Presencia histórica de Las Turas de los Ayamanes

Re-visión etnohistórica de la danza de las turas de los ayamanes (III)

Jueves, 06/07/2023 01:02 PM

"Cuando me muera

quiero bailar con los pies de niño,

de cara a la luna

cuando la lluvia

haga brillar todas las piedras".

Canto Piaroa

Al indagar sobre el origen del pueblo Ayamán, encontramos en la obra de Alfredo Jahn, la referencia a la visita del Obispo Mariano Martí, el 4 de marzo de 1726, al pueblo de San Miguel Arcángel de los Ayamanes, quien reportó,

"… que en el pueblo vivían 145 indios y 110 fuera del poblado", -y agrega- "este pueblo es Doctrina de Indios Tributarios y ellos únicamente lo habitan, sin mezcla alguna de españoles, ni de otras castas, así dentro de la población como fuera de ella". (III, pág. 242) -Y menciona Jahn- "que en el libro de gobierno de San Miguel reposa una circular de fecha 12 de diciembre de 1785, que revela el celo con que la Iglesia Católica cuidaba de que los Ayamanes no se mezclaran con los africanos, que dice:, "Mandamos que así se guarde y que para su efecto cada respectivo cura instruya a estos que no contraigan matrimonio con personas de notoria inferior clase, como son negros, mulatos y demás semejantes razas; así, porque incurrirían en las penas de dicha pragmática, porque con tales enlaces se perjudican los mismos indios, sus familias y pueblos, quedando su descendencia incapaz de obtener los oficios honrados que sólo puedan servirse por los que son indios puros. Y libérese despacho dirigido a los Vicarios foráneos de esta Diócesis para que con inserción de nuestra real provisión y de este auto quede instruido e impreso y se guarde por nuestro Vicario en el archivo de su cargo este expediente y su original en nuestra sacristía. (Firmado). Mariano, Obispo de Caracas". (Fuente: "Los Aborígenes del Occidente de Venezuela", Monte Ávila editores, 1973).

Como vemos en este párrafo, el Obispo Martí en 1726, según las investigaciones de Jahn, en el pueblo de San Miguel de los Ayamanes y fuera del mismo, vivían un total de 255 aborígenes ayamanes, que podemos deducir, que este número representa apenas unas 30 familias originarias, concluyendo, en que esta cantidad, es la representación de un pequeño reducto de familias, que es lo viene quedando en manos de los encomenderos españoles y criollos, después de 196 años de persecución y masacres desde el paso de los primeros invasores europeos, capitaneados por Nicolás Federmann en 1530, que es cuando se inicia la destrucción de toda la estructura originaria y el aniquilamiento de la gran mayoría del pueblo Ayamán, que habitaba todo el territorio del hoy Municipio Urdaneta y el Sur del hoy Estado Falcón. De la misma manera podemos observar en este mismo párrafo, de la relación del Obispo Martí, cómo se expresa la carga racista, que la iglesia católica le imponía al pueblo Ayamán, que más tarde, 105 años después, es también reflejado en el "Reglamento de tura", redactado en Quebrada Honda de Churuguara, en el año 1890, en el que se lee en la parte final del artículo 1°:

"Reconocemos también que en ninguna parte de la América, aún no se ha extinguido por completo la primitiva raza americana, y nosotros, venezolanos de nacimiento, tenemos orgullo de permanecer por abolengo a esta noble raza, y no a la africana, que indebidamente fue introducida en América por los conquistadores europeos".

Sobre el ritual de las Turas, en estos relatos del Obispo mencionado, ni en los relatos de los cronistas de la Conquista y la Colonia, nada aparece escrito, lo que sabemos de este ritual Ayamán, como primeras noticias, son las que hemos podido obtener del contenido de este "Reglamento de Tura", donde encontramos en el Titulo Segundo, un importante aporte histórico de la Danza de Las Turas, donde se lee:

Título 2° Del baile de la Tura en Quebrada Honda y su objeto hoy.

Artículo 3. La tura que nosotros bailamos hoy en Quebrada Honda, se bailaba en Mapararí, probablemente desde antes de la conquista por los españoles, hasta 1814; el capataz de ella fue un indio de apellido Loyo. En los últimos cinco años del gobierno de este capataz, la tura de Mapararí, decayó un poco, hasta el año 1824, que por la muerte de Loyo, los indios de Mapararí nombraron capataz a Alejandro Loyo, sobrino del primer Loyo. Por motivo de unas calenturas en Mapararí y Dubisí, nombraron capataz a un señor Silvestre Cano (de Bobare) y este siguió bailando la tura en el sitio denominado "Pozón de Quebrada Honda", hasta el año 1846 que murió Cano; circunstancia que obligó a los indios a nombrar capataz en ese mismo año a Francisco Antonio Pire, padre de la primera que firma este Reglamento, como capataz hoy. Este Pire compró a Cano el derecho de bailar la tura en el patio de su casa de Quebrada Honda. El año de 1850, murió Pire, y los indios de este vecindario nombraron a Domingo Vargas, que también murió el año 1868, quien como capataz bailaba la tura en el mismo patio de Pire. A la muerte de Vargas, los indios nombran capataz y amo de patio a Valerio Pire; pero este ha cedido su nombramiento a su legítima madre, Plácida Pire, en cuya casa y tradicional patio se seguirá bailando la tura. (Fuente: Walter Dupouy. Función Cohesiva de la Danza de las Turas. Reglamento de Tura, 1890).

En este Artículo del Reglamento de Tura, podemos observar que las turas se realizaban en Mapararí desde tiempos antes de la invasión europea hasta 1814, lo que hace suponer que a partir de este momento cuando muere el Capataz Loyo, en 1824, las turas pasan a ser realizadas en Quebrada Honda de Churuguara o, cuando es nombrado capataz Silvestre Cano, que realiza las turas en el sitio denominado "Pozón de Quebrada Honda". Lo que sí es cierto, es que en Mapararí, desde el año 1924, cuando llega procedente de la población de San Luis, Estado Falcón, el señor Belarmino Vázquez, a quien conocí personalmente, se han venido realizando las turas en forma consecutiva, los días 23 y 24 de septiembre, en honor a la Virgen de las Mercedes, como promesa de este señor, que aún sus descendientes siguen manteniendo hasta estos momentos.

También observamos lo referente a los apellidos de estos aborígenes del caserío Quebrada Honda: Loyo, Vargas y Pire que aún podemos precisar en la actualidad, en todo el "Territorio de las Turas de los Ayamanes", lo que nos reafirma la descendencia de un pueblo aborigen del que podemos apreciar su descendencia activa, aunque asimilada y mestizada, sigue siendo la esencia de un pueblo que ha resistido a todos los métodos de dominación colonial y neocolonial. También observamos la presencia del apellido Cano, que nos hace pensar que este señor, Silvestre Cano, viene siendo descendiente de los aborígenes pertenecientes a la encomienda del colonizador y fundador del pueblo de Doctrina de San José de Siquisique, Francisco Cano Valera.

Respecto a las Turas en Moroturo, las primeras noticias, según Acosta Saignes, en un ensayo titulado "las turas", que aparece en su obra "La Cerámica de la Luna y otros estudios folklóricos", las da a conocer Luis Oramas, quien visita y presencia las turas en esta comunidad aborigen en el año 1917, que en ese mismo año Oramas, publica estas noticias en "El Nacional". Desde allí, es lo que sabemos, hasta el año 1944, cuando por informaciones del Crisóstomo "Choto" Perozo, nos dice, en conversación que sostuve con Él, en el año 2000, que ellos se trasladaron desde el caserío La Venta, de la hoy Parroquia Siquisique, hasta Moroturo, y donde inician las Turas según Él, es en La Pollana, sitio Ubicado al Sur de Moroturo, de allí la realizan en La Isleta, San José del Palmar, Pozo Azul, Aripipí y Allegó, hasta que se ubicaron definitivamente en El Cerro de Moroturo, donde se han venido realizando las turas de manera consecutiva entre los meses de agosto y septiembre, y respecto a la permanencia de este ritual en Moroturo el periodista Froilán Álvarez expresa que,

El pueblo Ayamán tiene una parte de su historia muy peculiar. Los pobladores de la zona de Moroturo se escondieron desde el paso del conquistador y depredador alemán Nicolás Federmann a finales del siglo XV y comienzos del XVI, y esto evitó su destrucción por el hombre blanco permaneciendo oculto hasta los años 40 del siglo XX. Es a raíz de la epidemia que dejó la población de colonos reducida a nueve personas, que reaparece el pueblo Ayamán retomando sus espacios originales, en el Municipio Urdaneta del Estado Lara, y en Falcón, en la población de Mapararí. Hoy en día también se han asentado en Turén, en el Estado Portuguesa. (Fuente: Diario Hoy, Barquisimeto 30 de julio de 2002).

En relación a este mismo tema relacionado al origen incógnito, de La Danza de la Turas de los Ayamanes, el bloguero Luis Alfredo Valles Silva, en un artículo titulado LA DANZA DE LAS TURAS EN VENZUELA, dice:

El origen de las turas en Venezuela debe reposar en algún rincón oculto de la Historia indígena, pero casi todos los entendidos en la materia están de acuerdo, en que su tradición es del occidente del país (Municipio Urdaneta del Estado Lara y parte del Estado Falcón -municipios Federación, Unión y Silva-), sin temor a descartar otras zonas circundantes a los anteriormente nombrados, que tal vez por el desuso y las migraciones de sus pobladores perdieron la habitualidad de realizarlas, se estima que toda la región de los estado Lara, Falcón y Yaracuy fue primigeniamente Zona Turera, habiendo perdurado a través del tiempo; no obstante, en la actualidad la Zona de confluencia del norte de Lara y el sur de Falcón, son lugares que se pueden catalogar como los sitios actualmente primigenios de esta danza pre colombina. Como todos sabemos en el Municipio Urdaneta del Estado Lara, esta tradición se remonta en los recuerdos más ancestrales de nuestros habitantes de la parte alta de La Catalina, que a su vez tuvo una gran influencia en los caseríos de Las Mercedes, El Desecho, Momaye, Orocalle y la Venta. Según investigaciones que se realizaron entre los descendientes de los originarios de las comunidades. http://lasturasoestercuyes.blogspot.com/2011/01/la-danza-de-las-turas-en-venzuela.ht

Hasta aquí hemos tratado de comprender algunos rasgos originarios que conforman la parte histórica de nuestra tradición ritual de Las Turas de los Ayamanes, que seguiremos investigando para profundizar las próximas entregas.

Génesis mitológica de la danza de Las Turas de los Ayamanes "

Así sabemos sin desear saberlo, que todas nuestras partículas fueron formadas hace 15 mil millones de años, que nuestros átomos de carbono se constituyeron en un sol anterior al nuestro, que nuestras moléculas nacieron en la tierra y tal vez llegaron, a veces en algunos meteoritos.

Sabemos sin desear saberlo que somos hijos de ese cosmos, que lleva en si nuestro nacimiento, nuestro devenir y nuestra mente".

Edgar Morín. (Teoría del Pensamiento Complejo).

Realmente en estos momentos, no contamos con recursos historiográficos, que nos reporten información sobre el origen puntual, de la Danza de Las Turas de los Ayamanes, ni siquiera una idea exacta del origen del pueblo de este aguerrido pueblo, solamente podemos deducir que su inicio es remoto; desde milenarias épocas, y que tal vez la Danza de la Turas, surgió a la par con el comienzo de la existencia humana, de este pueblo. El antropólogo cubano, José Millet, sobre el origen de la danzas de Las Turas dice: "Las turas es una tradición precolombina mágico-religiosa, que es practicada por los descendientes del pueblo Ayamán, según estos mismo reconocen". El periodista Juan José Peralta, hace la siguiente observación en cuanto a lo que significa este ritual ayamán: "Las Turas forman parte de un complejo rito indígena que ha intentado mantener gran pureza (…)".

La danza de Las Turas es la máxima expresión del sentir étnico, es el profundo reflejo místico de la espiritualidad vernácula que se ha heredado de los aborígenes Ayamanes. Para obtener una idea acerca del origen ancestral de esta hermosa tradición vernácula, me permito recurrir al recurso literario de la mitología ayamán, de donde he tomado apuntes sobre un trabajo de relatos míticos, relacionados a este pueblo, el cual nos permite adentrarnos hasta lo historiográfico imaginario, que debe venir de la tradición oral, de generación en generación, hasta los hoy descendientes de este pueblo, y podemos hacer una analogía del origen sobre el ritual de Las Turas, tomando en consideración los relatos mitológicos que se manejan entre las personas mayores, que aún conviven en el territorio del pueblo Ayamán. Veamos el extracto que he realizado del relato "ESTERKU, O COMO ROGAR Y AGRADECER A LOS DIOSES" que aparece en el libro escrito por el poeta y cronista emérito de la ciudad de Barquisimeto, Ramón Querales, titulado "A ORILLAS DEL PRINCIPIO (narración de origen del poblamiento ayamán)" , donde podemos observar las manifestaciones expresadas por la emoción juvenil y el apoyo del resto de aquel pueblo 10 Diario "El Informador", Barquisimeto 28 de septiembre de 2002. "Atardecer de Las Turas, Reportaje cuerpo B. originario, que se contagia de alegría y emoción por la vida; que se expresa en un marco de alegría, debido a la abundancia de alimentos provenientes de la agricultura y la cacería, que a la vez invocan su agradecimiento a los dioses, en primer plano se presenta Yibat, representado por el Sol, como centro de la deidad ayamán; Yi, que es la diosa Luna; Gioma, la diosa de las aguas, que se manifiesta en la lluvia, mientras los manantiales están resguardados por espíritus celadores del bosque, conocidos como Duendes o Dueños; Bedapmanvá, (La gran Diosa) Madre Tierra y Shispui, que es el dios que representa la oscuridad y se manifiesta con la noche sin Luna. Veamos, el extracto de relato mencionado:

"Vinieron, entonces, las aguas que la buena diosa Gioma, (…) El buen Yivat, calentó la tierra y sin quemar los pequeños brotes, brilló en la proporción que los hiciera crecer fuertes y hermosos. Las quebradas llenaron sus cauces totalmente sin desmadrarse ni poner en peligro la vida de la gente ni de los animales. (…). En los conucos crecieron con espléndida carga los frutos, todas las plantas que a su tiempo fueron sembradas como semillas o esquejes: las de maíz dieron tantas mazorcas que ni las incursiones de los monos y otros animales, disminuyó lo que la gente necesitaba para su alimentación y más bien sobró para cambiar por otros productos con grupos vecinos. (…). Y fue tanta la abundancia que la gente ni se preocupó siquiera por cuidar los conucos de las invasiones depredadoras de hormigas, bachacos, venados, loros y otros animaluchos, pues hubo comida para todos. Los cazadores regresaban con numerosas piezas cazadas y apenas si tardaban en sus correrías por los montes y volvían temprano como casi nunca había sucedido. Una tarde después del regreso de los cazadores, llegó al caserío un grupo de hombres cargados con diferentes productos cosechados en los conucos. Uno de ellos, joven muy conocido por su carácter alegre y bromista, llamado Mahiro adornada la cabeza con ramas de caraota y flores amarillas y cargando con enormes persogos de mazorcas de maíz, gritando y bailando llamó la atención de la gente que, festejando las graciosas ocurrencias del joven, comenzó a rodearlo y al rato se pusieron a seguir los pasos de sus bailes: tres hacia adelante, tres hacia atrás. De pronto otro a quien todos conocían como Toronaya lanzó un grito y los demás lo imitaron casi simultáneamente. Las mujeres permanecían expectantes alrededor de los hombres pero cuando Turikía, se sumó al grupo, las demás la siguieron y ahora ya no era cada quien bailando por su cuenta sino que, abrazados unos a otros, formaron como un semicírculo que avanzaba tres pasos y retrocedía tres pasos y las mujeres reían estruendosamente cuando los hombres gritaban contagiando los espíritus de júbilo pero al mismo tiempo de gran solemnidad pues lo que había comenzado como una broma del más alegre joven del poblado poco a poco se transformó en una danza en la cual todos expresaban su satisfacción por las buenas cosechas y la abundante caza con que ahora se alimentan sin preocupación porque faltara para algunos. Y bailaron sin fatiga hasta que Yi en el cielo se puso sobre el caserío indicándoles que era tiempo de descansar, lo que obedecieron después de consumir las apetitosas comidas preparadas por las mujeres antes de aquella danza improvisada producto de la alegría por las buenas cosechas y la abundante caza obtenida gracias a Gioma, Yi, Yivat, Bedapmanvá, y hasta Shispui quien no siempre era bondadoso con la gente sino todo lo contrario. 11 la primera tejedora del pueblo ayamán, según las narraciones que aparecen en el libro de Querales, "A la orilla del Principio" Re-Visión Etnohistórica de la Danza de las Turas de los Ayamanes 23 Pero no terminó allí la cosa. Temprano en la mañana, cuando ni siquiera Yivat había llegado, un grupo de jóvenes quiso seguir la fiesta y con gritos y risas, despertaron a todos los del pueblo y el baile se reinició, a lo que nadie se opuso y más bien, las más ancianas atizaron los fogones y pusieron sobre ellos las ollas llenas de carnes, yuca, ñame y apios. Sobre las brasas colocaron buena cantidad de batatas y probaron la chicha de las tinajas para comprobar si estaba fuerte o necesitaba endulzarse. En el patio la gente; adultos, jóvenes y muchachos, hombres y mujeres, ancianas y viejos, bailaban pero ahora algo diferente se había apoderado de ellos como si con la danza estuviesen tratando de expresar su agradecimiento a los dioses que tanto le habían ayudado en ese tiempo con las cosechas y cacerías pero ahora se agregó algo más a la danza: música. Unos muchachos tocaban flautas hechas con carrizo con las cuales se divertían en sus juegos o cuando descansaban al anochecer y un cazador llamado Quinchibi, el más valiente de todos que nunca regresaba al caserío sin algo que comer aunque fuera una iguana, o una paloma, se agregó al baile haciendo sonar un cráneo de venado que, además, lucía una gran carama de cuernos con cera de abeja le había tapado los huecos y se distraía haciéndolo sonar pues decía que con ese sonido atraía a otros animales para cazarlos… Así el baile se hizo más completo pues ahora no sólo tenía alegres danzantes, gritos de los hombres y fuertes carcajadas de las mujeres sino que los pasos se daban al compás de la música de las cañas que tocaban los muchachos y el cráneo de venado del cazador. Con el correr de los tiempos se agregaron más cráneos de venados que se tocaban como valiosos trofeos de los más valientes cazadores que haciéndolos sonar en el baile agradecían a los dioses y a la naturaleza por haberles permitido cazar aquellos ágiles animales que eran el sustento de su gente. También se fabricaron y agregaron más cañas y el baile al que después se llamó esterku se estableció para siempre como una manera solemne de rogar a los dioses buenas cosechas y caserías así como para agradecer las que los dioses concedían. (Querales Págs.91/94).

En este relato mítico, que he resumido, podemos evidenciar cómo pudo ser el inicio de la danza sagrada de Las Turas, desde el momento en que el joven Mahiro, haciendo gala de su ocurrencia juvenil, que se manifiesta con un baile improvisado, y que llama la atención de todo el pueblo, que se encontraba disfrutando de una abundancia de alimentos poco común en aquel pueblo originario, pronunciándose en alegría y agradecimiento a sus dioses, donde se manifiesta lo social-colectivo y lo más importante, la expresión del elemento espiritual, lo mágico y lo religioso.

De esta manera, en ausencia de una historiografía que nos de luces, de cómo pudo ser el origen de esta danza ancestral, y entendiendo que los pueblos ágrafos como el Ayamán, que mantuvieron hasta cierto punto su tradición histórica a través de la transmisión oral de generación a generación, de padres a hijos, que con el tiempo se fue perdiendo u olvidándose o, simplemente transformándose y convirtiéndose en relatos de leyendas mitológicas, lo cual hoy conforma un precioso legado que nos ayuda a descubrir orígenes y acontecimientos que pudieron ser la génesis cultural de estos pueblos, sus creencias, costumbres y tradiciones, que se han podido mantener en el tiempo y que aún en muchos casos no se ha podido confirmar la veracidad de su origen, pero que está enmarcada dentro del cuadro de la mitología ancestral milenaria, y de esta manera podemos considerar el principio de nuestra danza de Las Turas, tomando muy en cuenta la diversidad cultural, que en ella podemos apreciar, lo cual proviene desde el desarrollo de la actividad agrícola, ya que el tema al cual me refiero sobre las turas de los Ayamanes, se fundamenta básicamente en la agricultura.

Pero también existen otras leyendas que se han interiorizado en la imaginación del colectivo turero, que podemos ver, cuando en un trabajo de investigación de Ender Rodríguez, titulado "Simbolismo y conexiones fundamentales entre las culturas aborígenes y Las Turas", una narración de Ángel Colina, turero de Mapararí: que aparte de ser una leyenda interpretativa tiene un matiz euro-céntrico, que transcribo para su análisis y consideración en el marco de la re-visión histórica, sin la más mínima intensión de criticar o menospreciar la memoria histórica de los tureros de Mapararí.

"Hace muchísimos años, los indios inventaron la Danza de Las Turas, danza del maíz y de la vida. Tocaban y bailaban, estos ancianos antiguos, sacando sonidos a partir de piedras huecas, inventando y descubriendo música secreta y mágica. Cuando llegó Cristóbal Colón a estas tierras, los indios tenían su propia fe y su religión. Colón para dominarlos, sacó una flauta y la tocó, y así, fue atrayendo a las tribus hacia sus propios intereses. A los indios les pareció muy curiosa la flauta y el sonido que aquel hombre hacía salir de ella.

Esta parte de la narración llama la atención, cuando se involucra a un personaje de la historia real, como Cristóbal Colón. Realmente se trata de una leyenda, que según su definición puede ser una narración ficticia, basada en una realidad histórica. Pero sin embargo, una leyenda como tal, aunque contiene elementos ficticios, debe resumir una historia que no se conoce por sus orígenes, como es el ritual de las turas, sino a través de creencias mitológicas, o por suposición deductiva, de acuerdo al grado de sabiduría y entendimiento interpretativo de los pueblos, que es lo que contiene esta narración, que permanece en el imaginario histórico de los tureros de Mapararí, que seguramente ha sido transmitida a través de generaciones, cuando se involucra de forma deliberada o no, a un personaje como Cristóbal Colón, que forma parte de la historia en los momentos de la conquista y colonización, que bastante daño hizo a los pueblos aborígenes de todo el Continente, que inició la destrucción y aniquilamientos de los pueblos originarios, que llegó ofreciéndoles sus bagatelas y espejitos y, que a lo mejor, puede que también haya traído alguna flauta, pero, esto de que los aborígenes hubiesen sido inducidos a fabricar sus flautas de turas por la influencia del navegante conquistador, no es tan creíble, de todas maneras es la figuración subjetiva, que se interpreta a través de la leyenda como género literario y se respeta aunque no se comparta desde el punto de vista científico-literario.

Partiendo de estos indicios, podemos evidenciar que el pueblo Ayamán desarrolla su economía y su cultura cósmica-ambiental, desde el avance progresivo de la actividad agrícola y la cacería, lo cual influye directamente en su alimentación, lo que se traduce en la calidad de vida, al contar con suficiente abastecimiento de alimentos, lo que se refleja en el diario del conquistador alemán Nicolás Federmann, (octubre 1530) cuando hace la observación, de que en el territorio de los Ayamanes consiguió abundante comida, lo cual le permitió abastecerse y darle continuidad a su empresa de conquista y crimen, contra los pueblos originarios, que encontró en el transcurso de su travesía invasora y genocida.

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