Hay un señor de nombre Mario Villarroel que ha sido noticia durante los últimos días. La razón es que ha sido desplazado de la jefatura de la organización Cruz Roja (Venezolana). Según las informaciones difundidas él estuvo al frente de dicha organización algo así como 40 años. También se dice que se aprovechó de su función para obtener beneficios pecuniarios. Sin embargo, él niega todas esas acusaciones por considerarlas infundadas.
Lo que sí llama la atención es el hecho de que haya estado cuatro décadas al frente de una organización como la Cruz Roja (Venezolana), cubriendo prácticamente las dos últimas décadas del siglo XX y las dos primeras del siglo XXI, al estilo de los gobernantes y papas más longevos e inamovibles, bajo la bendición del Espíritu Santo. ¿Y eso que se dice ahora de él no pudo ser detectado e investigado durante 40 años?
Ahora bien, si eso de los chanchullos en los que ha estado involucrado este señor es cierto, pues no debería sorprender. Creo que hasta dirigentes de la FIFA, ya con edad avanzada, fueron agarrados con las manos en la masa, al igual que directivos de Petrobras en Brasil. Ni se diga, si mal no recuerdo, del hijo de quien fuera Secretario General de la ONU, Kofi Annan, quien al parecer se aprovechó para lucrarse de los envíos a África del Programa Mundial de Alimentos. Y hasta un ministro de salud de Alemania como que también montó una empresa para beneficiarse de las compras de insumos realizadas por el gobierno alemán para combatir el COVID-19.
El caso es que eso de montar una o varias empresas para ejecutar presupuestos, desviar fondos financieros o lavar activos es un modus operandi archiconocido. Eso ya es cultura general. Cualquier funcionario lo aprende y lo aplica, especialmente si nada en un mar de complicidades, complacencias y vistas gordas.