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Hoy es sábado: 8:30 de la noche. Suena el teléfono. Alarma. La noche cerrada y con truenos. Se trata de una emergencia. Hay que arreglarse y salir, pues un familiar presenta un cuadro de extraños e insoportables dolores. Bajamos al estacionamiento. Luego de un día terriblemente caluroso llueve a raudales. Vamos por la Avenida Los próceres, poca luz, ríos oscuros que bajan. Recogemos a la enferma, y nos dirigimos al Seguro Social.
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Los ríos desbordan las avenidas y nos recuerdan momentos en que viandantes, por estos súbitos y torrenciales aguaceros, fueron arrastrados, muriendo ahogados. Así castiga a Mérida estos severos cambios climáticos.
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Ingresan al paciente, una galena, delgada y amable la trata de inmediato. A primera vista no se ve congestionada la Emergencia. Se expiden los remedios que se requieren y hay que salir en volandas a comprarlos a la farmacia. La lluvia no cesa, más bien arrecia.
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Mientras mi esposa se dedica a velar por todo lo que necesita la enferma, yo entretanto espero en el corredor por donde discurren tantas almas en pena. Comienzo a darme cuenta de que sí hay muchos pacientes hospitalizados y que bajo un techado frente a la Emergencia, varias personas, ancianas y jóvenes, están echadas con cobijas y morrales. Vienen, quizá de lugares lejanos y están pendientes de sus familiares o amigos allí convalecientes.
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En el corredor hay un diminuto tarantín dónde sólo venden café y cigarrillos, atendido por un joven y su hijo de uno diez años. Deambulan por los alrededores taxistas obesos, prematuramente envejecidos que siempre tienen un cigarro en la mano. La lluvia y el viejo se nos mete hasta los huesos. Los taxistas tosen, pero a lo mejor la Pelona le pasa por los lados y no les hace ni coquito. Están acostumbrados a llevar vainas, y la muerte les debe parecer tan natural, tan amigable y cercana.
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Otros personajes que merodean el sitio son los mototaxistas. Hay una fila de motos frente al Seguro Social soportando el guamazo de agua que está cayendo, y toda sombra que se mueve de inmediato recibe el anuncio: ¡Mototaxi! La noche se presenta difícil para esta gente que ni los sábados pueden darse el lujo de encontrarse tranquilos en sus casas, con sus familias. Casualmente me encuentro con Nelson, quien trabaja de día en el Seguro Social y de noche es avance con un taxi.
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Ya nos está cogiendo allí la medianoche. Nuestra amiga está recibiendo suero junto con un calmante. Seguimos atentos. Yo me pongo a hablar con Nelson y con un motorizado que a todo el que pasa le dice: ¡Mototaxi! Ambos no dejan de mirar sus celulares. El motorizado dice que acaba de ocurrir un terremoto en México y nos muestra imágenes de unos edificios que se tambalean feamente (resultaría un FAKE de los fulanos tiktokeros). Vemos las terroríficas imágenes y quedamos asombrados. Yo sí quedé dudoso de que pudiera ser cierto, aunque al mismo tiempo consideraba: pero no puede ser, pues estos motorizados son muy pilas.
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Veo venir a mi esposa muy indignada porque la médico que recibió a nuestra amiga lleva dos horas desaparecida y las enfermeras ahora no saben qué hacer con la paciente. Yo había visto salir a ésta médico con dos enfermeras, cogieron hacia las oscuras callejas que van hacia La panadería Los Carvallos. Nelson me dice que a lo mejor fueron a comerse unos perros calientes. Nelson me dice que mi esposa no debería alterarse porque todo en estas instituciones está trabajando a menos de un cuarto de máquina.
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Nelson pregunta por un hijo mío que trabajó con él hace unos siete años. Nelson anda quejoso con lo que está pasando en el Seguro Social, y dice que mucho mejor está funcionando el Hospital Universitario. Agrega que los médicos, en las atenciones al público de cada día, no reciben sino a cinco pacientes en sus consultas cuando deberían atender a quince, por lo menos. Que el resto de los enfermos que acuden por atención, tienen que irse, errabundos, a ver quién los trata, muchos terminan yendo donde algún brujo. Que muchos de estos médicos son prepotentes y que en definitiva terminan haciendo lo que les da la gana. No hay ley, no hay autoridad que los meta por el carril en estos momentos.
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Salen tres enfermeras y dos jóvenes de mantenimiento a fumarse unos cigarrillos. Lo hacen con placer infinito.
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Observo que cada vez que llega algún enfermo, al poco rato, en medio del pavoroso aguacero, tiene que salir el familiar del recién ingresado a buscar las medicinas en una farmacia que está en las Residencias El Rodeo. Sigo conversando con el motototaxista que hoy no consigue pasajeros. Me dice que él se quedará trabajando en el SS como hasta las dos de la madrugada. Tuerce nuestra conversación hacia los que en este momento están cogiendo por el Darién para llegar al fulano Sueño Dorado. Me dice que él está pensando en irse pero que tiene un hijo y su mujer está severamente renuente a coger por ese camino. Calculo que este motorizado tiene unos cincuenta años, de mediana estatura, y aunque se ve pasado de peso, se le nota ágil y fuerte. Le digo que es una aventura loca coger por ese Darién y me contesta de inmediato que eso está muy organizado en este momento, con puntos de descanso y de comida cada seis u ocho horas de camino.
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El motorizado, quien en su hablar es determinante y seguro, me refiere que en este momento existe un procedimiento muy expedito para llegar a Estados Unidos y que es entrando por avioneta. Que así, como meten la droga en el imperio, así también están metiendo ahora burda de migrantes. Que sólo cuesta diez mil dólares lograrlo. Le contesto que eso es mucho dinero, que de dónde puede alguien conseguir tamaña bola de billete, y de inmediato responde que vendiendo un carro, una moto, tarantines de perros calientes. Que es una aventura muy rentable. Que a la vuelta de un año ese migrante puede recobrar con creces esos diez mil dólares, sacando cien mil. Lo dijo con profundo convencimiento.
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Comenzaba a escampar, vi a lo lejos que venía mi esposa con nuestra enfermita, ya recuperada. Ahora teníamos que buscar una farmacia para comprar todos los medicamentos que requería nuestra amiga. Colorín colorado este es un cuento mil veces contado…
Conversaciones de almas trashumantes, bajo un guamazo de agua merideño…
Por: José Sant Roz
Domingo, 03/09/2023 12:54 PM