La estrategia de confrontación para polarizar el voto — de cara a las elecciones de 2024 — es la estrategia correcta, tanto para el PSUV como para la oposición más mediática y conocida. A ambos no les queda otra que polarizar para agrupar las pocas fuerzas que les quedan.
Hoy existe nuevamente en Venezuela, un sentimiento generalizado anti partidos y anti sistema, muy similar a la atmósfera que se experimentó a finales de los años 90, cuando llega Chávez como aquella figura que estaba en contra del bipartidismo adeco-copeyano, y en ese sentido materializaba las aspiraciones de la mayoría de los venezolanos, independientemente de la posición ideológica. Todos veían en Chávez una opción realmente distinta a aquellas que la mayoría del pueblo despreciaba; y sin duda, Chávez fue esa opción distinta que le dio impulso al país en muchos aspectos.
Para Chávez, la polarización era su mejor estrategia, y al igual que ahora para el PSUV y la oposición mediática, las circunstancias no le permitían otra mejor, ya que Chávez se vio obligado a enfrentarse a una clase dominante, que cómo era de esperarse, se resistía a dejar el poder y él representaba los deseos y aspiraciones de las grandes mayorías. En él se encarnaba el deseo de las mayorías. En ese momento, Chávez no podía hacer otra cosa que confrontar y polarizar.
Quizás Chávez creyó que esa estrategia podía aplicarla permanentemente con la misma efectividad, y ahí se equivocó. La oposición utilizó eso, que terminó siento un estilo de Chávez, para hacerlo ver —ante una porción de la población venezolana y ante buena parte de la comunidad internacional— como un tirano-dictador.
Pero las razones por las cuales la polarización resulta la mejor estrategia electoral para el PSUV y para la oposición mediática e "idiótica", son distintas a las que beneficiaban a Chávez.
Tanto el PSUV como la oposición a la que hemos hecho mención, generan un gran rechazo en los electores, son —salvando las distancias— el AD y el COPEI de los años 90; por eso tienen que jugarse sus posibilidades de triunfo en dos cartas:
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Reagrupar a la mayor cantidad de adeptos posibles (que en este momento son los radicales de ambos bandos).
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Asegurarse que no surja un candidato que el pueblo reconozca claramente como adverso a ambos bloques.
Si logran reagrupar a sus radicales y evitan que salga un candidato que se distinga de ellos, entonces ganaría —el que gane— con un bajísimo porcentaje de apoyo popular, y es aquí donde entra la expresión que utilizamos en el título de este artículo: el que gane bajo esas circunstancias: pierde.
El nuevo gobierno, ya sea del PSUV o de la oposición mediática le tocaría intentar gobernar en un clima de mucha fragilidad e inestabilidad social, porque la mayoría de los electores que se abstuvieron de votar, porque no estaba entre las opciones el candidato que encarnaba sus aspiraciones (el candidato de la mayoría de los venezolanos), detestan a la opción que ganó. La otra porción, más pequeña, que votó por la opción perdedora, también detestan al ganador. Por lo que el más mínimo error de ese gobierno, no contará con la tolerancia de la gran mayoría del pueblo venezolano. Gobernará encima de un polvorín; sin el apoyo popular (que es fundamental para el desarrollo y éxito de cualquier política que se desee adelantar); por lo que, seguramente, terminará siendo un gobierno represor.
Si ganara la oposición mediática, la inestabilidad sería mayor, porque la sed de venganza que pulula en ese grupo es muy evidente, y como tienen el aval del gobierno de los Estados Unidos, lanzarían una arremetida en contra de todo lo que les huela a chavismo. Además, porque quienes votarían por ellos mayoritariamente serían los radicales y ese gobierno opositor se vería más estimulado a ejecutar venganza.
El nuevo gobierno en Venezuela debe ser un gobierno que reunifique a la mayoría de los venezolanos que estamos hartos de diatribas estériles y que no sólo impiden el desarrollo de nuestra patria, sino que nos han hacho retroceder en los niveles de felicidad y tranquilidad que, en su momento, alcanzamos.
El peor error que cometimos TODOS fue permitir que nos pusiesen a pelear entre nosotros mismos (una política diseñada desde afuera, por intereses foráneos). Descuidamos los intereses supremos de la patria y se nos vino abajo la casa. Creo que los venezolanos aprendimos la lección; por eso, el candidato que la mayoría del pueblo venezolano aspira, no puede utilizar la confrontación y la polarización para avanzar electoralmente, puesto que las grandes mayorías reconocen en esa política el error que separó a familias enteras y condujo al país a la actual crisis. Ni en el PSUV está ese candidato, ni en la oposición mediática y apátrida; al menos, no en los liderazgos visibles. En esos liderazgos, la mayoría del pueblo reconoce: arrogancia, prepotencia, conflictividad, venganza, ineficiencia, entreguismo (esos no son elementos que unan).
Venezuela requiere unión para progresar (no esa unión que algunos entienden como subordinación y obediencia). La unión que Venezuela requiere es aquella claramente enmarcada en los objetivos (que no pueden ser otros que el desarrollo de Venezuela, priorizando lo nacional), respetando las diferencias que, naturalmente, aparecen entre seres humanos.