Bonos y salarios o los economistas haciendo de abogados del diablo. Todo por la LOT y prestaciones

Viernes, 28/04/2023 03:21 PM

¡Arrepentíos, pecadores, inmunda carroña,

indignos del sacrificio de Nuestro Señor!

¡Ayunad! ¡Haced penitencia!

Isabel Allende

La casa de los Espíritus

De muy joven, quise ser abogado. Tanto que, caído Pérez Jiménez, siendo dirigente juvenil de AD, partido al cual ingresé en la clandestinidad, como he contado antes, inducido por un compadre que había regresado vivo de Guasina, puesto en libertad por razones que ahora no recuerdo, me fui a Caracas, en buena medida, estimulado por Luis Manuel Peñalver y, lo primero que se me ocurrió, fue meterme en la escuela de Derecho.

Lo de querer ser abogado me venía como por las venas, para decirlo de manera coloquial y por la fama que estos tenían entonces de luchar por la justicia, la patria y hasta el honor. Es decir, había un poco de romanticismo en todo aquello. Para decir verdad, mientras estuve en la carrera de Derecho, lo que más me atrajo fueron las clases de teoría económica, por eso me inscribí también en la de sociología, donde en la misma asignatura tuve un maestro que nunca olvidaré, cómo fue el Padre Pernaut, quien más que, de esa asignatura, me enseñó mucho sobre la docencia, la pedagogía. Aunque también recuerdo con admiración al profesor de origen español Federico Riu, quien me puso en el camino del pensamiento dialéctico de Hegel y de allí a Marx.

Nunca había meditado acerca de por qué no me inscribí en la escuela de economía, pese el interés que la teoría económica me despertaba y por el hecho que, los economistas como Héctor Malavé Mata, Armando Córdova, Francisco Mieres, Maza Zabala, etc., pues fueron muchos, nacionales y extranjeros, gozaban de mucho prestigio entre nosotros. Y escasamente me perdía alguna conferencia o debate sobre asuntos sobre el mismo asunto que se solían producir en aquel espacio, como una sala de conferencias, ubicado entre las escuelas de Economía y Humanidades.

Y hay un hecho muy particular para mí y muchos de los nuestros. Domingo Alberto Rangel no sólo era nuestro líder político, sino también el columnista o articulista, de diarios y revistas, que más leíamos. Y Domingo, como sencillamente le decíamos, pese ser abogado de profesión, había alcanzado un elevado conocimiento de la teoría económica, pero a ello se ajuntaba se bella manera de escribir y discursear. Era un artista de la palabra y excelente narrador.

Pero los economistas terminaron, a lo largo de los años, sobre todo en la IV República, convirtiéndose ante muchos de nosotros como aquellos barcos sin vela, estas rotas, deshechas por los vientos o con unos capitanes con la brújula perdida. Llegó un momento que sus "predicciones", dicho así porque los hechos posteriores demostraron que sólo eran eso, nunca se daban. Eran tan malos como muchos de aquellos dedicados a "dar tajos" en las carreras de caballos. Y cuando hablo de economistas, aludo a los de todas las tendencias y, particularmente, a quienes hacían de asesores de Fedecámaras.

Ahora mismo, en estos últimos años, los economistas y quienes no lo son, que se suman al debate y dan predicciones, lecciones y hasta sentencias, suman un buen número, están enredados en un debate que, en fin de cuentas, uno termina en un mar de dudas y desconfianzas. Y a esto se suma las predicciones de "lo cerca que estamos", según dicen, que el dólar pueda ser sustituido por otra moneda en las operaciones de país a país y esas engorrosas cosas que llaman las monedas encriptadas como el Bitcoin y hasta el Petro mismo que, en uno, el pobre infeliz de "quince y último", es como si le hablasen de los extraterrestres.

Pero en Venezuela, el centro del debate, más que esas cosas antes mencionadas, está el asunto del salario. Y lo está por razones tan elementales que no vale la pena decir nada.

La mal llamada "Ley de la Oferta y la Demanda", que supone a productores y hasta quienes tienen sus inventarios en actitud divina y generosa de ofrecer lo que el mercado demande, sigue siendo guía de una multitud, los interesados y los incautos escolares. La OPEP nació justamente para desmontar una estructura, aquella de las "Siete Hermanas", compañías petroleras gringas e inglesas que controlaban el mercado del petróleo e imponían precios en su exclusivo beneficio, pese no poseían una gota de petróleo. Y ahora, desde el nacimiento de aquella organización de productores verdaderos, en lo que el Dr. Pérez Alfonzo jugó un rol destacado, el precio del petróleo no lo maneja "La Ley de la Oferta y la Demanda", sino la OPEP, es decir un monopolio. Porque los monopolios, oligopolios, cadenas de productores y comerciantes, pueden determinar los precios. Es decir, un monopolio de propietarios del hidrocarburo, se impuso sobre el antes existente de comerciantes extractores y acaparadores del mismo Y siendo así, entonces no existe tal Ley, en ese caso, le dieron "matarile".

Pero ahora en Venezuela, con ella, la "Ley de la Oferta y la Demanda", asociada al "Monetarismo", dado que el dinero es también una mercancía cuyo significado es servir de intercambio por otras, se intenta justificar una desmedida explotación de los trabajadores, negarle todos sus beneficios y hasta hacer realidad el sueño del FMI de acabar con la vida de los jubilados, como aquellos educadores, ahora ancianos que dieron toda su vida, no sólo por aquello romanticón de "servirle al país", sino formar mano de obra para que el capital la explote.

Y dicen cosas esos monetaristas por demás infantiles, pues parecen embustes desmedidos, tanto que, pese se sustentan en la Ley de la Oferta y la Demanda, al mismo tiempo la niegan. Pues el asunto en cuestión en la Venezuela de ahora es que Fedecámaras, dado la debilidad gubernamental, circunstancia pocas veces vista antes desde los tiempos de Gómez, pese vendan la idea que, estamos ante una "dictadura comunista bestial que quiere acabar con la empresa privada y hacer el socialismo o darle todo a los trabajadores", quiere lograr de nuevo, como antes cuando Caldera, imponer la idea que las prestaciones sociales se liquiden a la vieja usanza, según el salario devengado cada año. Dado las devaluaciones habidas en Venezuela en los últimos 10 ó 12 años, hacer eso significaría pagarle ahora a un trabajador, que llegó al final de su "vida útil", una miseria.

Decía que, esos economistas monetaristas dicen cosas como infantiles y contradictorias, pero que en realidad son demoníacas y por demás crueles.

Es bueno resaltar como en Venezuela, pese "lo participativo y protagónico" y el derecho a la contratación que se deriva de nuestras leyes, se ha impuesto, desde los tiempos de Chávez, la inadecuada y reaccionaria práctica que, lo salarial lo decida unilateralmente el presidente de la República. Fue ese un proceder de buena fe que terminó siendo una trampa y un castigo para los trabajadores y del cual se valen ahora los patronos, el Estado y empresarios privados, para decidir en su beneficio lo que corresponde a los trabajadores.

Y al hablar de aumentos salariales ahora en mayo, dado que aumentar el poder adquisitivo de los trabajadores a los empresarios les conviene, por lo mismo que a la burguesía convino la abolición de la esclavitud, que haya consumidores, se pronuncia un discurso esotérico, según el cual, si se aumenta el salario se provocaría "un exceso de circulante" o la manida, repetitiva y nada elegante frase, "aumentaría en exceso la masa circulante de dinero" y en consecuencia, provocaría inflación. Es decir, volveríamos al principio y hasta peor.

Pero observe el lector la trampa y el simplismo del argumento. La "masa monetaria aumentaría" si se eleva el salario.

Para evitar eso, "los técnicos", brujos o simples tramposos que hacen el servicio completo y a buen precio al patrón, dentro o fuera del gobierno, proponen que, en lugar de aumentar salarios, se opte por bonos y hasta de "unos cuantos buenos".

Según esta propuesta, los "bonos", hasta bastante buenos, tendrían la rara facultad de no aumentar la masa monetaria o el canal de circulación de ella no se colapsaría; como que la gente compraría menos, porque lo que percibe no es salario sino bonos. Es decir, el dinero recibido en bonos usado en comprar más que antes, no provocaría inflación, porque las mercancías compradas saben que no es salario y por eso mantendrían sus viejos precios. En esas circunstancias, las mercancías saldrían al mercado sin temor alguno y tal como costaban antes, pues los bonos, aunque hasta lleguen a ser mayores que el salario, no le causarían temores y ganas de esconderse.

Llevo años, pese nada sé de economía, sólo un poco de historia, más por viejo que por lo que he estudiado, advirtiendo que, por la debacle petrolera incitada e iniciada por Rafael Ramírez, por supuesto bajo la protección inocente de Chávez, lo que ha llegado a su mayor nivel con los corruptos de ahora, herederos de una dirigencia incompetente y anquilosada, Fedecámaras ha venido tomando el control, más cuando EEUU se percató que, aquellos de la Salida y la presidencia interina, fueron y son unos inútiles, por eso se llevaron a Guaidó; y ahora está en capacidad de imponer sus leyes y sueños inescrupulosos. Y esto empieza por modificar la LOT y particularmente la forma de calcular las prestaciones. Y, el gobierno, tiene temor y hasta vergüenza de reconocer la nueva realidad.

Ellos, gobierno y Fedecámaras, manejan dos opciones. Una, modificar la LOT y aumentar los salarios como corresponde, pues el gobierno tiene sus mecanismos para recaudar los recursos, aparte de los que ya tiene para pagar bonos, Fedecámaras ya paga salarios superiores, para evitar perder trabajadores. La otra es, "compensar" al trabajador sólo con bonos si no se modifica la LOT, para que disminuya su calentera, tanto como para que pueda comprar lo mínimo y para que los empresarios vendan. La modificación de la LOT es cuesta arriba para el gobierno, pues sería un negar a Chávez y, por lo visto, más temprano que tarde, podría haber elecciones.

Eso sí, Fedecámaras, campeón de la liga, se llevaría todos los trofeos. ¡Viva la Ley de la Oferta y la Demanda!

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