Contrastando las perspectivas como se ha asumido la vida entre el siglo XX y el XXI encontramos que son opuestas; hecho que nos hace percibir que vivimos un cambio de época. (1)
El siglo XX marco la historia bajo la impronta de la utopía. Políticamente fue asumida por una izquierda que tras la "revolución de mayo" doto de colorido esperanzador la acción política y la confianza en lo por-venir: ¡Tomar el cielo por asalto!; fue la consigna que ilustraba una vida esperanzadora. El siglo XXI cambió la utopía por un pragmatismo ahistórico, donde lo importante es el "aquí y ahora". El sentido existencial, entonces, hay que buscarlo en lo inmediato, en lo perecedero, en lo intrascendente; donde se manifiesta, si podemos decir así, un rechazo a toda búsqueda de lo profundo de la existencia.
El sentido con que se desenvuelve la época trastoca todas las categorías con las cuales el hombre ha transitado su historia. Paradójicamente, esa vida de inmediatez crea un vacío dada la ausencia de sentido del existir. La religión emerge entonces, como refugio de tal ausencia. Del mismo modo, los síntomas de cambio impactan los diversos aspectos de la vida político-social y la búsqueda de respuestas se ajustan al marco de ese nuevo tiempo.
Las circunstancias apremiantes que hoy vivimos, nos impele a comprender el mundo por donde transitamos. Pensar el mundo implica las ideas, y ellas al hombre como sujeto. El intelectual, como se le ha denomina al hombre que brega con las ideas, ha sido un actor fundamental en toda sociedad. Su actividad ha permitido que tengamos una imagen del mundo y la sociedad; es decir, un paisaje de su fisonomía.
El saber representa un conjunto de factores entrelazados que nos acercan a la realidad; cuestión que podríamos sintetizarla diciendo: El intelectual ha sido un decodificador del mundo. Los medios, hoy como ayer, han sido el mecanismo sobre el cual galopan ideas, formas y modelos que transforman la realidad. La coyuntura no es más que la expresión del Ser en su manifestación histórica determinada.
La filosofía y la religión han sido las disciplinas que históricamente han moldeado nuestra visión del mundo. Más tarde la ciencia y la tecnología, con sus desarrollos, amplían esa visión. La sociedad moderna crece a partir de la relación dialéctica que se da entre estas disciplinas del saber. Dos expresiones surgidas de esa relación son las predominantes en el mundo occidental actual; y por supuesto, en la realidad neo-colonial del continente americano: el humanismo cristiano y el marxismo. Coordenadas donde se inscribe el nacimiento y desarrollo de las nuevas repúblicas.
El mundo cambia y hoy son cuestionados esos paradigmas. Jean-François Lyotard nos dice que los grandes relatos predominantes en el mundo industrial moderno se han agotado. Del cual podemos inferir que los síntomas que observamos de cambio de este mundo, podemos adscribirlos, en parte, a la crisis de esa representación.
Tengamos en consideración estos planteamientos y abordemos la cuestión político-social, en su expresión del continente, en su actual realidad; dos hechos son significativos en su expresión: la dinámica social-obrera y la lectura de esa dinámica.
Digamos con Ortega, "La rebelión de las masas" es la característica general del continente. Fenómeno que expresa parte de la realidad del continente: hechos de corrupción, golpes de Estado de nuevo tipo, reivindicaciones sociales y políticas y un largo etcétera. Rebeliones que van del Río Bravo hasta la Patagonia, pasando por el Caribe. Son hechos que situados en otro momento histórico anunciarían un cambio radical, un cambio revolucionario: sin embargo hoy es visto como una acción social defensiva de los pueblos ante su irremediable explotación.
La lectura de esa expresión social no es la misma que se hiciera en el siglo XX, cuyo referente frente al poder imperial lo representaba Fidel y Cuba, en un horizonte donde emergía la utopía social. ¡Acaso esta actual rebelión no vendría a ser la expresión de la prédica del Che: ¡poblar el continente con uno, dos tres…Vietnam! Sin embargo, se observa que en estas manifestaciones obreras y populares la izquierda tradicional latinoamericana está ausente del seno del movimiento.
La realidad es otra. Ya no existen las asambleas y tampoco la presencia de militantes, que desde la base acompañaban los procesos formando parte de ellos. La modernidad transformó en virtual la acción en los procesos sociales y el vínculo entre vanguardia y masa se ejerce hoy a través de: wassap. Instagram, face-boock, tuiter y demás medios, que son los espacios de comunicación actuales. A pesar de ello, la enajenación no ha logrado transformar en virtual el hambre y la reacción de los pueblos.
Paradójicamente, ante una pléyade de recursos comunicacionales, se desdibujó la izquierda, ayer insertada en los procesos sociales, hoy formando parte de los poderes tradicionales y los gobiernos "progres" que crecen en el continente. Para ellos no existen "masas insurgentes", cuyas reivindicaciones sociales no pueden atender, ocupados en mantener el gobierno o acceder a él, más allá de las masas. La "Real Politik" cambio la utopía, por "esto es lo que hay", proclamado por el pragmatismo político de ese nuevo reformismo que ha ocupado la izquierda cuyo discurso pretende vestirlo de revolucionario.
El discurso político también cambió. La inmediatez de la realidad predomina sobre el horizonte donde se remite la acción. El hecho político se transformó en pragmatismo; por tanto, la visión sobre el intelectual cambió radicalmente. No es el discurso que trasciende el "momento político" del inmediatismo de la realidad; por tanto, el dirigente adquiere perfil de gerente cuya función primordial es "corregir para mantener las cosas como están funcionando". Es, al mismo tiempo, también el perfil de un tipo de intelectual que funciona justificando ese modelo.
Por supuesto, al hablar de intelectuales reconocemos que "hay intelectuales e intelectuales". La expansión de las comunicaciones producto de las tecnologías cambió, tanto el concepto de intelectual, como el espectro clásico de las informaciones a través de TV, periódicos, revistas y demás instrumentos tradicionales. El clásico narrador de noticias, comentaristas y demás personajes del mundo de la comunicación cambió radicalmente. Ha surgido una gama de especialistas en diversos temas que difunden noticias y lecturas particulares sobre temáticas simples y complejas. El llamado trabajo intelectual se ha multiplicado configurando diversos matices y ámbitos de la información.
"En toda guerra la primera víctima es la verdad", reza la premisa popular, la cual nos obliga a buscar la verdad de la información a fin de no ser manipulados por las corporaciones y sus intereses. Buscamos informarnos y lo hacemos desconfiados de la veracidad de los contenidos de la información que se nos suministra.
El intelectual, autónomo e independiente, para decirlo en los términos del palestino-norteamericano Edward Said, es un imperativo que reclama el momento histórico actual. Su concepto trasciende la restricción asalariada del trabajador de las comunicaciones y corporaciones de la industria y gobiernos, que representan la patronal de ese "trabajador intelectual".
Es una necesidad reivindicar al intelectual autónomo frente a la industria de la propaganda y el saber. La perspectiva del "intelectual orgánico" que definiera A. Gramsci cobra vigencia en la presente situación. Repensar el modelo de la izquierda y su expresión práctica es un imperativo social. Es el reto en este contexto de mutación de época que nos configura la realidad actual..
Notas.
(1) Para el lector interesado en otros temas afines y de interés general, le invitamos a visitar el blog América en su Historia, su Literatura y su Filosofía. Dirección: americaseryliteratura.blogspot.com