"Las ideologías son un ‘conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época, de un movimiento cultural, religioso o político’. Así es como comúnmente la tomamos. Pero lo cierto es que las ideologías tienen un calado mucho mayor en nuestra capacidad para interpretar la realidad que al menos desde Marx es objeto de reflexión. Hoy podemos intuir que, siendo inevitablemente necesarias, las ideologías nos retienen en ciertos niveles de estupidez que todos compartimos".
Fin de la cita.
Estoy observando en la actual actividad política desviaciones extremistas, y de radicalismos, en si no son manifestaciones de sectores políticos de la ultra, de derecha e izquierda, ya sea en su versión fascista o populista. Pero esta vez es la ultra de la ignorancia, la estupidez política, y la corrupción política delincuencial alacrán, que también existe, y esto de continuar puede dañar a la democracia de modo similar que el populismo donde se: "reemplaza el diálogo por la falsedad estética de la moderación". Así caracterizo a los distintos "ignorantes políticos ultras" del espectro político venezolano. Este chiripero de candidatos, y partiduchos confrontan a la democracia, con sus propios demonios, y nos hace reflexionar sobre los límites de participación en las discusiones públicas.
Las discusiones hoy en la política, están llenas de epítetos como: "radical", "extremista", "comunista" "corrupto". Son lanzados la mayoría de ellos por las redes sociales como insultos, sin mucho recato en su contenido. En algunos casos, sobre todo el término "radical", con una idiota ambigüedad.
La falta de contenido detrás de estos términos, se ha hecho más patente a medida que el debate político se ha llenado de advertencias sobre la amenaza a la democracia por parte de grupos políticos populistas y totalitarios, sobre todo en los que se dicen ser *dirigentes de izquierda, y derecha, sin saber que es eso*. La vaguedad en los conceptos, además, le ha permitido a una diversidad de politiqueros ramplones, como el "cómico, y el filosofo" presentarse como remedio para la próxima campaña electoral presidencial.
Pero la discusión sobre la tensión que esta generando en la sociedad venezolana estos extremos delincuenciales del espectro político no es nuevo. Si bien, como todo concepto relevante, hay disputas significativas, existen algunos lineamientos generales que pueden servir para discutir sobre los extremos hacia la campaña presidencial del 2024.
La estupidez ideológica genera presión sobre los engranajes de la democracia porque la confronta con sus propios demonios. Cuándo un discurso es considerado repugnante, y llega al nivel de inaceptable en la opinión publica nacional e internacional ¿Cómo puede convivir un buen gobierno de una supuesta mayoría, con el resguardo de las minorías, y las limitaciones del Estado de derecho?
La degradación del debate democrático se puede disfrazar de solución. La política de oídos sordos, y no desentenderse de la emergencia de estas lacras. Y seguir haciendo politiquería ramplona, es un camino peligroso.
Lenin escribió sobre: "La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo". En esa obra Lenin criticó a los partidos de izquierda en Inglaterra por negarse a establecer acuerdos y llegar a compromisos, sobre todo con el partido Laborista. Dos cosas fueron medulares en esta definición, llegando a permear los posteriores debates sobre los ultrosos en democracia. Ya que la ultraizquierda no es: "lo que está más a la izquierda". La ultraizquierda es considerada como una estrategia particular frente al contexto político en que se ubica. Cuando esta estrategia se caracteriza por la forma patológica de enfrentar la política, moralizante y sin sentido racional. Fue lo que Max Weber desde otra posición intelectual, la llamó la "política del fin último", en la que ceder o transar cualquier aspecto se percibe como un acto deleznable.
Una manera de reconocer los discursos de la ultra ignorante en todo el espectro político, incluida la que se esconde tras apelaciones vacías al diálogo o a la moderación, es la ausencia de la duda. El discurso de los estúpidos ideológicos siempre encontrará una explicación para desdeñar al adversario, reducirlo a un enemigo a quien destruir, ya sea atribuyéndole maldad, bestialidad o simplemente estupidez. Vale la pena remarcar que esta tentación incluye al político moderado. Este, al menos hasta ahora, no se ha visto confrontado con un dilema electoral similar al de izquierdas o derechas, que lo haya llevado a demarcar una frontera con la estupidez ideológica. A veces los discursos anti-populistas se parecen sorprendentemente mucho a los populistas en su visión maniquea y moralizante de la política.
Allí donde un proyecto político es capaz de conjugar una visión y un ideal intrincable, más allá del cinismo administrativo, junto con reconocer su limitación y la posibilidad de construir con el que defiende un proyecto distinto, reside lo mejor del espíritu de la democracia. Allí donde no se perciba atisbo de duda, por muy disfrazado de consenso o diálogo que se presente, está la anulación del otro y, por consecuencia, del marco democrático. Como decía Camus, todo realismo necesita una dosis de moral para no volverse cinismo, pero una moral sin realismo es inhumana. Resguardar lo mejor de la democracia es, en definitiva, defender esa virtud impura de lo humano.