En una pequeña isla despoblada, donde hubieren llegado juntos dos náufragos, sin importar el sexo, planteada la subsistencia y la convivencia, siempre, inevitablemente habrá, en muchas cosas, dos formas distintas y hasta opuestas, para abordar una buena cantidad de problemas e interrogantes acerca del cómo subsistir.
Discrepar no sólo es propio de los humanos, sino al mismo tiempo una eficiente forma y hasta arma, para resolver los problemas de la mejor manera, pues no necesariamente el individuo percibe el movimiento y la realidad tal como aquél transcurre y esta es. Los dos, puestos de acuerdo, en función de sus individuales percepciones, pueden actuar con mayor fuerza y hasta certeza.
No es extraño que cada uno de esos dos individuos tenga habilidades y destrezas diferentes que, sumadas las unas a las otras, les ponen en mejores condiciones para enfrentar los retos por la subsistencia y hasta el mejor vivir.
Considerar al discrepante, más cuando no lo es por mala intención, como lo hay en eso que llaman ideología, tampoco en todo sino en alguna o algunas pocas cosas y más si son sustanciales, como enemigo, es un grave error. Pues podría ser que el equivocado sea quien cree o "necesita" tener la razón. De repente, el verdadero enemigo o por lo menos estorbo, es quien no discrepa por adulante.
La historia de Simón Rodríguez, un maestro, como decir "pueblerino", de la Caracas de los siglos 18 y 19, es la de un discrepante contra la sociedad de su tiempo toda; tanto que hasta llegó a discrepar de El Libertador y el propio Mariscal Sucre, le destituyó en 1827, de un alto cargo en el sistema educativo en el Alto Perú, al cual le había nombrado por solicitud de héroe caraqueño.
La decisión del Mariscal, no fue porque discrepase del insigne pedagogo venezolano, como alguna gente comenta y repite. Lo fue por la presión ejercida por los grupos dominantes, de mayor influencia en aquella sociedad, contra un educador que proponía una escuela donde los humildes, empezando por los indígenas, se mezclasen con los hijos de clases altas y al mismo tiempo, por su metodología de "aprender haciendo", lo que implicaba, entre otras cosas, el desarrollo de habilidades manuales, las que los pudientes repudiaban.
Pero "El Libertador", también tuvo serias discrepancias con su maestro, dada las concepciones pedagógicas novedosas y hasta ahora frescas de su viejo maestro. Pues le parecían más novedosas y hasta atractivas, por razones muy pragmáticas, las que se implementaban en Inglaterra y Estados Unidos.
Bolívar por sus relaciones, influencia de sus asesores, había sido ganado, en materia educativa, por las ideas pedagógicas del Lancasterismo, sistema o estrategia pedagógica creado por el inglés Joseph Lancaster, que básicamente consistía o consiste en usar alumnos de los supuestamente más aventajados, para "enseñar" o para encargarse de la "enseñanza" de grupos de estudiantes de menor nivel.
El modelo o estrategia pedagógica del Lancasterismo se fundamentaba y fundamenta, en gran medida, en lo memorístico y consecuencialmente en lo repetitivo, por supuesto, dada la inexperiencia y escasa destreza pedagógica de los "maestros", pese fuesen alumnos avanzados.
El inicial éxito y aceptación oficial del Lancasterismo estuvo en que permitía ampliar el servicio, servir a una mayor cantidad de demandantes, con bajo o escaso aporte presupuestario del Estado. Era un sistema "barato", dado que el Estado se podía ahorrar lo que estaría obligado a invertir en un sistema donde tuviese que pagar la cantidad de maestros verdaderos, expertos pedagogos que fuesen necesarios.
Con los años, el sistema pedagógico venezolano, en ciertas formalidades, como la de dotar a las escuelas del número de maestros necesarios y hasta a estos reducirles la matrícula en el aula para hacer un trabajo eficiente, se acogió al pensamiento de Simón Rodríguez, opuesto al Lancasterismo.
Es por demás conocido que, Luis Beltrán Prieto Figueroa, uno de los pedagogos que más aportes dieron a la educación venezolana en el siglo XX, fue un alumno o seguidor de Simón Rodríguez. Y hasta Chávez, en aquello que llamó "El árbol de las tres raíces", tomó como uno de sus tres pilares o referentes, el pensamiento del insigne pedagogo caraqueño, maestro de Bolívar.
Por estas cosas, uno pudo alarmarse y todavía sigue en eso, cuando oyó a Aristóbulo Isturiz, en su última estadía en el Ministerio de Educación o el MPPE, decir que "maestro podría ser cualquiera". Aquella expresión fue la reacción ante el significativo número de docentes que optaron por irse del país y hasta las amenazas de renuncias para dedicarse a otras actividades por la reducción del salario a niveles casi miserables.
Con aquella lamentable frase, Isturiz negaba a Simón Rodríguez, al Dr. Prieto de quien se ufanaba haber sido alumno, pese este último, sólo fue su compañero de partido en el MEP. Y lo más significativo para estos tiempos, es que estaba negando al mismo Chávez y aquello de "El árbol de las tres raíces".
A quien esto escribe, la frase de Istúriz no le sorprendió para nada y eso lo hice saber años atrás. Por mi condición de docente, integrante de la dirigencia gremial y hasta por lo generacional, siempre supe quién era Aristóbulo Isturiz. Soy de una generación anterior a la de él. Cuando él llegó a ser dirigente juvenil en AD, algunos cuantos años atrás ya yo lo había sido. Casi acabándose él de graduar de maestro, comenzó a ejercer como dirigente gremial "profesional", en la Federación Venezolana de Maestros (FVM), presidida por Isaac Olivera. En ese tiempo, quien esto escribe, ejercía la docencia a tiempo completo y cumplía mis funciones de dirigente gremial en mi poco tiempo libre.
Cuando hablo de dirigente gremial "profesional", quiero decir que gozaba de aquello que llamaban "licencia gremial", es decir el derecho a cobrar como docente de acuerdo a su categoría, sin ejercer la docencia sino el sindicalismo. La habilidad y verdadero conocimiento pedagógico, como la capacidad para diagnosticar, medicar y hasta hacer cirugía, se alcanzan con la práctica. El docente aprende de verdad en el aula. Simón Rodríguez, como Paulo Freire, pasaron muchos años ejerciendo la docencia, trabajando con alumnos, no se limitaron al simple conocimiento de la existencia de ciertas técnicas, sino que las usaron abundantemente y hasta diseñaron nuevas,
Por eso siempre he dicho que, pese los altos cargos que desempeñó, determinado aquello por circunstancias puramente políticas, Isturiz no es la mejor referencia para hablar de pedagogía, por eso dijo aquello, cuando intentaba o inició, la sustitución de muchachos, bachilleres recién graduados, de la llamada "Chamba Juvenil", sin distingos, sustituir a los docentes renunciantes. Como ya dije, sin saberlo, Isturiz estaba negando a Simón Rodríguez, al maestro Prieto y hasta el propio Chávez y optando por el Lancasterismo, un método que, de paso, ya fue eliminado y desechado en el mundo entero por ineficiente.
La propuesta Lancasteriana, dada la inexperiencia pedagógica del supuesto docente y sus valores de lo repetitivo y memorístico, implica que el docente transmite y hasta impone sus valores y conocimientos al alumno. Es lo mismo que las viejas prácticas, usadas todavía en abundancia, del dictado y el excesivo verbalismo del docente.
Fui alumno durante dos años en la UCV, en las escuelas de Derecho y Sociología y salvo dos casos, como haber sido alumno de Federico Rui, en Filosofía del Derecho, en la escuela correspondiente y en teoría Económica, en la Escuela de Sociología del Padre Juan Bautista Pernaut, poco aprendí. Aunque debo reconocer, que quizás por eso mismo, me veía obligado, por mi propia iniciativa, a meterme por largas horas del día en la biblioteca buscando lo mucho que no me brindaban unos docentes que lo que hacían era hablar hasta el cansancio, mientras casi nadie les prestaba atención. Veía a alumnos leyendo el periódico o conversando entre ellos, mientras el "profesor" hablaba y se sentía como elevado hasta las nubes. Lo importante en aquel tiempo, era ser marcado presente en la lista que el profesor pasaba al final y tomar nota de lo que planteaba, sólo el asunto general, para luego ir a la biblioteca a leer sobre ello; pero del aula, en ese momento, uno salía tal como entró.
Unas de las cosas y experiencias más significativas que conocí de la UCV, por su valor pedagógico fue la del profesor de la Escuela de Geografía Rafael Tovar, con su muestra geográfica, donde a partir de determinadas pistas, como la posición astronómico, la latitud o longitud o coordenadas, por ejemplo, ponía a sacar conclusiones acerca de determinadas características del espacio. Al revés, dadas las características referentes a clima, altura, etc., determinar el espacio, posición astronómica y hasta coordenadas.
Años más tarde, en lo que llamaban Instituto de Mejoramiento Profesional del Magisterio, al que le dieron la categoría de universidad antes de graduarme, donde la técnica era absolutamente diferente, del tipo de la andragogía y en el cual la práctica pedagógica era incesante, me empapé no sólo bastante de las técnicas de la investigación sino también del aprendizaje, como que la función del docente no es intentar enseñar a nadie sino poner al individuo, al grupo a aprehender y aprender, elaborar sus propias respuestas. Todo lo contrario del Lancasterismo y sí propio del pensamiento de Simón Rodríguez, de aprender haciendo. Pero para esto, el guía, el docente, no puede ser cualquiera sino alguien lo suficientemente entrenado.
Bolívar como dije antes, por sus vínculos fue influido e imbuido en las ideas del Lancasterismo, de uso en Estados Unidos e Inglaterra, por lo que chocó con Simón Rodríguez, pues sobre eso y por eso tuvieron serias discusiones y desavenencias. Para este el aprendizaje o la enseñanza, era y es un asunto de armar al individuo, dentro del grupo, para desarrollar habilidades y destrezas, dar sus propias, personales respuestas a partir del trabajo, como leer, observar, compartir sus experiencias con el grupo y recibir de éste lo pertinente y necesario y hasta desarrollar habilidades manuales, etc., es decir a aprehender y aprender y no el repetir lo que otro le indique. Y allí en medio de ellos, debe haber un pedagogo experto que, como director de orquesta, logre que allí se ejecute la más bella armonía.
Discrepar no es delito, pecado y menos traición, es una manera de ayudar a interpretar acertadamente el acontecer y entenderlo así, es una acertada manera de unificar, pues la del discrepante es otra manera de ver el mundo, la realidad, los problemas.