Tarifados

Viernes, 24/02/2023 07:32 AM

"Para mucha gente es evidente que el escritor debe escribir la verdad; es decir, no debe rechazarla ni ocultarla, ni deformarla. No debe doblegarse ante los poderosos; no debe engañar a los débiles. Pero es difícil resistir a los poderosos y muy provechoso engañar a los débiles. Incurrir en la desgracia ante los poderosos equivale a la renuncia, y renunciar al trabajo es renunciar al salario. Renunciar a la gloria de los poderosos significa frecuentemente renunciar a la gloria en general. Para todo ello se necesita mucho valor". (Bertolt Brecht).

Comencemos diciendo que, desde el punto de vista lexicográfico, tarifar sería: "Fijar o aplicar una tarifa a una cosa o trabajo".

Algunos analistas del comportamiento económico, en relación con el tipo de cambio, comentan que en Venezuela existen varios tipos de cambios. Uno, el del BCV, otro, el marcador de dólar paralelo (el criminal), el del chino del mercado y el del menudeo que lo manejan, sobre todo, los del transporte público.

Parafraseando a esos analistas, diríamos que en nuestro país existe una tipología de tarifados. Aquí comentaremos sólo sobre tres.

Primero, se consiguen los que son "profesionales", son consuetudinarios, lo han sido, lo son y siempre lo serán. Eso es como una especie de carrera, con sus distintos niveles. La inmoralidad los caracteriza. La ética brilla, pero, por su ausencia. Vendieron el alma al Diablo. Son financiado desde los centros de poder, internacional y nacional. Algunos se cubren bajo el manto de alguna Organización No Gubernamental (ONG). Generalmente son periodistas o gente vinculadas con los medios de comunicación. Ganan mucho dinero con esa "profesión".

Segundo, encontramos a los nuevos tarifados, los que son capaces de escribir cualesquiera sandeces para lograr algún carguito, no tienen nada, pero mantienen las expectativas. Son profundamente optimistas y absolutamente pragmáticos. Tienen buena pluma, y atacando al otro, buscan el favor del poder, porque escribe para ello. Generalmente terminan en el "baúl de los recuerdos" o, cuando no consiguen sus objetivos, se pasan, sin remordimiento alguno, al campo del enemigo.

Tercero, son los fanáticos o los tarifados por la libre, no cobran nada, trabajan ad honorem. Escriben y atacan porque son como el personaje Eichmann, en el reportaje de Hannah Arendt, esto es, son banales, carentes totalmente de subjetividad y capaces de cualquier desaguisado. Aquí se encontrarían los "Jala mecates". Viven de las dádivas. Son realmente aborrecibles. Por cierto, la expresión "Jala mecates" se dice viene de la época de la guerra de independencia. Al parecer, al Libertador le gustaba que le mecieran la hamaca al dormir valiéndose de un mecate. Para esta tarea se ofrecían peones, soldados y hasta oficiales, buscando ganar favores o caer en gracia con Simón Bolívar. Por eso, hoy, todo adulador o persona que busca favores con lisonjas también se le aplica este mote.

Estos últimos se prestan para seguir con la política del ministerio de la verdad del gran hermano de la novela 1984 de George Orwell y entran en la categoría de los "pendejos", así son y así morirán.

El presidente Nicolás Maduro dice, por ejemplo: "Es claro que el bloqueo, las sanciones y la persecución contra Venezuela ha afectado la vida del pueblo. Pero, también es verdad que algunos dirigentes con responsabilidades, son víctimas del bloqueo mental, la indolencia, la ineficiencia y corrupción ¡Gobernemos Junto al Pueblo!", pero los fanáticos, los "jala mecates", eso no lo admiten, no lo aceptan, y repiten como loro (con el debido respeto hacia esos animales) que todo es responsabilidad del bloqueo y de las medidas coercitivas.

Y eso es así, porque, en definitiva, el mundo está lleno de gente que quiere recoger frutos de árboles que nunca sembraron.

A esa gente hay que decirles, aunque se resistan a escuchar: "más vale ser vencido diciendo la verdad, que triunfar por la mentira" (Gandhi) y que operar con la mentira y el engaño no es propio de revolucionarios y si están en el poder mucho menos.

Porque, como bien lo dijeran Vladimir Ilich Lenin y Antonio Gramsci: "la verdad siempre es revolucionaria".

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