Carlos Andrés Pérez y la "Gran Venezuela". Nunca se es tan grande como uno cree (I)

Miércoles, 17/05/2023 03:11 PM

I

Este trabajo que alude a Carlos Andrés Pérez y "La Gran Venezuela", que publicaré en dos entregas, forma parte de mi libro titulado "Venezuela entrando en el siglo XI. De lo mesiánico".

Nunca, en la historia de Venezuela, un gobernante, salvo Gómez que gobernó más de 30 años y Pérez Jiménez, unos 10, ambos bajo el imperio de las armas y la fuerza, un gobernante se había sentido más seguro y con suficiente respaldo popular. Pues ambos, me refiero a los dos dictadores, por la fuerza de la costumbre y el atractivo del poder, tuvieron respaldo en buena parte de la gente. Es bueno recordar, a manera de fortalecer lo que hemos dicho, como en las elecciones de 1968, el Partido de Pérez Jiménez, Cruzada Cívica Nacionalista, apenas acabado de ser ese derrocado, sacó una buena votación y él mismo, resultó electo senador por el Distrito Federal, derecho que los partidos del Pacto de Punto Fijo le desconocieron. Pues ejercer el gobierno, las ventajas que eso comporta de diferente naturaleza, garantizan al gobernante apoyo de la gente. De quienes son beneficiados, simplemente se creen serlo y hasta el temor mismo que pudiera generar en la gente. Luego, cuando en 1972, Pérez Jiménez, se postula como candidato presidencial, el Poder Judicial anula su candidatura, dado el temor que infundía su respaldo popular. Y por muchos años más, su partido, continuó siendo una fuerza con considerable respaldo. Gómez, después de muerto, hasta por el temor engendrado en las multitudes, sirvió para respaldar a sus sucesores, Eleazar López Contreras e Isaías Medina Angarita. Los días, horas posteriores a la muerte del general de la mulera, Venezuela vivió en silencio, toda ella se volvió un espacio vacío de palabras y gestos. Pese haber muerto y enterrado, a lo largo del país se le seguía nombrando con "veneración", odio y miedo y cualquier comentario se hacía en susurro y mirando en redondo, cuidando que nadie distinto a la persona a quien se hablaba escuchase. Se temía que, aún elogiándole se podía ser malinterpretado.

Sólo Chávez, con posterioridad, ha sido el gobernante, que pudo aglutinar a su alrededor tanto y más respaldo como CAP. Allí están los números como muestra irrefutable.

El "puntofijismo", fue una alianza concebida y generada antes que cayese Pérez Jiménez, para garantizarle el poder a las clases dominantes a lo interno, de allí el apoyo incondicional que estas les dieron a los partidos que lo configuraron, una vez derrocado el dictador y, fue, a su vez, la base para poner en marcha el programa de sustitución de importaciones. Los representantes de esas clases fueron incorporados en abundancia y de manera continua a los mal altos cargos de los gobiernos, sobre todos a aquellos desde donde manejaba la economía. Fue una alianza concebida para eternizarse en el poder, pero no obstante eso, pese todo, como a todo cochino, "le llegó su sábado".

Carlos Andrés Pérez llega a la presidencia de Venezuela y lo hace anunciando la "construcción de la Gran Venezuela". Una oferta que está inspirada en la riqueza petrolera y la cercanía del vencimiento de las concesiones petroleras otorgadas a las empresas que extraían y comercializaban el petróleo. El discurso de Pérez es por demás ampuloso y lleno de alegorías para darle a su accionar en lo inmediato un sentido patriótico y hasta mesiánico. Como que la historia le había puesto allí para hacer grandes y trascendentes cosas que estarían destinadas a construir "la Gran Venezuela". Su toma de posesión, como también lo hizo en la segunda, se convierte un acto de tanta trascendencia y significación en correspondencia con el discurso y la oferta que, en ambas oportunidades, se habló del aclamacionismo. Fueron invitados y asistieron casi todos los presidentes del continente y algunos de Europa.

Pérez se sintió llamado a la gran tarea, que definió con aquel "slogan" y se propuso, en sus intimidades, atraerse el respaldo de la izquierda venezolana y hasta del resto de América Latina. Su audacia tuvo varias manifestaciones. Invitó, como dijimos a "su coronación", a Fidel Castro, corriendo el riesgo, como en efecto sucedió, que este le disputase el centro de atracción de periodistas y la mirada mundial en el instante que era ungido como presidente. A partir de allí estableció una relación más o menos estrecha con el líder de la revolución cubana, tanto que durante su primer gobierno y luego en el segundo, aquellos vínculos se estrecharon con la colaboración de sectores de la izquierda venezolana y personajes ligadas a ella como José Vicente Rangel. Hasta Teodoro Petkof y su hermano Lubén, quien fue por varios años comandante guerrillero, acogido a la pacificación jugó un importante papel en la comercialización del cemento entre Venezuela y Cuba. De este lado, se valoró muy alto la política internacional de CAP que parecía poner acento en una diplomacia destinada a abrirle espacios especialmente en el área latinoamericana al gobierno de la isla caribeña y hasta llegó a producir aquel gesto como también mesiánico de regalarle un barco a Bolivia sin que esta tuviese acceso al mar. Fue un "hermoso" gesto de solidaridad que sin duda, con el asumido frente a Cuba, le rindió sus frutos en el momento oportuno.

Pero Pérez llevó a más su atrevimiento y audacia para engañar a incautos. Impulsó aquella iniciativa de "nacionalizar la industria petrolera", en un momento que, como decimos los venezolanos en lenguaje coloquial, "cuando hambre y necesidad se juntaron". La nacionalización de la industria pareció gustarle demasiado a las empresas transnacionales y particularmente aquellas que habían manejado por incontables décadas el negocio; reaccionaron casi de la misma manera que los dueños de centenares de empresas quebradas que CAP nacionalizó, bajo la idea de crear un Estado fuerte, un poderoso capitalismo de Estado para emprender algo así como una hazaña. Hasta los empresarios aplaudieron y con razón, muchos de ellos salieron de la quiebra cuando aquel estado en exceso dispendioso les pagó sus chatarras a precio ni siquiera soñado. Terminaron hasta sintiéndose como náufragos que en medio del mar agitado y entre brumas ansían alguien que acudiese a rescatarles. Y eso consiguieron ¿Y cómo reaccionar, en medio del naufragio, ante aquel inesperado capitán que sale de las sombras y le tiende la mano de manera tan generosa, inesperada sino de manera agradecida? Los dueños de los capitales invertidos en la industria petrolera sabían, y eso esperaban con angustia, que pronto, de acuerdo a la Ley de Hidrocarburos vigente, se agotaría el plazo de las concesiones y por disposición de la misma debían entregar los espacios que ellos habían usufructuado para explorar, explotar y comercializar, incluyendo las instalaciones, sin costo alguno para la nación venezolana. Pero con aquel gesto "iracundo", promovido por CAP, se ganaba el respaldo de los nacionales todos, hasta los más incrédulos y se ayudaba a que las trasnacionales de aquello hiciesen un negocio. La sola palabra nacionalización y la falsa creencia que con ello se golpeaba los intereses internacionales, bastaron para enceguecer a mucha gente que se creía perspicaz; pudo más aquel gesto, como grito e insulto, que los intereses nacionales mismos. El gesto, grito, la iracundia, se asemejaba mucho a lo mesiánico y no a aquel esperar que pasasen los días para se procediese a reclamar lo previsto en Ley de Hidrocarburo. Por eso, ninguna de aquellas empresas y sus propietarios protestó, no hubo señalamiento alguno contra CAP y su gobierno. Un gesto como mesiánico produjo aquel milagro donde los venezolanos todos, hasta aplaudimos. Y en el segundo gobierno del mismo presidente, surgido de una avalancha de votos, por aquel período mesiánico del dólar muy barato, el célebre "Ta´barato dame dos", el viajar incesante de multitudes a Miami, aprovechando aquel festival, el mesianismo volvió a operar. Esta vez la toma de posesión opacó la primera y volvió Castro a ser el invitado que más atrajo la mirada de las multitudes y el interés de los periodistas. Aquel mesianismo, apuntalado en unas relaciones demasiados cordiales con USA, que le permitió el coqueteo con el jefe de Estado cubano y el convertirse en importante figura de la diplomacia latinoamericana, hizo posible que habiendo ascendido al poder en medio de dificultades económicas, derivadas del bajo precio del hidrocarburo, una disminución ostensible de las reservas internacionales y un alto costo de la divisa norteamericana, aumentó cuando el pueblo creyó que su regreso al poder, con aquel enorme respaldo significaba el regreso de los buenos tiempos. Él eso creyó y hasta pensó podía darse el lujo de aplicar aquel brutal programa económico impuesto por el Fondo Monetario Internacional; por algo había regresado a Miraflores con una votación que nunca en Venezuela había alcanzado candidato alguno. El mesianismo de nuevo tomó posesión de un personaje y le hizo creer estar por encima de las dificultades y contradicciones inherentes a las luchas del hombre.

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