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Hasta 1935, Venezuela tenía el mayor número de generales por metro cuadrado del planeta, casi todos llaneros. Entiéndase que cada uno de esos generales era una especie de centauro, un hombre a caballo con una buena lanza en ristre para enfrentar al que se opusiese a sus delirios o pretensiones.
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La guerra entre doctos y llaneros comenzó en julio de 1816, por los lados de la región de Trinidad de Arichuna. El Hombre de las Leyes, Francisco de Paula Santander, llegaba huyendo del desastre de la Nueva Granada, ahora bajo el mando de los realistas. Algunos compatriotas suyos pretendieron convertirlo en jefe militar de la zona. Pero entonces los llaneros le reclamaron el que no hubiese participado en un solo hecho glorioso para pretender erigirse el jefe de los militares concentrados en Trinidad de Arichuna. Se preguntaba sobre este hecho el historiador Rafael María Baralt: "¿El ejército de Santander, granadino desconocido en Venezuela a la que jamás había hecho el más pequeño servicio, dónde estaba?".
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No obstante el historiador granadino José Manuel Restrepo tomó más en serio aquella minúscula pretensión de Santander y hace notar un punto de honor y delicadeza a favor de su paisano. Dice que Santander no estaba hecho para mandar a los llaneros de Venezuela, que no tenía dotes para mandar bárbaros; que éstos sólo apreciaban a los jefes que tenían un valor y fuerza corporal superiores a los demás, que domaban los caballos cerreros, toreaban con destreza y atravesaban a nado los ríos caudalosos; que Santander sólo era un buen oficial de Estado mayor, instruido y civilizado, y que esto los llaneros no se lo perdonaban y lo veían con recelo.
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A partir de ese año de 1816, el odio de los neogranadinos contra los llaneros se hizo sangriento y bilioso, y de aquí surge en 1819 el desprecio de Santander hacia los venezolanos (que para él eran todos llaneros). Existe una carta de Santander a su paisano el coronel Pedro Fortoul, en la que le dice: "Es preciso que nos reunamos en Casanare todos los granadinos para liberar nuestra patria y para batir el orgullo de esos malandrines follones venezolanos".
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Se regó por el llano que Santander era un patiquín "sin cojones", un letrado, un cobarde y un intrigante. En la Batalla de Boyacá, el capitán y llanero Leonardo Infante le vio cuando en plena faena, se escondía debajo del puente para evitar la pelea. Fue Infante y le tomó por las solapas y le increpó: "-Venga a ganarse como nosotros las charreteras".
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Aquella afrenta no la podía dejar pasar por alto Santander, nunca se la perdonó, y fue armando el plan para embocar y hacer preso Infante, por cualquier friolera, y en 1825 lo hizo fusilar.
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Demás está decir que del asesinato de Leonardo Infante Santander (El Hombre de las Leyes) pasó a declararle la guerra a muerte a todos los llaneros de entonces jefeados por Páez, guerra que produjo el total desmembramiento de Colombia. Hay que decir, que a partir de 1825, Páez comenzó a ser un simple juguete de los horribles resentimientos de un temible y brillante abogado llamado Miguel Peña, quien se encargó de vengar la muerte de Leonardo Infante. En fin, a la Gran Colombia la destruyeron los abogados representados por el arquetipo del leguleyo como Santander. No fueron los llaneros, y en esto hablar contra los centauros van totalmente equivocados todos los positivistas venezolanos.
Quienes destrozaron el país, ¿los abogados o los centauros?
Por: José Sant Roz
Viernes, 10/02/2023 07:59 AM