Hay mucho más, Diosdado, en ese desprecio de Bolívar hacia los amantes del mercado… Miren…

Sábado, 25/03/2023 01:52 AM

 

  1. Se preguntaba Cicerón: "¿Qué gloria es la que se encuentra en el mercado?" Pues, la gloria que conduce al engaño. La gloria de llevar entre ceja y ceja la puñalada trapera a la patria. La miserable gloria de vivir de vanitas vanitatum. La gloria vil que se encadena con el crimen y que siempre lleva a la traición. Bolívar, desde 1819, comenzó a temer que la revolución de Independencia pudiera perderse por la avaricia del dinero, por esa tendencia a la codicia, a poseer los bienes que estaban por dejar los ladrones realistas. De una vez, apenas siendo nombrado Vicepresidente, Santander pidió para él HATOGRANDE (el hoy Camp David de Colombia, donde reciben a los presidentes de otros países), y Páez exigió que le entregaran La hacienda La Trinidad (en los valles de Aragua), inmensas y ricas propiedades del marqués Casa de León. De aquí en adelante se generalizó el pandemonio de la pedidera o de la cogedera de lo que debía ser del pueblo. Ciertos generales comenzaron a exigir el pago de sus haberes, con hatos, con casas, con ganado y con el oro que hubiesen podido dejar los realistas. No había para todo el mundo. El único, que se abstuvo de estas miserias fue el Mariscal Sucre, y por eso lo odiaban Santander, Páez, José Hilario López y José María Obando.
  2. Francisco de Paula Santander, influenciado por las teorías liberales de Jeremías Bentham (autor del libro "En Defensa de Usura"), fue acrecentando su obsesión por acumular, preservar y aumentar sus bienes materiales. Cuando apenas se estaba liberando la Nueva Granada, después de la Batalla de Boyacá, prácticamente obligó al Libertador a que se le adjudicasen dos soberbias propiedades en Bogotá. Con timidez afectada, le solicitó le fuesen concedidos ciertos terrenos "…y una casita". Ya para entonces se había vuelto un experto en el conocimiento de los medios legales que podían satisfacer con creces lo que deseaba, asesorado como sabemos por Vicente Azuero, el jefe de la Comisión de Secuestro.
  3. Sofisticada y sutilmente, le escribía para entonces Santander al Libertador: "No tengo genio pedigüeño oficialmente", y le lanza una pregunta que le hace sangrar el alma al Libertador: "Dígame, usted, para asegurarme: ¿los bienes nacionales de Cundinamarca entran en la Ley del Repartimiento? Quiero tener bienes: Lo primero, para contar con una segura subsistencia y que cuente también con ella mi familia. Lo segundo, porque no quiero ser más insensato, desprendiéndome, como hasta aquí, de tales bienes. Lo tercero, para precaver que algún día pueda ser excluido de empleos públicos por no tener bienes. Y lo cuarto, porque de servir con honor y con celo queda muy poco, y quiero que me queden siquiera unas tierras".
  4. Exactamente como han hecho muchos negociantes de partido, cuando se le acercaron a Chávez diciéndole que querían unirse a su causa para servirle al pueblo y al gobierno. ¡FALSO! ¡Sólo buscaban servirse a sí mismos! Así lo hicieron Luis Miquilena, Tobías Carrero Nacár, Alejandro Armas, Alfredo Peña y Luis Velásquez Alvaray, por ejemplo, quienes decían sin tapujo que necesitaban asegurar su futuro, asegurar un gran poder a través de sus negocios y hacerlo a costa de todos los peligros que en aquella hora estaba enfrentando el Comandante Chávez.
  5. ¿Qué futuro pretendían asegurar estos delincuentes? Pues, sencillamente no creían en el proceso, y antes de que derrocasen a Chávez querían coger su parte y huir a Estados Unidos donde se puede disfrutar a cuerpo de rey de todas las perversiones, tanto en Miami, como en Las Vegas, en Nueva York, en Los Ángeles...
  6. Siguiendo los hechos de la historia, nos encontramos que por gracia divina, don Francisco de Paula Santander fue el destinado a administrar la paga a los soldados de los ejércitos patriotas. En Bogotá, a partir de 1819 su pasión más fervorosa, fue dedicarse a acuñar plata y a llevar la cuenta de los gastos burocráticos, de lo que se daba y de cuánto se debía a las tropas. Arteramente este bandido fingía quejarse de esta ocupación, pero no era sino un modo sutil para engañar al Libertador y perpetuarse en el cargo.
  7. Bolívar sufría las deficiencias morales de sus amigos y cuando los veía conformarse con miserias, el efecto del dolor le deprimía; le hacía escribir expresiones deplorables sobre el destino de América. De allí los consejos del Quijote-Bolívar a su amanuense, el Sancho-Santander: "más preciosa es la vida de la República que el oro". Esto iba en la respuesta a una de las cartas en que Santander pedía información sobre el repartimiento de bienes. Aunque esta respuesta no estaba expresamente dirigida a él, sino a los colonos, el Vicepresidente debió encontrar, si quería, la intención pedagógica del maestro. Por estas frecuentes peticiones de Francisco de Paula, Bolívar le advierte: "Hay un buen comercio entre usted y yo; usted me manda especies y yo le mando esperanzas. En una balanza ordinaria se diría que usted es más liberal que yo. Lo presente ya pasó, lo fatuo es la propiedad del hombre, pues éste vive lanzado en la región de las ilusiones, de los apetitos y de los deseos ficticios. Pesemos un poco lo que usted me da y lo que yo le envío. ¿Cree usted que la gloria de la libertad se puede comprar con las minas de Cundinamarca?".

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