Dada la información de la renuncia del CNE, sectores opositores no tardaron en poner a correr como con demasiada rapidez sus interpretaciones o narrativas sobre ese acontecimiento.
La primera de ellas, es que no hubo tal renuncia, sino que los rectores fueron "renunciados". Significa eso en la intención del propagandista que ellos no estuvieron de acuerdo en eso sino que, "por oficio", el gobierno o la alta dirección del PSUV, les destituyó para poner a otros, dado que quienes esos cargos ocupan, no hacen con la pertinencia debida las tareas para hacerle fraude a la oposición. Aunque lo sensato es pensar que, entre la dirección del partido y el gobierno, acordaron cambiar al CNE para darle otra imagen; digo otra, la que cualquiera se le ocurra imaginar y hasta hacer concesiones a peticiones hechas en reuniones secretas entre quienes procuran ciertos cambios y acercamientos. Es decir, no se trata tampoco que los miembros del CNE, partidarios del gobierno, tomaron esa decisión por su expresa y absoluta voluntad, como menos el gobierno lo decidió de manera unilateral sin darle sus satisfacciones a los renunciantes. .
Pero ese discurso opositor deforme, se pronuncia porque, pese en ese universo se llame a primarias con la intención de participar en las venideras elecciones, buena parte sigue sujeta a la idea que el CNE les hará trampa y consolidará un fraude. Es decir, según ellos, ya todo está decidido, participarían uno no sabe a ciencia cierta para qué, salvo por complacer al gobierno de EEUU y demostrarle a Biden que debe hacer lo que quería Trump, tumbar a Maduro. Pues no hay forma de ganar habiendo un CNE donde el gobierno tenga mayoría. Pese con Chávez, en 1959 y en las elecciones legislativas del 2014, los hechos demostraron lo contrario. Y en la historia de Venezuela hay suficientes pruebas que eso puede suceder.
Lo anterior está en perfecta coherencia con su disposición a rajatabla de no aceptar que el CNE les preste ayuda en sus elecciones. Como también se hizo en la UCV, donde predomina la misma narrativa y disposición política. Pero no porque en verdad crean que ese organismo trampee, sino que sería darle valor y autoridad. Y eso no es posible, pues parte importante de la oposición, la más radical, tiene como meta que, en las próximas elecciones presidenciales, en caso de perderlas, dirán inexorablemente que el CNE les hizo trampas. Es su disposición no reconocer resultado electoral alguno en el cual no salgan gananciosos. En eso llevan más de 20 años y ahora no están dispuestos a cambiar. Todavía es como muy temprano.
Por eso, o para ser coherentes, al enterarse que el PSUV y el gobierno, o en el orden inverso, decidieron cambiar al actual CNE, que de paso, la oposición extremista, como a los anteriores, ha culpado de sus últimas derrotas, no opta por pensar, pese lo sepa resultado de conversaciones de alto nivel, en las cuales podrían estar involucrados el gobierno de EEUU y hasta su más eficaz intermediario, como lo es Fedecámaras, dado que las conversaciones con los partidos opositores no son muy productivas y menos dignas de crédito, sino en una unilateral medida del gobierno, destinada a fortalecer la capacidad para la trampa.
Pero además de lo anterior, como con demasiado apuro, pese se habla de un proceso al parecer riguroso y complicado que pasaría por varias instancias, la propaganda opositora extremista y pesimista, ha puesto a rodar con enorme velocidad la información, según la cual, los candidatos a presidir el CNE serían la señora Cilia Flores o Francisco Ameliach. Extraña que, para ser más alarmistas, pesimistas o alquimistas, no hayan incluido en esa lista a Diosdado Cabello y Pedro Carreño.
Digo lo anterior porque, soy de quienes cree que, el proceso de votación en Venezuela, como ya varias veces lo dijo el expresidente de Estados Unidos que estuvo aquí de observador más de una vez, Jimmy Carter, es seguro y en buena medida inviolable, sin importar quienes manejen el CNE. Pues las medidas que este puede tomar y toma, como la inhabilitación de determinados candidatos, aparte que no son el resultado de deliberaciones voluntarias, libres e independientes de ellos, los rectores del CNE, sino determinados en otras instancias, tampoco en el caso de la Venezuela actual, tienen mucho peso en los resultados.
Los candidatos ahora inhabilitados por lo general, para no decir todos, pese pudiera decirse con seguridad, no gozan de ningún respaldo significativo. Todas las encuestas conocidas, hasta las vinculadas a los partidos opositores, hablan de porcentajes favorables a cada uno de ellos de poca significación. Entonces, el problema opositor no es sólo de candidatura, sino el de la unidad entre las tantas parcelas existentes o las diferencias en lo que respecta al programa de gobierno, la visión de país.
¿Cómo unir a una parte oposicionista, partidaria descarada de la injerencia extranjera en los asuntos venezolanos, insensible frente a las vicisitudes de los trabajadores con otra abundante, pero también parcelada, con una aptitud y visión radicalmente opuesta a aquella? ¿Cómo resolver, sin unas conversaciones cuidadosas y sensatas, la discrepancia de un determinado sector en algo sustancial, sin que necesariamente lleve al otro a afirmar que quien en eso esté es un agente pagado del gobierno? ¿Cómo manejar acertadamente unas relaciones y llegar a acuerdos, si se piensa y difunde que, discrepar de una determinada precandidatura y optar por otra, también es ser agente pagado por el oficialismo?
Mientras tanto, en la oposición, salvo la palabra de alguno que otro personaje centrado, serio y comedido, como observo a Eduardo Fernández y Luis Vicente León, sólo se habla de candidaturas y elecciones primarias. Pero no de "cómo se come eso", para qué y quién sería el adecuado en ese "para qué", de manera de unir al electorado. Nada se dice de cuál sería el programa de ese gobierno y los compromisos de ese candidato. ¿Cómo creer y pretender que un universo, de ñapa también dividido, por un simple acto electoral, se incline a votar por un candidato ganador de unas primarias con una visión de la sociedad venezolana y sus graves problemas radicalmente distanciada de la suya?
De donde no es nada extraño, dado los distanciamientos entre las tantas pequeñas parcelas, que una vez realizadas esas primarias, los perdedores opten por ignorar ese compromiso. Tanto como, para aun así, desconocer al ganador, no prestarle su respaldo, lanzar sus candidaturas y estorbar al escogido en las primarias y hasta buscar nuevos y diferentes acuerdos.
Y entonces, por lo anterior, el mayor escollo opositor no es el CNE; ese es un simple cuento de camino; lo es la división entre ellos y para mejor decirlo, el distanciamiento entre esos numerosos factores. Habría que hacer magia, brujería, para que en tan corto plazo, esos abundantes factores puedan hallar en qué acordarse, dado también el peso de lo emocional que media entre ellos. Porque los errores en política, suelen producir hondas heridas, profundas y extendidas que reclaman tiempo para cerrar o curarse.
Y en ese empeño en desacreditar al CNE y culparle de sus derrotas ante el gobierno, ahora han puesto a correr la información, según la cual, ese organismo sería presidido por Cilia Flores o Francisco Ameliach.
Lo cierto es que, como se suele decir en Venezuela, "la mayor de las minorías es el gobierno". Según encuestas de diferente procedencia, este tendría a su favor un 30 % máximo de potenciales sufragantes a su favor. Lo que sin duda habla de una disminución descomunal de la fuerza que antes atrajo Chávez. Las frecuentes manifestaciones de ahora, de todos los días, ya no son de aquellos sectores de clase media, en favor de las guarimbas y contra el gobierno, sino de trabajadores en defensa del salario, derecho al trabajo, salud, etc. Es decir, esas inconformidades, han emergido de un universo que estuvo antes abrumadoramente con el gobierno desde los tiempos de las huelgas empresariales del año 2000, destinadas sólo a tumbar a Chávez.
Y el gobierno tiene ese 30 ó 25 % a su favor, lo que es una minoría, porque es lo que normalmente aglutina por distintas razones quien ejerce el poder, o quien en buena medida determina muchas cosas en la vida ciudadana, como el manejo del presupuesto, capacidad o alcance para informar, hasta alienar y otras razones bastantes conocidas.
La mayoría de las encuestas, sin importar su origen o inclinación, hablan de una abstención que ronda el 50%, mientras el gobierno tiene, como ya dijimos, un respaldo crítico de 25%. Pero el otro 25 % dispuesto a votar, se distribuye en pequeñas cantidades entre las tantas tendencias opositoras. Estas no han podido atraer a los nuevos descontentos; por sus divisiones y falta de interés en los problemas de estos.
Pero ese ínfimo apoyo que tiene el gobierno, por ahora, es suficiente para, sin hacer trampa alguna, le gane las elecciones a un factor que necesita mucho tiempo, que mucha agua corra bajo los puentes, para unirse hasta conformar una fuerza que rebase a la oficial.
Pero la oposición pretende seguir apegada a la idea de la capacidad de fraude del CNE, su razón de ser y fundamento para justificarse y justificar ante los electores, las acciones posteriores que pudiera retomar, lo que ayuda a crecer y solidificar la postura abstencionista.
En este empeño han puesto a correr con demasiado ruido lo relacionado con Cilia Flores y Francisco Ameliach.
Pienso, pues es lo sensato que, la idea de cambiar al CNE, se deriva de las conversaciones entre el gobierno y quienes ahora asumen la representación contraria, como el gobierno mismo de EEUU, Fedecámaras y alguna representación opositora, si no la mayoría, para darle al organismo electoral una nueva imagen y hasta tomar algunas decisiones sobre asuntos acerca de los cuales ha habido diferencias, como las inhabilitaciones.
Hay muchos aspirantes a candidatos, inhabilitados, con razón o sin ella, que no significan ningún riesgo frente a la fuerza electoral del gobierno; pues no tienen ningún atractivo ante la masa votante y tampoco el talento y la sutileza para unificar al bando opositor.
Por lo que creo que, poner a correr la información acerca de la nueva composición del CNE, de la manera que ya se está haciendo, la oposición incurriría en un nuevo error, pues estaría abonando para que el abstencionismo crezca. Y además, no creo que, dadas las conversaciones que, con toda certeza se están dando, determinadas más por lo económico que lo electoral y las exigencias de nuevos factores que pesan mucho, al momento de tomar decisiones, en el gobierno, como el asunto del salario, se incurra en acciones que pudieran generar más bien distanciamientos entre los interlocutores.
Si se trata de hacer trampas y si eso es posible hacerlo en el CNE, como cambiar los resultados, no veo motivos para pensar que la señora Flores y Ameliach, sean los más adecuados para eso. Un asunto que se pudiera llevar a cabo sutilmente con personajes que llamen menos la atención y hasta sean verdaderos habilidosos y expertos. Lo que más falta haría, serían unos excelentes "jaqueadores".