El periodista Juancho Marcano salió temprano de su casa, pues tenía que hacer varias diligencias por los pueblos que quedan cerca de la Tacarigua de Margarita. Estuvo por Juangriego, lindo puerto por donde desembarcó Simón Bolívar un 3 de mayo de 1816 para fundar en Santa Ana, la III República. Igualmente anduvo por Altagracia, pueblo margariteño de comerciantes por excelencia, y finalmente pasó por la mencionada Santa Ana, ciudad jardín y heroica de la tierra isleña. Ahí se encontró con su amigo Eudo "Jin" Morao, a quien al preguntarle qué hacía, le respondió: "Estoy haciendo mandados, porque para eso quedamos los trabajadores cuando nos jubilamos". "Yo ando en lo mismo", le dijo el reportero y ambos se rieron y luego siguieron su camino.
A eso del mediodía, llegó el periodista a su casa, donde, como siempre, lo esperaba su perro Pipo, quien moviendo su cola lo saludó y esperó que Juancho llevara las cosas para dentro de la casa y saliera a coger fresco, en las sillas del garaje que están cerca de los helechos y ya estando ahí, lo abordó: "Juancho, hoy es 19 de abril y la gente no trabaja y se celebra una fecha patria. ¿Qué quiere decir eso?".
- Mira, Pipo, no voy a hacer muy detallista en esto, solo te voy a decir que un 19 de abril de 1810, un grupo de patriotas, en Caracas, se alzaron y depusieron al español que mandaba en el Cabildo y declararon la independencia de la Patria, por eso se celebra y es un día de júbilo no laborable. Pero lo más impresionante de esto, es que ese grito de independencia llegó rápidamente a Margarita, o sea sucedió el 19 de abril y aquí en esta isla se supo rápidamente, y como este pedazo de tierra estaba llena de hombres patriotas y guerreros, un 4 de mayo de ese mismo año, allí, reunidos en La Asunción, declararon la independencia en Margarita, convirtiéndose en esta isla, una de las primeras provincias que se unían a ese movimiento independentista. ¿Qué te parece?
- Admirable, Juancho, por eso esta tierra, sin duda alguna, es una tierra grande y de hombres amantes de la libertad y de ser libres y de vivir en paz, sin que un yugo extranjero, le apriete el cuello y los vuelva serviles y esclavos.
Juancho escuchó a su perro y lo felicitó por sus palabras, pero calló, para seguir descansando.