Tengo unos cuantos meses pensando cuánto de verdad existía en el discurso concurrente durante la pandemia Covid_19 sobre las expectativas de un nuevo despertar del humanismo, una vez fuese controlado el criminal virus cuya natalidad sigue siendo un enigma. Entre mis amistades académicas tuvimos brillantes discusiones sobre lo que sería la vida en el planeta después de ese acumulado de muertes por cusas de la pandemia, sin que las otras muertes, por motivo del hambre y de la desigualdad de acceso a la salud, se detuvieran. No solamente analizamos este fenómeno en nuestros grupos de trabajo, sino que escuchamos seminarios en las redes sociales, de mucha profundidad teórica, sobre el modelo de sociedad imperante, montado en una plataforma de tecnologías muy agresivas para el medio ambiente y una profusa información manipulada contraria a la salud mental de los usuarios de las redes sociales, con mayor efecto en la población juvenil e infantil del mundo.
La principal conclusión de los eventos sobre el tema fue que el mundo sería diferente una vez se controlara el mortal virus. Muchos de los avales para apoyar este supuesto fue el despertar de la naturaleza en lugares sometidos en el pasado cercano, otrora deshabitado de especies animales, que comenzaron a poblarse de aves, reptiles y mamíferos menores. También se incrementó la solidaridad vecinal, familiar, y más allá, en el ambiente internacional, se tendieron puentes para ayudar a paliar la pandemia. La caída de las economías en América Latina fue asumida como consecuencia de un modelo equivocado de desarrollo, sin embargo algunos países siguieron cabalgando en un esfuerzo por sostener la agricultura e inclusive exportar alimentos. La pobreza se incrementó en América Latina y se hizo visible en las urbes donde los cierres comerciales e industriales, pusieron en la calle a un elevado número de personas. No dudo que muchos supuestos sobre un nuevo modelo de sociedad fueron construidos en la sensible mente de humanistas que confundieron la naturaleza humana intrínseca a seres morales y éticos, capaces de superar las diferencias nacidas de lo fútil de las ambiciones, aspiraciones de poder y demás alquimias que son las responsables de la desigualdad y la pobreza. Pero, la realidad regresó, la condición humana después de la pandemia reapareció los odios, guerras, hambre, invasiones, asesinatos en masa, exclusión política, y demás demostraciones que seguimos siendo el mismo miasma, la misma calaña.
¿Cómo entender los análisis post pandemia sobre la compleja realidad del mundo que vivimos? ¿De dónde partiremos para comprender este caos que se mete en los tuétanos del alma? ¿Con que excusa romperemos la declaratoria de un mundo diferente y mejor? ¿Cuándo cerrará el telón de este capítulo de guerra y desolación?
Nada ha cambiado, salvo para ser peores... la cuerda está tensa y la amenaza de una guerra ampliada podría tener efectos devastadores de magnitud imprevisible.