Una nota conmemorativa del "Día de Colón", 12 de octubre 1492, como le llaman en la embajada imperialista y genocida del gobierno de los EEUU en la República Argentina, señala: «Hoy, el "Día de Colón" es un día festivo federal que se celebra en Estados Unidos cada año, el segundo lunes de octubre. (…) Las oficinas del gobierno federal permanecen cerradas el "Día de Colón", al igual que la mayoría de los bancos. Las escuelas suelen permanecer abiertas, al igual que la mayoría de los comercios. La ciudad de Nueva York, Denver y muchas otras ciudades siguen realizando desfiles del "Día de Colón", más de 500 años desde la histórica aparición de tres carabelas frente a las costas de una pequeña isla del Caribe». ¡Vaya festividad, celebran los americanos del norte! Todo un verdadero genocidio de sus pueblos vecinos, las y los aborígenes del sur, es convertido en una fiesta. ¡Tanto nos desprecian! Las víctimas totales de la invasión europea del continente americano, se estima en 70 millones de muertos. La matanza, más numerosa y cruel que se conoce en toda la historia de la humanidad. Investigaciones recientes de la University College de Londres, publicado en la revista Quaternary Science Reviews, evidencian que la «Gran Muerte», como le llamaron al genocidio de nuestros abuelos y abuelas: «llevó a un nuevo crecimiento de los bosques y una reducción en los niveles de dióxido de carbono (CO2), que a su vez contribuyó al enfriamiento de la Tierra en alrededor de 0,15 grados centígrados a finales del siglo XVI y principios del XVII». Esa «Pequeña Edad de Hielo», se corresponde con un período que la NASA ha situado entre 1550 y 1850, fecha de la colonización europea del territorio americano.
Cristóbal Colón, impuso su dictadura en tierras americanas para beneficio de la corona española; la cual, trajo consigo fenómenos –brutalmente- negativos que, hasta esa fecha, eran totalmente desconocidos por las poblaciones nativas que ya habitaban este continente, entre éstos, la corrupción. Por ello, a Colón se le adjudica la autoría de tan perverso flagelo. Y, aunque la invasión europea se intentó cubrir con un manto de humanidad, teniendo como justificación la propagación de la fe cristiana; los hechos confirman, que la verdadera motivación de la invasión militar, no era otro sino el afán de obtención de riquezas para la corona española, cimentada en la posesión de tierras, la explotación de minas de oro y plata, y el monopolio del comercio entre las colonias y la metrópoli. Carlos Marx, describió –acertadamente- ese proceso de conquista, genocidio, saqueo y transculturación colonialista europea: «Los descubrimientos de los yacimientos de oro y plata en América, la cruzada de exterminio, la esclavización de las poblaciones indígenas, forzadas a trabajar en el interior de las minas, el comienzo de la conquista y del saqueo de las indias, la conversión del continente africano en cazadero de esclavos negros, son todos hechos que señalan los albores de la era de producción capitalista». El oro y la plata americana, contribuyeron a formar los primeros grandes capitales europeos que dinamizaron la economía y detonaron la Revolución Industrial.
Para infortunio del gobierno imperialista y genocida de los EEUU, motivado a rebeliones de las poblaciones nativas; la corona española, se vio obligada a investigar los crímenes y el mal gobierno del presunto descubridor y fue así que, en 1500, Colón fue sometido a investigación lo que provocó su vuelta a España. «Colón y sus hermanos aplicaban justicia sin juicios, no distribuían los víveres entre los colonos y no permitían bautizarse a los indígenas para poder utilizarlos como esclavos». El juicio, fue llevado a cabo por el comendador de la Orden de Calatrava, Francisco de Bobadilla, designado por los Reyes Católicos para investigar las marramucias del connotado Almirante, concluyendo en la destitución de Colón como virrey y gobernador de las Indias. Afirma, Eduardo Galeano, que era: «Casi imposible la cuantificación exacta del botín que España robó del Nuevo Mundo durante tres siglos. Gran parte de ese botín no fue declarado». Colón, había traicionado la convicción de Isabel I de Castilla, quien tenía un propósito cristianizador, y veía en la conquista de América una posibilidad firme de convertir a las poblaciones aborígenes al Reino de Dios. Los Reyes Católicos, se congratulaban de que Colón hubiera encontrado indios «muy preparados para convertirse ya que no tienen ni ley religiosa ni secta», se dice en la Instrucción que entregaron al marinero. Estipulaba dicha orden, que los indios tenían que «ser tratados amorosamente». En contraposición: «El Almirante, se movía en una mentalidad plenamente esclavista», según el historiador Tarsicio de Azcona. Y lo confirma, Eduardo Galeano, al afirmar que: «En su diario del Descubrimiento, el almirante escribió 139 veces la palabra oro y 51 veces la palabra Dios o Nuestro Señor» (Cinco siglos de prohibición del arcoíris en el cielo Latinoamericano, EG). La destitución de Cristóbal Colón se debió, entre otras cosas, a la omisión de cuentas correctas de sus viajes. Tal era el nivel de corrupción, implantado por el virrey Colón y sus hermanos, que según cuentan testigos del proceso seguido a Colón, los hermanos se negaban a repartir los alimentos guardados en los almacenes para luego revenderlos a precios abusivos; que cuando pagaba algún sueldo, lo hacían con esclavos; exigían a los colonos que cogieran oro para él y sus hermanos; y los indios que tenía a su servicio servían para venderlos como esclavos en las plazas de La Isabela y de Santo Domingo, o para enviarlos a la Península. El rasgo que todos los testigos resaltaron como la peor cualidad del Almirante, fue su avaricia. La propia Reina, fue testigo de sus fechorías ya que, en 1495, Isabel se vio obligada a devolver a América un primer barco lleno de esclavos aborígenes y cuatro años más tarde, anunció que todo aquel que trajera esclavos debería, «so pena de muerte», devolverlos a su lugar de origen, América, y libres. Colón, fue destituido como virrey y gobernador de las Indias, y de él no se supo más nada, ni del destino de las grandes fortunas que junto a los pillos de sus hermanos amasó. Bien pudiéramos decir de dicho juicio, que surgió la impunidad que, desde entonces, ha marcado el destino de la corrupción y los corruptos como una maldición.
Con el advenimiento del periodo histórico definido como la cuarta república, comprendido entre 1830 y finales de 1999, sobrevino todo un período de grandes cambios sociales y políticos, permaneciendo intacta esa herencia europea de la corrupción. Destaca de dicho período, la actitud repulsiva que contra dicho mal siempre mantuvo el Padre Libertador, Simón Bolívar; actitud, que siempre fue contradicha por su vicepresidente, Fernando de Paula Santander, el gran corrupto de la Gran Colombia. «Tacaño, empedernido, mentiroso, mediocre, oscuro, cretino y corrupto», esos son los adjetivos que utiliza el sociólogo, investigador y escritor, Víctor Paz Otero, a la hora de hablar de Francisco de Paula Santander, al que no ve como uno de los héroes de la Independencia. «Si hay un mito falso y oscuro en Colombia, es Santander», afirma. ¡Todo un pillo, fue ese sujeto, tan igual que Colón! «Vestía ostentosamente un gran sobretodo verde, forrado con pieles importadas, pantalón de grana con galón fino y botas con espolín de oro. Lo más notorio era el desmesurado plumaje blanco de su sombrero militar» (Bolívar y Santander, José Sant Ros). Mientras el Padre Libertador, hablaba y convencía, sobre lo malo y dañino que es la corrupción, su vicepresidente lo desmentía con su conducta ostentosa, muestra de ello era su bastón de la Vicepresidencia, tallado con puño de oro y esmeraldas, tal cual vulgar Monseñor u Obispo. La corrupción implosionó a finales de dicho período histórico, cuando adecos y copeyanos copiaron el modelo político estadounidense bipartidista, tras la puesta en marcha del llamado Pacto de Punto Fijo o de New York. El presidente del principal partido de gobierno: AD, Gonzalo Barrios, definió a cabalidad el régimen corrupto devenido de dicho pacto político trazado por el imperialismo, al afirmar: «En Venezuela se roba porque no hay motivos para no hacerlo». Carlos Andrés Pérez, fue el símbolo imponente de la desbordante corrupción que marcó el destino funesto de dicho régimen perverso, que terminó convenciendo al pueblo venezolano de la necesidad de salir del mismo. Luego de una rebelión popular (27F-89), en la que murieron asesinados más de 5 mil venezolanos y venezolanas por las balas criminales de la entonces Fuerzas Armadas Nacionales, y dos rebeliones militares (4F-1992 y 27N-1992), el régimen cuarto republicano naufragó y le correspondió al Comandante Hugo Chávez, capitalizar el proceso posterior de surgimiento de la Quinta República.
La nueva República, no estuvo exenta de corruptelas ni de la maldición española, léase: la impunidad. Chávez, al igual que Bolívar, fue marcado por la corrupción de su ministro más cercano: Luis Miquilena, quien como Ministro de Interior y Justicia (el equivalente a lo que hoy es el vicepresidente), fue acusado en 2001 por el Fiscal General, siendo juzgado por hechos de corrupción y absuelto de dichos cargos, gracias a su ascendencia sobre los jueces que le juzgaron. Fue, el gran corrupto de los primeros años de la Quinta República, y se valió de la impunidad que le brindó haber ocupado altos cargos públicos para abusar de la confianza que depositó en él, Hugo Chávez, a quien traicionó apenas se percató que -con Chávez- no le sería nada fácil seguir sus negociados con su socio Tobías Carrero. A partir de entonces, la impunidad se disfrazó de oposición política, y solo bastaba declararse de oposición, en consecuencia preso político, para cubrirse de impunidad y garantizarse el apoyo pleno del gobierno imperialista y genocida de los EEUU, sus organizaciones transnacionales de derechos humanos, y hasta de la corrupta y moribunda corte penal internacional. Sin dudas, en esos primeros años, se fortaleció la impunidad como manto protector de la corrupción.
Le corresponde al Presidente Nicolás Maduro, la dicha de haber sido el Primer Magistrado de la República, en romper la maldición de la impunidad a la corrupción por más 500 años. La Nación, fue testigo de un hecho excepcional e histórico, comprobó que los corruptos no solo podían encarcelárseles sino que era una obligación constitucional. Hoy, más de un centenar de altos gerentes petroleros están en cárceles venezolanas; con la excepción de los 5 de Citgo, por quienes la insulza y corrupta nación imperialista y genocida del norte, los EEUU, abogó y logró su liberación producto de un canje de prisioneros de guerra entre ambas naciones. Ese solo hecho, evidencia cuan falsas son las palabras del presidente Joe Biden, cuando afirma: «La corrupción es un cáncer, un cáncer que carcome la fe de los ciudadanos en la democracia, disminuye el instinto de innovación y creatividad.» Tácito le diría, sin tapujo alguno: «En un espíritu corrompido no cabe el honor.» «Padre, nosotros nunca hemos conocido la vida en la Tierra sin la maldición. Nos parece normal y permanente, pero recuérdanos que no es algo normal. Es una aberración temporal, una rebelión momentánea que por cierto terminará. Nuestra caída, y la de la Tierra, es algo que tú has prometido arreglar para siempre. Gracias por tu promesa de que esta Tierra en la que vivimos un día será como tú quisiste que fuera. Ayúdanos a esperar con anticipación ese tiempo y lugar cuando ya no habrá maldición.» (50 Días del Cielo by Randy Alcorn).
527 años después de la llegada de Colón a tierras americanas, un bufón llamado: Juan Gerardo Guaidó Márquez, se apersona a la Casa Blanca, sede del reino del führer, Donald Trump, para convencerlo que el «cambio de régimen» en la República Bolivariana de Venezuela, es cosa fácil y él mismo, se propone para liderar ese proceso. «Trump, luego le aseguró a Guaidó que él derrocaría a Maduro, y añadió, además, que estaba seguro de que Guaidó recordaría en el futuro lo que había sucedido, lo que era la manera que Trump tenía de mostrarle su interés en los yacimientos petrolíferos de Venezuela.» (Extracto del libro de John Bolton "The Room Where it Happened" ("La habitación donde sucedió") publicado en 2020). Yacimientos todos, que el hampón de Guaidó, había ofrecido entregar, en beneplácito para su explotación y usufructo a ese otro hampón llamado Donald Trump. Con Trump y Guaidó, las sanciones y el bloqueo financiero-comercial contra el pueblo venezolano en su totalidad se hicieron una realidad que causó penurias, sufrimiento y muertes de venezolanos y venezolanas; en 40 mil compatriotas, cifran las muertes causadas por ese par de delincuentes según estudio, publicado por el Centro para la Investigación Económica y Política, con sede en EEUU. Esa funesta política, naufragó en un mar mal oliente de corrupción que convierte a ambos delincuentes: Donald Trump y Juan Gerardo Guaidó Márquez, en autores del segundo gran robo y saqueo ocurrido en tierras americanas, después del ejecutado por Cristóbal Colón. Tal fue, el nivel de saqueo y robo del Patrimonio Público -ejecutado por ambos delincuentes- que, a pocos días de conmemorarse el día del trabajador venezolano, el Gobierno Bolivariano de Nicolás Maduro, al no contar con recursos suficientes, evalúa la posibilidad de aumentar o no, el Salario Mínimo Nacional, ajustado –tradicionalmente- en estas fechas.
La maldición de la impunidad, impidió el encarcelamiento y pase a juicio del delincuente venezolano, quien al menor descuido, huyó al exterior gracias a la complicidad del embajador en Colombia del gobierno imperialista de los EEUU, otro delincuentes más, llamado: James Story, involucrado en la trata de personas, con los llamados migrantes venezolanos a quienes convirtió en esclavos, objetos de su afán por obtener riquezas, tan igual hacía el Almirante Colón. Hoy, Guaidó, es un prófugo de la injusticia venezolana, refugiándose en los EEUU, específicamente en Miami, ciudad refugio de delincuentes de todo pelaje: terroristas, ladrones, narcotraficantes, femicidas. El Presidente Maduro, no está solo en esta cruzada contra la corrupción que ha emprendido; el pueblo, le apoya y lo acompaña. La Asamblea Nacional, ha dado un paso al frente en esta batalla y se coloca a la par del Presidente Maduro. La aprobación de la inédita Ley Orgánica de Extinción de Dominio, LOED, dota al Primer Mandatario Nacional de un verdadero mazo para «descabezar» a los corruptos. «La Extinción de Dominio, es una fórmula jurídica que permite transferir al Estado la titularidad de los bienes relacionados con actividades consideradas como delito en la legislación contra la corrupción, la delincuencia organizada, el financiamiento al terrorismo, la legitimación de capitales y tráfico ilícito de sustancias psicotrópicas y estupefacientes, aun cuando no se haya dictado sentencia en el proceso penal correspondiente.» (Exposición de Motivo de la LOED).
Pero, la batalla es a muerte contra la corrupción y después de aprobada dicha Ley, el presidente del parlamento nacional, el diputado Jorge Rodríguez anunció la creación de: «una comisión especial que dirigirá el diputado Diosdado Cabello, para revisar todas aquellas leyes relacionadas en la lucha contra la corrupción, para hacerlas más enérgicas y eficientes en el cumplimiento de su labor, para que la impunidad no sea la moneda de uso por parte de corruptas, corruptos o de personas pertenecientes al sector privado». Bienvenido sería, que el Poder Judicial también diera un paso al frente y se manifestara en la misma línea de conducta anticorrupción y designara de su seno, un Tribunal Especial Anticorrupción, que juzgue en territorio nacional y en ausencia, ese par de delincuentes residenciados ambos en Miami: léase: Donald Trump y Juan Gerardo Guaidó Márquez, cuyos crímenes afectaron y todavía afectan, a la inmensa mayoría del pueblo venezolano. De todas y todos, es conocido que la corte penal internacional es un instrumento corrompido del gobierno imperialista y genocida de los EEUU. Así que, el funcionario de gobierno que haya puesto sus esperanzas en dicho instrumento imperial, es hora que pise tierra y crea más en los órganos de justicia nacional, y deje de engañar al Presidente Maduro con fantasías bufas…
Caracas, 30-04-2023