Los resultados de las negociaciones habidas recientemente obedecen en forma casi exclusiva a los intereses del Departamento de Estado y del Gobierno Nacional, quienes son los sectores fundamentales en las conversaciones y, por lo tanto, en los acuerdos que se suscriban. Ellos son quienes marcan el paso de las conversaciones. En tercer lugar se encuentran los intereses de la oposición del G4 que, por ser aún necesario para los planes estadounidenses, todavía se le mantiene dentro de las negociaciones. Es entonces meridianamente claro, que los únicos intereses que no están representados son los de la nación venezolana, pues ni el gobierno ni los partidos opositores de la plataforma tienen como prioridad las necesidades de Venezuela. Ésta es una lamentable realidad que es preciso tener en cuenta y valorar.
Las conversaciones y los acuerdos van más allá de los dados a conocer. Éstos se han generado en diálogos donde sólo han participado el gobierno de Maduro y el de Biden. La eliminación de sanciones a Carlos Malpica Flores, ex tesorero nacional, en junio de 2022, y la liberación en octubre de los otros sobrinos, quienes cumplían condena en EEUU, en un intercambio por reclusos estadounidenses en Venezuela, son dos claros ejemplos de lo que señalamos. Como no tenemos información privilegiada, sólo podemos inferir lo que ocurre de los hechos y sucesos que se producen. Es claro que, de estos últimos, no se ha derivado ninguna mejoría de las condiciones de vida de la población, lo que también confirma lo señalado en este aspecto.
En artículo anterior dijimos que existía el rumor de un cambio en la integración del Consejo Nacional Electoral (CNE), que se sumaba a algo que era, ya en ese instante, más que un rumor: el adelanto de las elecciones presidenciales. En este momento podemos afirmar que ambas acciones están relacionadas y obedecen a un interés del gobierno de Biden, quien, para lograr un segundo mandato en las elecciones de 2024, requiere aclarar a sus electores, las acusaciones que le han hecho sus adversarios de haber reducido la presión sobre el gobierno de Maduro. Con los acuerdos petroleros logrados con el gobierno venezolano, Biden puede garantizar el control de la escalada de precios del combustible y su disponibilidad, lo que daría una tranquilidad importante a los consumidores gringos. Sería un logro de su gestión y justificaría su conducta.
A esto le añadiría, como logros adicionales y muy importantes de su mediación, la continuación del diálogo entre el gobierno y el G4, en el cual actuó junto con los presidentes de Colombia y Francia; la designación de un nuevo CNE, que exhibiría como más equilibrado, y el adelanto de las elecciones presidenciales, que serían entonces calificadas como elecciones "libres". Todo ello antes de su confrontación por la Presidencial de EEUU en noviembre de 2024, que sería impactada favorablemente por la normalización de la situación venezolana. El gobierno resultante en Venezuela ya no podría ser considerado como usurpador e ilegítimo, independiente de quien resultare ganador, por lo que las sanciones desaparecerían. El PSUV tendría que ganar las elecciones en una situación de menor control y ventajismo electoral que el tenido hasta ahora.
Este sería el plan general que tendría que ser ajustado en sus detalles. Como todo plan, está sujeto a cambios en función de los acontecimientos e, incluso, pudiera fracasar si no se logran todos los acuerdos para llevarlo adelante. La primera opción de victoria la tendría el gobierno, pero esa victoria no estaría cantada desde ya, pues puede revertirse si se logra un candidato opositor que tenga el mayor respaldo y consenso posible. Y es en este sentido que deberían actuar los opositores más sensatos y conscientes de la realidad y de sus reales posibilidades. Las primarias del G4 serían sólo la fórmula de uno de los sectores opositores existentes, aún habría que buscar acuerdos con quienes no comparten esa política, pero tienen una fuerza necesaria para la victoria, lo que abre el camino del consenso entre todas las fuerzas.
Primarias y consenso pudiera ser la fórmula de una estrategia victoriosa, siempre y cuando no se las tome como opciones antagónicas definitivas sino como fases de un mismo proceso, y se esté dispuesto a trabajar en función del triunfo de una opción con reales posibilidades de victoria.