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El Dr. José Francisco Torrealba escribió en "Voces para sordos" (1958) sobre la confusión de los pacientes con respecto a las indicaciones, por lo que recomendaba escribirlas de manera inteligibles para evitar malas interpretaciones.
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En cierta ocasión una madre le administró a su hijo unas gotas sin contarlas con el cuentagotas, sino colocando un dedo sobre la boca del frasco. El niño murió. En otra oportunidad para tratar una parasitosis recomendó unos diez enemas de trementina, los cuales, por incomprensión fueron aplicados todos en un mismo día. Luego Torrealba se refiere a un caso curioso y peculiar: "Cierto día atendíamos a varios campesinos, entre estos un niño al que indicamos una inyección en la cara externa del muslo. El padre del niño abrió el muslo con una navaja e introdujo la ampolla íntegra con vidrio y todo sin romperla. Días después me llevaron al niño con un gran absceso y vimos que salía de la herida con el pus una botellita. Era la inyección indicada."
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Las confusiones y situaciones descritas arriba pueden tener su explicación en la ignorancia de la gente; y no dudamos que son muy comunes en muchos consultorios, sobre todo en el medio rural. La frecuencia de estos malentendidos puede aumentar si el médico hace sus indicaciones con unos trazos ininteligible, como es la costumbre. Garambaina llaman a esa letra de médico que nadie entiende. Algunos galenos, incluso, piensan que mientras más indescifrable es su ortografía, más autoridad poseen. Hasta tal punto lo anterior es cierto que en el populacho se afirma cuando no se entiende un escrito: "Tiene letra de doctor".
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Pues bien, el poeta Eugenio Montejo es tan contundente como enfático en un verso, que, de observarlo los médicos, tal cual, se evitarían o disminuirían algunos equívocos :
"Escribe claro.
Dios no tiene anteojos"
(Práctica del Mundo)
Fuente: https://drive.google.com/file/d/1n2Jyxr87EW-4ZRLph-EG7FYOQj8DJNzi/view