Domingo, 20 de agosto de 2023.- Desde que tenemos memoria y existen registros se le conoce, todas las distintas culturas a través de la historia, alrededor de nuestro azulado planeta la han ejercitado y han hecho uso de sus bondades y sus limitaciones.
Se la acepta como el aire, como el agua, como todos aquellos elementos naturales fundamentales para la vida del ser humano, se la asume como parte innegable, necesaria y como base fundamental de nuestras vidas, se la respeta, se la quiere y en muchas ocasiones se la odia y está presente desde el momento en que nacemos hasta en el que nos despedimos de este maravilloso y atribulado mundo, en el que nos ha tocado vivir.
Es casi invisible pero con una sólida presencia constante en todo lo que hacemos, en todo lo que lo que nos atañe.
Es una madame presente en todos los convites y en todos los eventos humanos, con, por supuesto, diferentes grados de desarrollo y evolución.
Eso sí, está presente en todas las comarcas.
Como en casi todas las actividades del ser humano tenemos, por una parte, la organización formal, la que se conoce, la que se ve y que está escrita en el orden que rige a los humanos, en las leyes y en los manuales y por la otra, la organización informal que existe y en muchas ocasiones se impone con su dosis de desorden e improvisación.
Los que estaban en esta zona del mundo, los llamados precolombinos, poseían su propia organización, antes de la furiosa arremetida de una Europa que expandía sus tentáculos y se movía en busca de nuevos mercados, Europa que paralelamente traía la firme creencia de la propagación de la fe cristiana, y que ampliaba sus horizontes, conquistando nuevos territorios.
Imponiendo su organización.
Estos precolombinos se regían y se conducían en sus diferentes territorios y con notables diferencias, dentro de una organización muy precisa y por supuesto, los auto invitados del otro lado del azul e inmenso océano también la conocían, usaban su propia organización y por ella se regían, tanto en el ámbito seglar como en los sacros circuitos de una entidad religiosa activa, presente, muy organizada y que participaba protagónicamente en el acontecer de su época.
Por supuesto consideraban a su organización superior a la de los locales y sin pensarlo mucho se la impusieron a sangre y fuego y por la salvación de sus almas, la de los locales, está demás decirlo.
La Organización, su importancia y funcionamiento, su estructura y su dinámica, así como las leyes y principios que la rigen eran conocidos desde tiempos muy remotos por todas aquellas comunidades humanas organizadas, que luchaban contra el desorden y la anarquía del mundo que las rodeaba.
Y hoy, en este tecnológico, cibernético y avanzado mundo, avanzado, entre comillas, en que nos ha tocado vivir, está más presente que nunca en todos los bloques de poder y sus periferias, bloques que luchan afanosa e incesantemente por imponerse.
E imponer su forma de organización.
En nuestros países subdesarrollados o en vías de desarrollo o del tercer mundo, como se les llamaba en la década de los setenta, aun cuando hay organización, como en todas partes, se la maneja de una manera muy particular, algo laxa y dentro de un ambiente de variable anarquía y mucho irrespeto a sus teóricas normas, países donde predomina la desigualdad de sus habitantes, la iniquidad y la constante lucha por la supervivencia, dentro de una constante ebullición social y con distintos grados de calor en sus dinámicas particulares.
Con un cierto predominio, hay que decirlo, de la anomia y de la imposición de los intereses particulares de grupos minoritarios, sobre los intereses colectivos, donde prevalecen grandes diferencias sociales en sus poblaciones y predomina la desigualdad.
Muchas veces ofensiva para quien posea un mínimo de sensibilidad y defienda la justicia.
Donde la organización está al servicio de esas realidades sociales desequilibradas y muy particulares de estas regiones.
La organización por sí misma no garantiza un desarrollo armónico en la sociedades que la ejercen, si no está acompañada de una rígida estructura ética que constate una evolución armónica, supervise y en determinado monumento, sancione a aquellos que aprovechando su posición privilegiada y su conocimiento de la misma, violen sus normas, que deben ser precisas y claras y debe controlar a aquellos que pretenden imponer las decisiones que favorezcan su intereses grupales, sobre el interés de la mayoría.
La organización debe estar hermanada con la ética y con la disciplina que garanticen un adecuado funcionamiento de la dinámica social, en un ambiente de justicia y equidad real y comprobable.
¿Qué tal nos vendría una revisión exhaustiva y descarnada de la forma en que estamos organizados en nuestro país, de cómo estamos funcionando y de acuerdo a los resultados obtenidos, hacer los ajustes necesarios que nos permitiesen una mayor calidad de vida?
¿O es que todo está bien y no tenemos nada que revisar?
Suena subversivo, pero necesario.
Ahí te dejo eso Venezuela querida, reflexionemos al respecto, buenas noches.