Necesidad y vigencia de la doctrina revolucionaria bolivariana

Jueves, 15/12/2022 09:55 AM

Del Libertador Simón Bolívar se han escrito una gama casi infinita de biografías y de análisis de sus facetas como constructor de repúblicas, como estratega militar, como visionario de la unidad continental frente a las amenazas neocolonialistas de las monarquías europeas y de Estados Unidos, como promotor a ultranza de la igualdad social y del poder moral, como impulsor de la ecología, como adelantado de la sociología y del romanticismo literario e, incluso, como creador de moda; quedando aún pendientes algunas otras que contribuirán, sin duda, a un mayor y más detallado conocimiento de su personalidad y del significado de sus distintas acciones. Sin embargo, esta segmentación de la vida y obra de Bolívar, en lugar de ayudar a acercarnos a lo que fue (y es) ha sido utilizada en interés de justificar el poder detentado por las clases y las capas sociales dominantes. De este modo, se podrá efectuar una relación de los momentos y de los personajes que hicieron uso de la imagen con este objetivo, comenzando con Antonio Guzmán Blanco y continuando con Juan Vicente Gómez, Eleazar López Contreras y Marcos Pérez Jiménez hasta el periodo del puntofijismo; manteniendo al Libertador en una pose eterna de semidios inalcanzable para el pueblo venezolano y armado de un catálogo inagotable de citas con las cuales se legitimaría cualquier cosa que se hiciera en el país, desde la guerra de guerrillas contra el régimen puntofijista hasta la reacción represora de éstos contra aquella; lo que también sirvió de base para los dos alzamientos civico-militares de 1992. Sin embargo, como se extrae de la lectura y del estudio objetivo de Bolívar, esta segmentación interesada de su legado heroico no ahonda en el carácter integral de lo que éste hizo, dijo, escribió y proyectó. De ahí su necesidad renovada y su vigencia. Especialmente cuando los pueblos de nuestra América están confrontando un presente y un futuro que, para muchos, se avizoran inciertos, expuestos a la voracidad del capitalismo neoliberal y, por ende, a la soberanía supranacional del Tío Sam, Estados Unidos.

La doctrina bolivariana será, entonces, revolucionaria. Sus fundamentos principales son la soberanía popular, la liberación nacional, la moral pública que tendría como consecuencia el funcionamiento de un buen gobierno, transparente y democrático; la igualdad y la justicia sociales; la integración en un todo armonioso y libre de las repúblicas de nuestra América; la abolición de toda clase de esclavitud y servidumbre; el respeto y el cuidado de la naturaleza y de todos aquellos valores ciudadanos y republicanos que se pueden derivar de cada uno de estos importantes elementos. "Doctrina, sí - como lo afirma Yldefonso Finol en su libro ‘Simón Bolívar: ideología y método de la emancipación de nuestra América’ - Aunque moleste a los gurúes de la historiografía momificada. O, ¿acaso no está en la obra escrita del Libertador el sistema de ideas que permitió interpretar la realidad de su tiempo y proponer un programa de acciones estratégicas que desembocaron en la transformación radical de la misma? ¿Acaso no sirvieron esas elaboraciones teóricas para caracterizar sociopolíticamente el estado de cosas dominante, con tal eficacia, que el efecto de su aplicación fue el surgimiento de un nuevo mapa de autodeterminaciones nacionales? ¿O es que aún quedarán tantos resabios colonialistas rumiando el rosario de intrigas que vertieron sus enemigos, la pandilla de mediocres y corruptos que usurparon el poder tras su destierro?". Se requerirá seguir la evolución del pensamiento y la obra del Padre Libertador para darse cuenta cómo ésta fue afianzándose sobre los ideales revolucionarios que habían motivado la ruptura con la monarquía de España, lo que se tradujo en sus esfuerzos por consolidar un sistema republicano adaptado a la realidad nacional y continental, más allá de las ideas propagadas por los enciclopedistas europeos y que se vieran reforzadas a raíz de la independencia de las trece colonias británicas del norte, Estados Unidos, y de la Revolución Francesa; todo lo cual fue acompañado por sus llamados abolicionistas de la esclavitud y la democratización del Ejército patriota con el ascenso de quienes sufrieran la segregación del sistema de castas.

Bolívar, sin ser un teórico de la Revolución, como se pudiera conceptuar actualmente, supo anticipar y definir el rumbo que debieran seguir las distintas nuevas repúblicas para asegurar sus soberanías frente al incipiente imperialismo yanqui y las potencias europeas que integraban la Santa Alianza. En esto el Libertador fue muy enfático y específico cuando toma la iniciativa de convocar el Congreso Anfictiónico de Panamá, lo cual fue tergiversado por Washington y sus acólitos para hacer ver que su panamericanismo es herencia del ideario bolivariano, negando o disminuyendo el efecto de su advertencia, contenida en la carta dirigida desde Guayaquil, el 5 de agosto de 1829, al Coronel Patricio Campbell (encargado de negocios de Su Majestad Británica) sobre "los Estados Unidos que parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la libertad". Así, sin çonocerse el término en su época, Simón Bolívar encarna el espíritu precursor antiimperialista de nuestra América, mismo del que se hicieron eco José Martí, César Augusto Sandino, Ernesto Che Guevara, Fidel Castro, Hugo Chávez y otros más revolucionarios que confrontaron, desde sus trincheras particulares, el destino manifiesto del coloso norteño.

De igual forma, su afán por establecer un régimen republicano conformado por ciudadanos virtuosos, honestos, instruidos, demócratas e industriosos sigue siendo una parte esencial de la utopía nuestraamericana; enriquecida con los aportes teóricos de mujeres y hombres dedicados a luchar por la verdadera emancipación de sus pueblos, en un combate asimétrico donde las fuerzas reaccionarias tienen a su disposición las herramientas ideológicas para imponer su hegemonía, incluso apelando al mismo Bolívar como dios omnisciente, omnipresente y omnipotente que todo lo sanciona y bendice. En tal sentido, la República Bolivariana es algo que trasciende el marco limitado de la sociedad imaginada por Jean Jacques Rousseau y la división de tres poderes expresada por Montesquieu y sus contemporáneos. Su sustento es la democracia ejercida de forma directa y permanente por el pueblo, entendida de una manera diferente a la instituida en Estados Unidos y, posteriormente, en las nuevas naciones, conservando las estructuras de segregación, explotación y de esclavitud de la era colonial; la que ha sido plasmada en los diversos proyectos emancipatorios que se emprendieron luego de su muerte hasta este siglo. La necesidad y la vigencia de la doctrina revolucionaria bolivariana no es, por consiguiente, una simple resolución discursiva, más acorde con la exaltación protocolar de efemérides que con el propósito de crear realmente una ideología orgánica y un discurso propio mediante los cuales se pueda explicar y transformar la realidad histórica que nos envuelve y nos confronta a diario, tanto en lo individual como en lo colectivo.

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