"Les encomiendo mucho estudio, mucha conciencia, mucha organización, mucha unidad: ¡Irreverencia en la discusión, lealtad en la acción"!
Fin de la cita.
Hugo Chávez.
Hoy le dedico estas líneas a jóvenes venezolanos que me escriben desde Venezuela, y otros países donde cursan estudios universitarios, y me piden su opinión, si vale la pena ingresar a la política venezolana para recuperar la patria, por los hechos de corrupción, traición, sumisión, y servilismo, de ciertos actores políticos venezolanos, que han degradado esta noble actividad.
En el mundo estudiantil universitario venezolano, hay muchos jóvenes que les encanta la política, más no la politiquería, como llaman algunos al los que se le considera apolíticos, y no son más que los conocidos como los guabinosos, ya que un militante tiene que leer, pensar y discutir sobre política. Es más al que le guste este noble oficio o profesión tiene que ser parte de algún movimiento, que participe en campañas electorales, y que se relacione con activistas de la política, que no es lo mismo que ser expertos o analistas en política.
Pero, no. Definitivamente, muchos no quieren hacer eso y tiene sus razones, con el triste espectáculo de las tramas de corrupción de los politiqueros y enchufados llamados alacranes.
Formar parte de un partido político implica fuertes ataduras. Y muchos jóvenes me dicen no estar dispuesto a perder su libertad. ¿Libertad para qué? Porque ser militantes, de algunos partidos de corte estalinista, donde prohíben darle rienda suelta al espíritu crítico, único rasgo de la personalidad que no está sujeto a cambio. La "disciplina de partido" exige que quien tenga alguna objeción, lo haga internamente para que afuera no queden con la impresión de que están divididos. Además que quien se hace parte de un partido carga con los aciertos y desaciertos que hayan cometido o lleguen a cometer los demás miembros de la organización, es algo que no le llama la atención, a muchos jóvenes algo parecido a la disciplina militar. Esto último aplica mucho en Venezuela, donde ciertos partidos políticos se conforman alrededor de una ideología. Para la muestra. Nunca un partido que se denomine "revolucionario" puede votar a favor de la petición de sanciones de un politiquero corrupto, y fanático que no haya podido asimilar el concepto de la separación de los poderes del Estado.
A otros jóvenes tampoco les gusta la idea de convertirse en soldados de la política. El político se ha vuelto una figurita para la venta de alimentos, gas, combustible, operativos de sancocho, de salud, de repuestos etc.: se auto humilla, satisface a los que más pueda a sus jefes analfabetas de la política, se vuelve imprudente, no cuida sus palabras, y hace un mal uso estratégico de las redes sociales (sube selfees de operativos de repartir ropas usadas, y repartir sopas en los barrios).
El político que haga estas actividades denigrantes pierde su naturalidad como persona, y le da paso al autómata diabólico de la corrupción, que algún experto en marketing politiquero crea para él. El objetivo en los dos casos (repartir dadivas y politiquería de baja estofa) es conseguir seguidores. Así como al famoso del entretenimiento, se le pide que no opine sobre política, al político se le pide que mienta, que esquive preguntas incómodas, que diga en campaña que no subirá los impuestos exagerados por la recolección de la basura, aunque sepa que lo va hacer, que satisfaga al público de la galería, que siembre falsas esperanzas dé contenidos generalmente con alguna "mega obra", que lo alaben, que ensalce su ciudad, que despierte su regionalismo de chucherías, entre otras bagatelas. A ciertos políticos se les reprocha su pasado oscuro, y su vida privada. Sus adeptos exhibirán sus virtudes y sus detractores las subestimaran. Sus buenas obras nunca pasaran como desinteresadas, ni siquiera las ejecutadas cuando son parte del poder.
Por último, algunos de los jóvenes que me escriben no le gustan los radicalismos extremos. No creen que la vida en sociedad se componga de colores blancos y negros, sino de matices de grises. Muchos se identifican con el pensamiento de izquierda, pero le gustan elementos de la derecha. Otros aman, y defienden la libertad, y le molestan los politiqueros llamados alacranes: "Les parece que son, como los llamó Bertolt Brecht, *los peores analfabetas*".