hacerlo del conocimiento público, también se creen con el derecho de decidir por los trabajadores todos y lo que es más, que estos ni siquiera son merecedores de ser informados a tiempo sino a destiempo cuando ya no hay derecho a pataleo.

Mañana o pasado, cuando a ellos se les ocurra ponerse de acuerdo o cuando el patrón le dé la gana de firmarlo en las condiciones que él mismo ponga, dada la falta de fuerza y apoyo de los trabajadores a sus supuestos "representantes", cada grupo hará su discurso. Lo elaborará de manera que le convenga. Unos que es el mejor contrato del mundo, como cuando Lusinchi, calificó lo que firmó con el FMI, por intermedio de Fedecámaras, para él, mismo poco tiempo después, desmentirse y decir que lo engañaron y otros dirán, en vista de los reclamos, que eso se vieron obligados a aceptar por el autoritarismo del patrón.

La verdad colega, amigo, es que lo autoritario está en todas partes. Es pertinente decirles, "quien se sienta libre de culpa, tire la primera piedra". No es sólo el gobierno, la sociedad toda es autoritaria. Lo son todos los partidos, los sindicatos y hasta toda muestra de organización social, pues es lo propio del modelo, que no es ese invento o poesía de socialismo del cual hablan partidarios del gobierno y, hasta sus contrarios, a manera de descalificación, sino el capitalismo en el cual estamos envueltos y encerrados.

Cuando se anuncie la firma del contrato, asunto que se hará público varios días después de firmado, si es que llegan a firmarlo, lo que es valedero poner en duda, lo harán por cuenta gotas y de la mañanera más incomprensible, por el autoritarismo en el cual están inmersos todos los partidos, grupos y sindicatos que forman la sociedad venezolana

Los trabajadores de la enseñanza y los jubilados, sólo tendremos el derecho de aguantar callados, ni siquiera al pataleo, porque eso, según las cúpulas, no es asunto de nuestra incumbencia.

Cuando aquí en Venezuela hablemos del autoritarismo con seriedad y a los autoritarios identifiquemos, no quedará títere con gorra.

 

 

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