El periodista Juancho Marcano salió temprano hacia el conuco, pero no se llevó a su perro Pipo, pues de ahí iba a visitar a su amigo Lencho, que le había dicho que fuera por su sembradío y conversar un rato. Y así lo hizo el reportero, pasó dándole una vuelta a su siembra y vio que aún la tierra no se ha mojado del todo con las débiles lluvias que han caído, pero que las plantas lucen con el traje alegre, esperando diciembre, donde los aguaceros son como el niño Jesús que les trae sus regalos a través de las caricias refrescantes del agua que el cielo reparte.
De su conuco el periodista se dirigió al terreno de su amigo Lencho, y éste con las pocas lluvias que ha caído había sembrado unos cuantos granos de maíz y ya el malojito había brotado a la vida como sonriendo y con la esperanza de llegar a crecer y darle frutos a su amo. Allí conversaron un buen rato y sobre todo de como los aguaceros no han querido caer con fuerza para mojar la tierra para que la gente siembre y que las matas de maíz tengan ánimo para crecer, espigar y dar mazorcas.
Después de la mencionada visita, Juancho Marcano tomó rumbo a su casa y se encontró con la alegría de los vecinos, porque el perro Yey que se había perdido la semana pasada, había regresado y de verdad que se alegró bastante y los citados vecinos le contaron por donde había andado el peludo, y todo por el amor de una perrita en celos.
Al llegar a la puerta de la casa, lo recibió, como siempre, Pipo, a quien después de saludarlo y contarle como le había ido, le señaló que Yey había regresado y le contó que solo se trató de un largo enamoramiento que tuvo y en donde tenía esos amoríos también le daban comida. "Con razón, tardó tanto, pues aparte que tenía placer, le daban de comer, si no, hubiese regresado antes", dijo el can y agregó: "Sabes, Juancho, que hoy estuvo una señora aquí amiga de la señora María y se pusieron a conversar sobre la sabiduría, sobre la cual decían que era muy importante saber, es decir tener conocimientos para enfrentar la vida. Pero cuando agotaron el tema, concluyeron que la verdadera sabiduría estaba, ¿tú sabes dónde? En reconocer nuestra propia ignorancia. ¿Qué te parece?"
- De acuerdo, y eso lo dijo el filósofo Sócrates, manifestó Juancho e invitó a su perro a almorzar, porque ya era a punto de mediodía.