Confieso que ya ningún acto llevado a cabo por parte de la hamponcracia en Carabobo me causa asombro, porque ese y no otro puede ser su comportamiento delincuencial que rige su naturaleza.
Esta operación de destrucción del espíritu y la identidad del venezolano lo venimos denunciando desde hace ya bastante tiempo. Pues el asunto no está en que sea meranente coyuntural el que en Carabobo, por no decir todo el país, por carambolas de la vida se hayan montado a gobernar una banda delincuencial, no, ese a nuestro entender no es el problema principal. El problema es que hay todo un plan, muy bien preconcebido, por gente pensante, que persigue, y en gran parte lo han conseguido, destruir los valores éticos y morales del pueblo venezolano y del carabobeño en particular para dejarlo sin perspectiva histórica, sin un adónde ir con definiciones claras.
Las clases dominantes históricamente aprendieron que cuando a un pueblo se le quiere dominar no sólo se le somete por la fuerza y por el estómago, sino, también, a través de la ignorancia de sus deberes y derechos, y para lograr eso no hay una herramienta más eficaz que la educación, pero sobre todo, con un modelo educativo que adoctrine dentro de las ideas dominantes, que inculque los anti- valores, para que este pueblo sienta desprecio por los hábitos y las prácticas decentes, honestas y dignas que toda sociedad necesita para funcionar bien, con salud mental y física
Pero además debe ser un sistema educativo que refuerce y reproduzca las conductas delictivas que son las que caracterizan a la hamponcracia en Carabobo.
No obstante esta brevísima definición de la estrategia de dominación que usa la hamponcracia, cabe aqui también una crítica al gremio docente. Entre el magisterio carabobeño se puede uno conseguir a maestros y maestras con un comportamiento de lumpen, de profesionales que no tienen la más mínima ética docente, y eso, ayuda al fin y al cabo, a mantenerse en el poder a una hamponcracia que está aceleradamente destruyendo la identidad y la decencia del pueblo carabobeño, especialmente de sus niños y juventud.
Para acabar, con este desastre no hay otra opción distinta sino que el pueblo carabobeño se reorganice, se unifique en torno a un programa para salvar a este pedazo importante de la República de Venezuela que se llama Carabobo.
Y a los docentes les seguimos haciendo el mismo llamado, deben organizarse en sus propios gremios alejados de las burocracias sindicales vende contratos, buscar a los padres y representantes y a los mismos estudiantes de bachillerato para constituir un solo Frente en defensa de la educación. Lo que ocurrió en la Villa Olimpica es una muestra de que la hamponcracia, que destruye a Carabobo, quiere acabar con la resistencia del pueblo docente que seguramente en el mes de septiembre regrese a la protesta por mejor salario. Por último, es evidente que la señora Xiomara Luna debe renunciar a seguir como jefe de zona.