En el encuentro de la Red de intelectuales y Artistas de Defensa de la Humanidad, que se organizó en Caracas en 2016, tuve la oportunidad de entrevistar al filósofo Gianni Vattimo, quien murió ayer. Gianni Vattimo nació en Turín en 1936, considerado el último gran filósofo italiano, padre de la teoría "pensamiento débil". Vattimo fue armando con ideas de Friedrich Nietzsche su sistema filosófico que habla de la "descomposición surgida en el periodo posterior a Heidegger, su otro gran referente" (Lorena Pacho).
Ese año (2016) cuando lo entrevisté, vivíamos una de las etapas más escabrosas: bajo furiosos e histéricos ataques imperialistas, tentativas golpistas por parte de la derecha (con guarimbas y atentados de sicarios y paramilitares colombianos), y en medio de un decidido plan por parte de Estados Unidos de invadir por Colombia.
Pocas revoluciones en el mundo, presentaba un cuadro de asfixia como la nuestra, de peligro inminente ante los imperios de Occidente, a tres años de la muerte de nuestro máximo líder, el Comandante Chávez. Y esto le interesaba mucho al gran filósofo Gianni Vattimo, quien vino a palpar y a estudiar de cerca nuestra situación, invitado como dije por la Red de intelectuales y Artistas de Defensa de la Humanidad. En el hotel donde se alojó comenzó a ver lo que mostraba la televisión venezolana, comparando estos hechos con lo que veía en la calle, lo que hablaba con la gente común, con las informaciones que trasmitían CNN y los noticieros latinoamericanos, y sobre todo los medios españoles. La situación se mostraba harto adversa para nosotros y todo Occidente nos condenaba: la OEA nos atacaba implacablemente pidiendo sin tapujo una invasión militar. La izquierda vacilante, cobarde y miserable, a la cabeza de personajes blandengues como Pepe Mujica, se desmarcaban decididamente, producto de las presiones gringas y de la Unión Europea. (En ese tiempo, el rey Juan Carlos visitó a Pepe Mujica y éste se explayó en elogios al mayor asesino de elefantes de los últimos tiempos). Venezuela entraba en la misma tétrica soledad y aislamiento que, por ejemplo, Cuba padeció a principios de la década de los sesenta. Ante este cuadro, cuando conversaba con Gianni Vattimo, me dijo: "…me gustaría para Italia, pero una buena dictadura chavista", rematando:
– Yo, como lo he dicho muchas veces, no creo para nada en las democracias. Las democracias de tipo occidental, con elecciones, propaganda y fuerza del dinero para la propaganda, etc., etc.; es una forma, como decía Churchill, siempre mejor que ir cada día armados en las calles. Es un tipo de conflicto armado pero de clases, claramente, siempre en favor de los poderosos, de los que tienen el dinero y los medios de comunicación. Yo soy favorable de un gobierno chavista que utilice todos los instrumentos, hasta las armas obviamente, para nacionalizar los medios de comunicación para impedir que haya una disparidad en la propaganda. Yo, obviamente no soy favorable al abandono de la democracia formal, como escribió Fidel Castro una vez: por favor no abandonar el sistema democrático formal. Pero yo, ahora, francamente creo, y siempre me lo planteo, que me gustaría para Italia, pero una buena dictadura chavista.
Entonces le repliqué:
– Es decir señor Vattimo, ¿usted está inclinado por una dictadura chavista?
– Me estoy inclinando por eso. Lo digo con muchas dudas, con mucha prudencia, porque, bueno, estamos acostumbrados a la democracia formal, a las elecciones, a la propaganda. Pero tendríamos que combatir lo más fuertemente posible la manera por la cual el capital utiliza la democracia formal para engañarnos. Por ejemplo, para eso tendríamos que nacionalizar los medios de comunicación, reducir el poder de los bancos. Y sobre todo, yo creo que es necesaria una fuerte presión popular; se necesitan las dos manos, el parlamento y la calle. No hay un sistema democrático ideal. En estos momentos los sistemas democráticos existentes se tratan de corregir con presencia del pueblo, con la presión del pueblo.
Me siguió diciendo:
– Como usted ve, no tengo consejos que dar. Pero me parece que una cosa fundamental para no caer en una guerra civil con armas, es promover Unasur. Promover una internacionalización para la integración latinoamericana. Una revolución armada no sería posible por problemas de conciencia, pero el problema es que ellos, los enemigos, están más armados que nosotros. Simplemente, se trata de inventar sistemas de lucha que no nos conduzcan inmediatamente al choque armado. Todos los gobiernos burgueses compran armas sobre todo en contra de las guerrillas armadas. Los gobiernos reaccionarios necesitan armas para ir en contra de sus pueblos, y los pueblos deben inventar algo para limitar este poder.
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¿Creer que podríamos llegar a un choque con el imperio?
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De llegar a un choque sería porque se considera que Venezuela se está volviendo demasiado peligrosa para Estados Unidos, y entonces se enviarían tropas, así como si se estuviera produciendo un conflicto en la frontera con Colombia. Siempre se pueden inventar motivos. Se pueden provocar pequeños choques. Todo esto es lo que pasa en Europa. Occidente, en Libia y en Siria, están haciendo lo mismo: producen desórdenes, y luego se le exige a la ONU reprimirlos para después llegar y ocupar esos territorios.
He aquí un extracto de Lorena Pacho sobre su artículo aparecido sobre este personaje, hoy, 20 de septiembre, en el diario El País, de España:
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Gianni Vattimo (Partiendo del pensamiento de Nietzsche, Heidegger —al que en sus últimos tiempos interpretó como un pensador religioso—, y Gadamer, reinterpretó la posmodernidad como una "liberación" de la metafísica totalizadora. Vattimo, además, fue miembro del Parlamento Europeo y, como militante de izquierdas, contribuyó activamente a la política italiana y europea. También resultó clave en la divulgación de la filosofía en el país transalpino presentando programas de televisión para la televisión pública italiana, la RAI y trabajando como columnista para los diarios La Stampa y La Repubblica y para el semanario L’Espresso.
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Encumbrado como el gran filósofo del posmodernismo, su teoría del pensamiento débil, una crítica a la metafísica tradicional, concebida como réplica a la ética del catolicismo y el marxismo, despertó filias y fobias en los años ochenta y noventa del siglo pasado. "El pensamiento débil es una anarquía no sangrante. Es demasiado débil para organizar atentados. Se trata de propiciar áreas de libertad para los sujetos débiles, de emancipar al hombre.
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El pensador marcó la escena filosófica del siglo XX con varias obras importantes. En El fin de la modernidad, publicado en 1985, examina la superación de la racionalidad moderna y la aparición de la posmodernidad. En Más allá de la interpretación, de 1995 profundiza en la idea del pensamiento débil y se focaliza en el papel central de la interpretación en la filosofía contemporánea. En su obra están muy presentes temas como la religión y la fe, como en Creer que se cree, donde propone un "cristianismo débil" para la era posmoderna. En Después del cristianismo, por ejemplo, ahonda en la relación entre posmodernidad y religión, y analiza las transformaciones de la fe en el contexto actual. Le encantaba repetir la frase "la religión es un empujón para luchar contra la injusticia".
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En su pensamiento también está muy presente la idea del camino hacia la muerte y la vida. "Si me da a elegir ahora preferiría morirme: sería una forma de cerrar esto. No tengo miedo del más allá, sino del morir [hace un gesto como simulando una parálisis]. Me siento muy naturalizado, soy alguien que en cierto momento cesa", señaló en su casa de Turín, de la que apenas salía en sus últimos años, antes de recibir en Madrid la medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes. Revelaba también que esperaba la muerte "moderadamente". "Morir me sabe mal por el gato y por algún amigo. Pero no tengo una gran imagen de la muerte. A veces escribo en las necrológicas de mis amigos: ‘En la débil esperanza de un nuevo tiempo…’. Pero, vete a saber, lo que me parece más creíble es que permanezcan las obras leídas. Encontraré a Kant... Y espero no acabar en el infierno. Eso sí sería un problema: imagine a un padre eterno divirtiéndose al verme arder en las llamas", confesó.
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Vattimo no deja herederos de ningún tipo ni reconoce a ningún filósofo relevante en el panorama actual. Su ingente archivo, de hecho, ha terminado en Barcelona porque, como contó en su día, en Italia nadie se lo pidió.