Cecil, he aquí el abultado prontuario de la mayoría de los profesores universitarios…

Martes, 15/11/2022 01:33 AM

  1. Por lo general, Cecil, los profesores universitarios, a los que estuve conociendo durante cuarenta años, presumen más de lo que no saben de lo que saben.
  2. PERFIL DE UN UNIVERSITARIO MEDIO: hombre sin atributos ni carácter, incapaz de remordimiento alguno. Inculto, adocenado, eludiendo asumir compromisos con su entorno social. Envuelto en una atmósfera de tedio y tristeza, y que resume lo peor del espíritu pequeño-burgués, y que no pierde la esperanza de verse un día orlado con las supremas preseas de esos capos togados de nuestros equipos rectorales. Respirando siempre un profundo recelo hacia quien tenga el valor de expresar pensamientos propios.
  3. Los inquilinos de las llamadas universidades autónomas, tiendem a solidarizarse con el hombre vulgar, el "simpático" y guasón (chistoso), que carece de espíritu creador; por lo que estas Almas Máter Muertas por autónomas, están compuestas por un 5% de seres razonables, un 10% de incontrolables ladrones y un 85% de serviles al status quo.
  4. Un profesor universitario es reaccionario por naturaleza, y le tiene horror a cualquier cambio. Piensa que los cambios pueden afectarle peligrosamente su status, y sobre todo el bolsillo. Por eso usted ve que en las llamadas universidades autónomas están dominadas y controladas por la ultra-derecha.
  5. El típico profesor universitario es un hombre cuya inteligencia tiende a deteriorarse rápidamente (pues uno de sus deseos es jubilarse y dedicarse a otra cosa que no tenga que ver con pensar y estudiar). Un ser sin esencia ni destino. Apagado, imbuido en los pequeños quehaceres de sus clases docentes y de sus reducidos espacios laborales. Durante décadas y en la época de la IV República, su mente siempre estaba puesta en algún bono extra que debía llegarle, por vía de los paros y "huelgas de cerebros caídos" que protagonizaban todos los años.
  6. Por excelencia estos inquilinos de las universidades autónomas suelen ser egoístas, sin capacidad para la generosidad o para prestar servicio social alguno. Temerosos y apocados, permanentemente con el rabo entre las piernas, su fin último lo fijan en tener una casita en la playa y hacer un crucero cada dos años por el Caribe.
  7. Cuando estudian lo hacen no para educar mejor, sino para acumular una currícula espectacular, que asombre y que redunde en un pago mejor, únicamente. No les interesa que su conocimiento mejore el país, ayude al país desarrollarse o salir de abajo. Todos lo que obtuvieron doctorados durante la IV República en nada mejoraron el país. Su fin era que les reconocieran en el exterior sus conocimientos por los "papers" que producían, publicaciones que a la postre sólo servían para que los países desarrollados se encumbrarán más en sus dominios y saberes tantos científicos como tecnológicos, y con ellos aplastarnos y controlarnos mejor.
  8. Eb conclusión: ¿a quién podría EDUCAR un hombre superficial, sin patria, que teme asumir compromisos consigo mismo y con su país? No hay absolutamente nada humanista en estos seres: ábralos, auscúltelos, penétrelos hasta más allá de los tuétanos y no encontrará nada. Éstos, en verdad que no tienen alma. Sin una voz propia, sin un destino, nada del verbo encarnado. Porque el humanismo no llega por los libros ni las computadoras ni se puede aprender de memoria, sino que debe ser contagioso. "Y mal pueden contagiar la enfermedad divina quienes no la padecen".
  9. Y por ello, siempre ha sido así, unos pocos ladrones, entre veinte mil profesores, lo controlan todo. Nacen estos bellacos con el arte de saber tomar las debidas precauciones para transgredir las normas que exigen la Contraloría, la Ley de Universidades y el ejercicio de la autonomía. Uno no puede encontrar en ese mundo de lánguidas almas un ser solidario para avanzar hacia algún cambio positivamente humano. Se buscará inútilmente, por lo que los maulas cada vez se sienten más seguros en sus sitiales, incólumes, inamovibles.
  10. Yo, pobre diablo, los he enfrentado toda la vida, con mi única arma, la palabra escrita, y mil veces les he pasado mi cuenta, y mil veces los he mandado al carajo.

 

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