"En el arte de la guerra, la mejor forma de defenderse es estar siempre alerta y atacando".
Fin de la cita. S
un Tzu.
En la política como en el ajedrez, el objetivo de los adversarios es darle mate al rey (líder político y militar) y esto puede suceder en cualquier fase de la partida o lucha política: en la apertura, medio juego o en el final.
La mejor defensa de un político o candidato ante los ataques sistemáticos para destruirlo es su protección activa.
El ataque baboso a las opiniones con argumentos, en el chiquero de la politiquería, es consustancial y una obviedad. Cuando los escuderos del odio, el servilismo, y la envidia, donde los más mediocres, creen incluso que ésa es la única manera de ser y estar en la palestra jalando bolas, arrastrándose, y confundiendo la política activa con jugar al ataque descalificador. En estos casos la contraparte en el ataque es la defensa, con una ofensa inteligente, para que la opinión publica pendiente de los debates saque sus conclusiones, y se imponga la real matriz de opinión. Defenderse de las arremetidas de los adversarios no es un postre de buen gusto, pero como en el arte del juego de ajedrez, todo político que ignore el arte de la defensa puede considerarse un jugador incompleto en el tablero de la política. Lo más valioso que tiene un político es su imagen y su dignidad, si la pierde, lo pierde todo, de ahí que tan importante es el ataque como la defensa, ante los babosos politiqueros.
Todos los políticos en la palestra pública, siempre van a ser blancos de ataques y descalificaciones. Si arruga sabiendo esto, y decide continuar en la batalla política, lo más inteligente es evitar por todos los medios a que los adversarios le marquen la pauta, caso contrario estará liquidado. Para esto han de tomarse tácticas oportunas que lo inmunicen, evitando al mismo tiempo el desmoronamiento por sus errores del partido donde milita, y moviendo estratégicamente las piezas necesarias para sostener su defensa. Se trata, en definitiva, de contar con una estructura fuerte que permita resistir las embestidas del adversario, y luego contraatacar.
Siguiendo el modelo ajedrecístico, el rey-líder- político, debe estar protegido en los primeros pases de la faena, y los peones (militantes, partido, y opinión publica, y redes sociales) son factores muy importantes en su defensa.
En política, se tiene erróneamente asumido que la defensa es esperar a que los adversarios inicien los ataques, y estar preparados en la defensiva para sostener los ataques, cuando en realidad la estrategia consiste en lograr que nunca el adversario llegue a acercarse a las líneas de seguridad. Estar mosca, y no dar tregua a los adversarios es una estrategia para protegerse en la actividad política, y se asemeja a la defensa activa que llevan a cabo los líderes del ajedrez procurando combinar estrechamente la defensa con la elaboración paulatina del contraataque inteligente.
Mejor prevenir que lamentar, ya que la descalificación "no es una cuestión de bagatelas", porque siempre provoca un daño a veces irreversible, por muy pequeño que sea. No hay que volverse loco ni perder la perspectiva porque también en esto, como casi todo en política, importa más lo que el público percibe que la realidad objetiva.
No correr riesgos innecesarios en diatribas estúpidas es una manera de minimizar los posibles efectos negativos. Si hay un obstáculo en el currículo político de un candidato que con certeza se lo van va a sacar durante la campaña, a veces es mejor matar esa culebra pronto, y despejarla del camino. Cuando se esté virtualmente seguro de que los adversarios lo conocen, y van a utilizarla con todos los hierros.
Al igual que el ataque, la defensa en política también hay que aprenderla. Desde el inicio el movimiento defensivo es la preparación. Partiendo siempre de la base de que el adversario carece de escrúpulos y los ataques serán inevitables, donde no hay que darle argumentos a los contrarios, además de imaginar previsibles escenarios y preparar las respuestas. En esta fase es conveniente la monitorización del contrario para evitar sorpresas irreparables.
El repeler defensivo debe tener un diagnóstico rápido y preciso del ataque atendiendo a los daños, el alcance, así como el prestigio y la credibilidad del atacante si es un político señalado de estar incurso en graves actos de corrupción.
Hay que estar mosca ante la duda existencial: de ¿contestar o no contestar? Evitando siempre los dos errores más comunes en este arte de la guerra política, que son guardar silencio siempre o no responder nunca. Teniendo en cuenta que cuando mas grave sea la acusación, y mayor el alcance destructivo y el daño en la mente del elector, más necesario se hace dar una respuesta bien argumentada, y demoledora.
El movimiento defensivo debe ser mortal, en la estrategia llevada a cabo en caso de responder a las matrices negativas, y que se limita a unas mínimas opciones: eliminar de cuajo la responsabilidad negativa del candidato de lo que falsamente se le acusa, demoler la negatividad misma del infame acto, evitando así el castigo que pueda recibir por parte del público elector.
Nunca hay que obviar las razones para defenderse políticamente de la calumnia: y así evitar perder votos y el contrincante de mayor peso le gane. En líneas generales, una respuesta indebida a un ataque cagalitroso de baja ralea significa implícitamente el reconocimiento de que la agresión ha impactado en la línea de flotación del candidato arriba en las encuestas, y abre la puerta a embestidas en la misma línea. Sin embargo, si el ataque ha hecho diana, hay que responder de alguna manera, con un líder de imagen impecable, y con pegada política, capaz de expresar indignación y rechazo ante la agresión de baja estofa.
Los ataques a los adversarios, nunca hay que hacerlo pensando en el atacante descalificador, sino en su público y lectores objetivos. Los contraataques políticos deben contener: "Brevedad, sencillez, respuestas simples y fáciles de comprender y evitar falsos argumentos, u declaraciones que puedan dar lugar a réplicas falaces, son también buenas prácticas a utilizar, sin retoricas, y que deben ser bien duras en el arte de la defensa.
El ataque descalificador es inevitable en el contexto político actual, está en la naturaleza humana, siendo el pan nuestro de cada día. Donde la Invencibilidad es una cuestión en la defensa, para preservar incólume el liderazgo.