La estupidez colectiva

Jueves, 22/12/2022 02:14 AM

Quisiera sorprenderme ante el comportamiento de los humanos, pero lamentablemente frente la conducta reiterada de miles de millones de personas abandoné el asombro y lo cambié por la resignación. Si analizamos la actuación de mucha gente advertiremos que solo los autoproclamados "seres racionales" mascan chicle; toman leche de otra especie después de destetado; los humanos son los únicos animales que beben antes, durante y después de comer (algo nocivo para la digestión); es el único animal que padece de obesidad (algunos animales domésticos lo sufren debido a los comistrajo que le suministra el amo); es el único ser que acumula dinero y objetos solo para mostrarlos; que posee joyas sin ninguna utilidad, que únicamente la usan para lucirlas; es el único ser vivo que practica una religión para odiar al de otra fe; que asiste corridas de toro para disfrutar del asesinato del consorte de la vaca; que se deleita mirando a dos seres cayéndose a trompadas; que asiste a una pelea de gallos para regodearse de placer al mirar a dos animales sangrando; el único animal que ingiere comida y bebidas perjudiciales para la salud; el único ser que fuma y consume drogas; el único animal que atenta contra el instinto de supervivencia; el exclusivo que fabrica armas para destruir a los semejante; es el único ser vivo que hace la guerra…podía afirmar que tales conductas están más cerca de la estupidez que de la inteligencia. Partiendo de las anteriores premisas no me sorprende la actuación de millones de personas dando gritos como locos al atisbar a varios jugadores corriendo y pateando un balón de fútbol.

Para los que no lo saben, el establecimiento que organiza el campeonato mundial de fútbol es la FIFA, una institución no oficial que gobierna todas las federaciones de fútbol a nivel global, tales alianzas están integradas por clubes privados cuyos presidentes o dueños, por lo general son negociantes. Es decir, todo lo que rodea la celebración de un mundial de fútbol está ligado al comercio y por tal razón, todo lo que rodea a este deporte está vinculado con el vil dinero. Una especie de franquicia de la cual se benefician unos pocos para entretener a millones de consumidores, dado que este deporte es un material de consumo que genera grandes réditos.

La FIFA agrupa a 211 asociaciones o federaciones (empresas) de diferentes países afiliados, la directiva no está integrada por ángeles. Sus dirigentes se han visto involucrados en negocios turbios, cobro de comisiones, que van desde la escogencia de la sede hasta el beneficio de los contratos por derechos de trasmisión, donde millones de euros o dólares revolean por diversas oficinas de la FIFA ubicadas en Zúrich, Suiza, país donde opera la banca de las cuentas numeradas. Hasta Mauricio Macri, ex presidente de Argentina, fue nombrado como presidente de la Fundación de la Promoción del Fútbol, organismo dependiente de dicha institución. Este personaje ocupó tal cargo debido a su experiencia en la presidencia, por doce años (1995-1997), del Club Atlético del Boca Junior. Sin embargo, todos sabemos de la labor de este funcionario como gobernante del país sureño, cuya gestión estuvo plagada de numerosos hechos de corrupción. Como vemos, la FIFA representa los intereses de un grupo de comerciantes quienes buscan los beneficios de las empresas (211 asociaciones). Los dueños de los clubes no representan a ningún pueblo, solo personifican los intereses de un grupo de empresarios que se repartirán las ganancias generadas durante la celebración de dicha gesta universal.

Los avaros magnates, los dueños de los clubes o asociaciones de fútbol como el Real Madrid, el Barça, el Boca Junior, el Benfica, el Deportivo Cali, el Olympique de Marsella…entre tantos equipos o clubes, no tienen nada que ver ni con el gentilicio, ni con los valores, ni con los intereses de España, ni los de Argentina, tampoco los de Colombia y mucho menos los de Francia, simplemente encarnan los beneficios mercantiles de los dueños de los equipos. Es tan bueno el negocio que los jugadores de las oncenas, integrantes de los equipos, al final se convierten en un producto que puede ser negociado, es decir, vendido a otro equipo generando muy buenas ganancias, no al futbolista, sino al dueño del club.

Los seres humanos son dados a concebir dioses, héroes o ídolos, quizás producto de la religión, o como consecuencia de las películas hollywoodenses cuyos productores son expertos en estos menesteres. Es por esto que, a los jugadores de fútbol, cuyo único mérito es meter dentro de un arco un balón después de un puntapié o un cabezazo. Este evento es suficiente para merecer el apelativo de héroe o de ídolo. De esto se encargan, por la televisión o redes sociales, los narradores de tal evento. Estos sujetos escandalosos con estrepitosos gritos le explican al público televidente lo que está mirando en la pantalla, en conocimiento de lo que obviamente está sucediendo en la cancha. Son estos personajes sentados frente a un micrófono, utilizando estentóreos alaridos, quienes le hacen ver a los fanáticos que el jugador, quien introdujo el balón dentro del arco, es un ser excepcional que merece la admiración y la aclamación de millones de seres humanos. Simplemente por estar haciendo algo por lo que está cobrando y sobre, todo un buen sueldo.

No puedo negar las virtudes, el entrenamiento y el trabajo realizado por un futbolista, lo criticable en este mundo cruel, es que el anterior jugador su labor solo le genera beneficio tanto, para si mismo, como para la FIFA y también para los dueños del Club. Sin embargo, un bombero, una enfermera, un científico, un educador…que engendra dividendos y bienestares colectivos y hasta puede salvar la vida de una o varias personas, solo gana un salario de miseria. Cada jugador del equipo triunfador del mundial de fútbol se ganó la bicoca de 370.000 euros, más o menos, unos 20.000 euros diarios más otros beneficios pecuniarios. Con una particularidad, ese futbolista que tanto es aclamado por su pueblo, una vez culminadas las ovaciones y las celebraciones del triunfo podrá ser negociado para jugar (trabajar) en el equipo contra el cual jugó al final de la copa. Cuestión de negocio.

En mi libro "Antología de la estupidez" analizo tales comportamientos, es decir el fanatismo por la nacionalidad, la religión o por un equipo deportivo, y por esta razón cada vez me convenzo y me explicó el por qué el mundo marcha como marcha. Los seres humanos adoran a un Dios que nunca han visto ni ha resuelto nada, creen en el régimen democrático y por eso reeligen a un presidente que no cumplió con las promesas que pregonó durante la campaña electoral y los fanáticos deportivos, adoran a un jugador que no conoce personalmente, que juega para que los dueños y él mismo gane un montón de dinero, para que cierto día el falso ídolo le pase por un lado del infortunado fanático, manejando un Lamborgini o un Ferrarri y ni siquiera le digne una mirada a quien lloró emocionado mirándolo meter un gol.

Observando el recibimiento increíble que le procuró el pueblo argentino al equipo ganador, no logro definir el sentimiento que me abriga al reconocer que la estupidez colectiva es peor que la epidemia del covid-19. Esta última, por lo menos, se puede curar con varias vacunas, pero la estupidez no tiene remedio, se mantiene viva de generación en generación porque los padres la tramiten a sus hijos. Y si acaso se lograra congelar el virus de la estupidez, al nomás despojarla del hielo que lo rodea de seguro revivirá, es cuestión de genética y por eso perdura. El mundo no necesita, ni de ídolos ni tampoco de héroes, un pueblo requiere ser orientado por un grupo de especialistas para que los encause en la posibilidad de construir un país donde cada habitante logré sentir que vale la pena vivir. Debo hacer uso de las reflexiones de otros dedicados al estudio del tema como fue el filósofo inglés Francis Bacon: "La mente del hombre se asemeja a un espejo irregular que, al añadir a la naturaleza de las cosas su propia naturaleza, refleja a estas de modo deformado". Lee que algo queda

 

 

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