Otra vez, volver al paraíso, con amenazas de vaguadas, azotes inclementes del tiempo, derrumbes…

Lunes, 29/05/2023 03:26 PM

27-4-23: Viene Alejandrito y nos trae cuatro naranjas y cinco huevos.

Pasa Consuelo sabaneando sus pavas.

Por la noche voy y le hago una visita al señor Corsino. Encuentro en el corredor, en amena conversa, a sus hijos, Manuel, Enrique, Evencio y Ángel. A su turno, cada cual plantea un tema y por allí nos vamos, desglosándolo y tratando de sacar algunas conclusiones. Todo al azar y sin orden. La luna asoma por un costado y parece un recorte de cartulina gris sobre naranjo seco. Al tiempo que voy escuchando los profundos y muy bien cimentados argumentos de Evencio sobre la mezcla de sequía con amenaza de vaguadas, por ejemplo, pongo atención a una orgía que en el patio están montando un cochino y el perro Nevado cuando el uno cree que el otro es la hembra. Salta el gato por la verja y se posa en un banco, inocentico el felino, como ocultando alguna vagabundería que le ha hecho a los pollos. El santo vicio obliga a algunos de los presentes ir al patio para soltar un buche de petróleo. Nos reímos un rato porque Ramoncito instaló un aparato en la aldea para que la gente pudiera disponer de internet, pero resulta que es tan débil la señal que no hay manera de ingresar a los bancos para hacerle el pago correspondiente de su servicio. En Canaguá desaparecieron desde hace años dos bancos, Provincial y Bicentenario, y aquí todo se tranza en dólares o pesos colombianos. Aquí ya la gente no sabe cómo son los bolívares que ha puesto en circulación el Banco Central.

Se vuelve al asunto tenebroso y desgraciado de la falta de gasolina. Aquí en Canaguá, los agricultores llevan cuatro meses sin conseguir combustible. Los que consiguen un poco lo pagan a dólar y medio y a dos dólares. Es algo milagroso lo que la gente hace para producir, para conseguir abono, para recoger sus cosechas, y no culpan al gobierno sino al misterio como aparecen veladas o confundidas estas penosas realidades. Las motos bajan apagadas para ahorrar en lo posible lo poco que tienen; el transporte hacia Mérida está casi paralizado. Nadie sabe, nadie explica, nadie entiende por qué tanta desinformación. Realmente qué está sucediendo: si es que algunas refinerías están paralizadas o funcionando a media máquina, o se trata de que no hay suficientes cisternas para transportar la gasolina hacia los andes, o es que acaso las están desviando y no llegan a su destino. O es que las sanciones siguen pesando tanto que no podemos procesar suficiente gasolina por los eternos sabotajes y bloqueos. Lo que todo el mundo quiere saber, aunque sea duro, es que se diga qué ocurre. Al mismo tiempo, lo sorprendente en esta zona de los Pueblos del Sur, es que todo el que necesite gasolina la puede encontrar, pero a dólar y medio o dos dólares el litro como ya se dijo arriba, ya sea en Canaguá, en Mucuchachí, en Mucutuy. Yo, por ejemplo, hace unas semanas ante de salir para Canaguá, denuncié el criminal negocio que significa que la gasolina en muchas bombas, sólo pueda pagarse en dólares, y que muy probablemente en ellas se esté presentando otro oscuro negocio como los miles que en cadena han presentado y presenta PDVSA. Luego, algunos hechos así lo han comprobado, porque ayer mismo, me refirieron que Diosdado Cabello denunció que se habían descubierto cien gandolas que vendían de manera ilegal gasolina a entes privados. ¿Habrá una especie de maldición imparable en PDVSA, que pareciera que todo el que llega allí de inmediato se pudre, se daña, provocando desmanes incalculables a la nación?

Abraham y su hijo Junior nos hacen una visita. Traen un costal con yuca y maduros. Abraham nos cuenta que lleva cuatro meses sin poder mover su jeep porque no consigue gasolina. Abraham es un conocido productor cafetalero de la zona.

28-4-23: Sigue lloviendo por estos lares. Llevamos tres días en los que no sale el sol, pero los caños y ríos están sedientos, vainas contradictorias de cómo anda el clima.

Ha subido Lizardo llevando un ganado junto con su hijo Diego. Un ganado que ellos dos han traído a pie desde Guaimaral. Habían salido de Guaimaral a las 9 de la mañana, llegando a Canaguá al caer la tarde.

Todos los que han probado la torta de yuca que hizo María Eugenia han quedado maravillados del sabor y la textura: los Mora (el señor Corsino, Ángel, Enrique y Manuel), Lizardo y su hijo Diego, Abraham y su hijo Junior. Con tan buenos resultados, María Eugenia ha decidido hacer otra.

Por los vientos que soplan, éste puede ser el último Diario que recoja de nuestra vida en este paraíso. Creo que, si reuniéramos en un libro todos estos relatos de nuestra vida acá, tendríamos una historia tan voluminosa como los recogidos en su diario por Francisco de Miranda. Más de diez volúmenes, en formato de un dieciséis y con 150 páginas cada uno. Sería nuestro "Walden", que a diferencia del de Henry David Thoreau, nosotros nos hemos mantenido en este paraíso no dos años, como él, sino doce.

Aquí hicimos una casita, conocimos la sencillez más sublime, tuvimos casi todo lo que como humanos al parecer no merecemos. Aprendimos a vivir en medio de la más grandiosa soledad y silencio. Aprendimos a amar las plantas y las aves, venerar a los perros, a cuidar todo lo que florece para gracia y nobleza de la vida. Aprendimos a oír los susurros y cantos del viento y de la lluvia; a bañarnos en ríos helados, a recorrer docenas de encantadas montañas, a oír nuestros propios poemas interiores. A conocer gente que no espera nada de los gobiernos y que todo lo hace por sí misma, creativamente. Que cuanto come lo tiene aquí mismo: la carne de aves, de cabra o de res; la leche, el queso, los huevos, las verduras y las frutas. Aquí se cultiva el mejor café del mundo. Aquí vive la gente más longeva de los andes venezolanos. Aquí viven los niños más felices de la tierra y las mujeres más hermosas. Aquí se vive con una sencillez abismante, con las costumbres que les legaron sus abuelos, amando el trabajo y la tierra, conociendo a la naturaleza en sus infinitas bondades, con sus ciclos de lecciones, con sus bendiciones y amenazas. No se puede creer que en estos apartados lugares y en estos aparentes encierros, entre montañas, la gente se apañe para vivir feliz precisamente por tener solo lo esencial: el sol, las estrellas, el viento, la lluvia, la tierra y los frutos de ésta; el amor a Dios y la ilusión que está en lo que hacen día a día, en lo que trabajan con sus propias manos. Corazones alegres en medio de placenteras luchas.

Ha pasado Carmelina (hija del señor Corsino) con su esposo Luis, una pareja que tiene un terreno con unas reses, en un lugar llamado Casanare, a seis horas a pie desde Canaguá. Es de difícil acceso el trayecto hacia Casanare porque es igual ir en bestia que a pie por lo muy pedregoso y encharcado del camino. Además, por estos lugares han ido desapareciendo las bestias de carga desde que se impusieron las motos. Ya casi no se ven burros, por ejemplo. Carmelina y familia (tienen cuatro hijos) visitan Casanare cada veinte días, van y atienden sus cosas, apenas si duermen allí una noche y luego se regresan.

Carmelina nos dice que va a casa de su padre a hacer pan. Les encargamos dos quesadillas y tres piñitas azucaradas.

Ha venido el señor Corsino y departimos parte de la mañana en el porche. Enrique estuvo fumigando el terreno de la escuelita porque piensa sembrar maíz, como ya habíamos dicho.

Pasa Agustina, esposa de Abel y cuñada del señor Corsino, señora de unos ochenta años, quien se dirige a El Rincón con su nieta Fátima. Es una caminata de unas dos horas y por caminos bien empinados, que discurren por el filo de varios precipicios. Nosotros hace un mes y medio quisimos hacer ese camino, pero sólo llegamos hasta el filo de los Atalitos (en una caminata de una hora), quedándonos aún por delante, dos horas de trayecto.

Al lado de nuestra casita, ha estado reunida la familia de Evencio, con motivo, pienso, de que hoy es sábado, día de descanso y momento para departir. Al poco rato llega Avenildo con tres paledonias. Es decir, están haciendo pan en el fabuloso horno que les hizo el señor Isidro Molina.

El señor Isidro Molina, en un terreno al lado de la escuelita, está haciendo un gran experimento con una siembra de café orgánico mediante el uso de un abono que él mismo prepara. El señor Isidro vive en el pueblo y sube todos los días a atender la maravilla que está ensayando, una variedad de café que ha sembrado llamada Catimor, un híbrido entre caturra y el Café Timor, poco conocido, que proviene de Timor (isla en Indonesia). Tiene unas dos mil quinientas matas. Con María Eugenia nos acercamos a ver su laboratorio agrícola y nos muestra el abono (elaborado en un compostero que tiene por nombre BOCACCI), lleva diferentes tipos de estiércol, cascaras de huevos, ralladura de huesos quemados y pajilla triturada. Este compost debe taparse con láminas de zinc y mantenerse a una temperatura de 48 grados centígrados. Isidro mezcla el Bocacci con el abono de lombriz californiana. Para rallar los huesos de ganado que consigue en el matadero, primero los quema para luego pulverizarlos. El procedimiento todo de cultivo, requiere de muchos cuidados, porque una vez limpiados los sitios donde están plantadas sus matas, se debe colocar el abono, para de vez en cuando removerlo, porque de manera natural este material se calienta por su propio proceso químico. El señor Isidro es un investigador nato, con paciencia india, y está en sus labores unas doce horas diarias atendiendo sus matas. Hay que ver la maravilla de café que podrá sacar de allí, porque nos dice que será un producto bajo en cafeína. Dentro de un año obtendrá su primera cosecha, y cómo queremos ser de los primeros en probarlo.

A las 8 nos vamos a la cama. Comienza a llover, y así nos vamos quedando dormidos, oyendo el tamborilear del agua sobre las tejas.

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