"El mejor médico del mundo es el veterinario: él no puede preguntarles a sus pacientes qué les pasa. Simplemente, lo tiene que saber".
Will Rogers.
La bella Venezuela a 21 años de los trágicos sucesos de abril del 2002, sigue siendo el mismo país que aun libra una batalla contra un carato ideológico, y que se bate todos los días por intentar hacer las cosas bien, por trabajar, y pensar con seriedad, para ver como salimos de este atolladero.
Es martirizante en este segundo trimestre del año 2023, seguir oyendo los comentarios de la ciudadanía, dentro y fuera del país, acerca de las dificultades de lo que está pasando en Venezuela.
Se habla de un Gobierno que tiene en contra a más del 80 % del pueblo, y sumergido en la pobreza a un 94 %; que está marcado por un modelo de represión, y de corrupción obscena, con el reciente escándalo del petróleo de PDVSA vendido de forma ilegal.
Pero lo que mas preocupa es el talante autoritario cercano a lo dictatorial; mostrando una incompetencia genética para enfrentar, y resolver los agobiantes problemas económicos, y sociales que ha creado, y padecemos desde hace ya mas de una década, y todavía se mantiene en el poder, a pesar de los frecuentes escándalos en que han estado involucrados altos funcionarios, sin evidencias de que se vaya a dejarlo. Aquí no se trata de un debate entre izquierdas o derechas, ni tampoco de escoger entre socialismo o capitalismo. De lo que se trata es el batallar diariamente con un carato ideológico que no es un pensamiento político doctrinario serio. No se ve en el horizonte más cercano un proyecto de país alternativo, sino el resentimiento baboso del odio, y la frustración personal. No se trata de interactuar con formaciones políticas antagónicas, con actores que piensan distinto, sino de lidiar con patologías de psicopolíticos ignorantes e irrecuperables.
Mientras tanto, existe un mayoritario pedazo del país que no huyó, y está cansado del aumento de la pobreza de casi todo los que se quedaron en su patria, aguantando la pela: siendo mas pobres, y que siguen viviendo en la pobreza más extrema, y los que se han empobrecido en este espinoso camino a pesar de las promesas de la revolución de mejorar su calidad de vida; los cambios reales del modelo de sociedad es para los árabes, persas, y chinos que nos colonizan; se han convertido en pobres, los espíritus para la creación, y la crítica; y pobres las esperanzas de salir de este caos.
Pero también sabemos que hay colonizadores, enchufados, y corruptos en este territorio llamado Venezuela. Que andan por la libre embriagados de dólares en una frenética carrera de consumismo estéril, intentando cubrir la brutal ineficiencia en todos los niveles con la lavadora de dólares, y sus sucios recursos alimentando la corrupción, el facilismo, y la mentalidad de rebatiña.
Sabemos también que hay otra Venezuela de trabajadores explotados por estos colonizadores extranjeros, que se baten todos los días por hacer las cosas bien, por trabajar, y pensar con venezolanidad, ciudadanos trabajadores que no tienen entre ceja y ceja ponerle la mano a la caja fuerte más cercana.
Aun quedan venezolanos en este país con la dignidad en la frente, y la esperanza se siente que vibra en todo el entramado de la sociedad; unos están dentro, y otros fuera del Gobierno, en las instituciones, y más allá de ellas, en los movimientos sociales, y en las prácticas individuales.
No se trata de etiquetas entre «buenos» y «malos». El asunto es el amagamiento de las calidades humanas multifactoriales que trasciendan los linderos partidistas, los calabozos del dogmatismo, las exclusiones sectarias, y la intolerancia de los tísicos de una izquierda de capirote.
El actual sistema político venezolano no es un totalitarismo cualquiera; es un neo cubanismo estalinista que ha adoptado un modelo de dominación en el cual su ejercicio hegemónico implica saber hacer concesiones tácticas para autor regular su funcionamiento, y administrar el uso del tiempo, su propia fuerza, y sus recursos, pero principalmente, el uso estratégico de la confusión, y la desinformación, para salvaguardar el horizonte deseado de permanecer, para siempre, y como sea, en el poder, siguiendo el modelo cubano.
Su horizonte en la pantalla del radar, se fundamenta en el mito de que su proyecto totalitario es un hecho político irreversible, una circunstancia definitiva con objetivos unilaterales que se imponen por las buenas, o por las malas, y que tienen carácter supra electoral, renuente a conceptos como la alterabilidad, y la responsabilidad, y que se construye de acuerdo al principio de «como va viniendo, vamos viendo» Por eso se creo la Policía Nacional Contra La Corrupción.
La Constitución de 1999, y las leyes, así como el aparataje institucional, y los conceptos tradicionales de democracia, libertad, justicia social, partidos, trabajo, empleo, etc., tienen solo un carácter simbólico, a los cuales se apela como testimonio, y justificación, cuando les conviene.
Y aquí está el detalle. No hay manera de interactuar, desde la racionalidad, con portadores de una patología política psicótica, por eso es tan difícil entender esta incongruencia socialista del siglo XXI. Es decir, la diferencia entre lo que se dice, y lo que se hace.
Los resultados están a la vista del sufrido pueblo venezolano. La más grande crisis económica, social, política, cultural, y de salud que se está viviendo en nuestra amada Venezuela.
PostScript: Ya basta de ese slogan palurdo, y de paja loca de gamelote de que todo 11 tiene su 13.