Las formas de lucha, legal o ilegal. Violenta o pacífica. Lo moral y lo inmoral. Las inhabilitaciones

Lunes, 29/01/2024 08:31 PM

Una vez leí unas declaraciones del Dr. Edgar Sanabria, quien fue Secretario de la Junta de Gobierno que presidió el Contralmirante Larrazábal, acerca del ejercicio del derecho. Es bueno recordar que, el personaje al cual aludo, fue durante muchos años profesor de Derecho Romano de la Escuela de Derecho de la UCV.

Contó el Dr. Sanabria que sola una vez en su vida de abogado acudió a un tribunal a dilucidar un asunto. Su experiencia de ese caso lo hizo sentirse asqueado y dispuesto a no volver más a esas actividades. Narró que mientras él apelaba a las nociones del derecho y los fundamentos de la Ley, su oponente, quien había sido alumno suyo y de los muy malos, llegaba secretamente a tratos con el juez, por lo que pagaba buenas cantidades de dinero. Dada la sentencia en contra de su defendido y sabiendo aquello sin fundamento, optó por no volver a ejercer, asqueado de aquello y se refugió en la docencia.

Los abogados en ejercicio, pese digan lo que se les ocurra para darle justificación moral a sus actos, tienen como finalidad defender a sus clientes, pese estos no tengan la razón y es más, aunque hayan cometido los más aberrantes delitos. Según la ley misma, todo individuo tiene derecho a la defensa y los abogados el "deber" de defenderlos. Y esto implica, casi siempre, intentar desmontar o desvirtuar la verdad con tal de "defender" a su cliente, lo que implica negar o justificar el delito cometido.

Según Carl Von Clausewitz, "la guerra es la continuación de la política por otros medios". Según eso las formas de lucha en la política son diversas y particularmente pacíficas o violentas. Y al mismo tiempo o quizás por eso, legales o ilegales. Pero aparte de lo legal o ilegal, pudieran ser pertinentes, valederas, acertadas o no. Pudieran estar hasta justificadas, dada la actitud del contrario, pero pudieron no ser acertadas. Y quien las asume debe coherente como responsabilizarse y hasta pagar, en caso que infrinja alguna ley, por sus actos.

Bolívar y los guerreros patriotas todos, asumieron la violencia por la independencia dada que no había otra opción y a ello entregaron sus vidas. Bolívar llegó hasta promulgar un "Decreto de Guerra a muerte" y eso tuvo implicaciones de lado y lado.

Dos días atrás, asistí a una reunión donde me invitaron para que disertase sobre el 23 de enero y de eso hablé exclusivamente, pese la reunión tenía otros fines de los cuales no sabía detalles. Lo interesante es que allí, escuché a un joven dirigente sindical juzgar como un descomunal error la lucha armada venezolana de las décadas 60 y 70 del siglo pasado. Y eso me llamó sobremanera la atención, dado que yo, quien he venido haciéndolo públicamente, en forma oral y escrita casi sistemáticamente, escasa vez hallo respaldo. Al contrario, más abundan quienes me contradicen y aquello defienden. Es digno tomar en cuenta que, hasta la gente del MAS, que se fue del PCV, liderada por Teodoro Petkok, a esta altura de la historia, no se ha manifestado ante aquella opción que, de manera muy destacada, contó con la participación y dirigencia del personaje antes nombrado.

Los derrotados, sobre todo quienes fungieron de dirigentes y suelen marcar la pauta, son poco dados a reconocer sus errores y admitir sus responsabilidades. Eso tiene la finalidad de mantener inalterable su fama, hasta rango de héroe, el respaldo de sus seguidores y la fama o prestigio en general. Perder el prestigio y fama de dirigente y como tal "claros e infalibles" y nunca cometedores de disparates que pudieran llegar a tener graves consecuencias, es muy riesgoso y hasta destructivo.

Ahora mismo, acabo de revisar un trabajo sobre la batalla de Coplé, dada durante la guerra federal entre el ejército comandado por el General León Febres Cordero, del liberalismo o paecismo y el del General Juan Crisóstomo Falcón del federalismo, donde este último sufrió una vergonzosa derrota, teniendo mejores y superiores fuerzas, por su incapacidad como militar y lejos de reconocer lo debido, optó por culpar al General Sotillo, comandante de la caballería oriental, con más de 3000 hombres, a quien Falcón le hizo imposible combatir dado se dejó llevar por Febres Cordero a un espacio cenagosa, donde el cuerpo de caballería, su mayor fortaleza, no podía acceder y menos combatir.

Es decir, Falcón no reconoció su responsabilidad, torpeza y culpa, nunca, a lo largo de su vida.

Quienes comandaron las luchas guerrilleras en Venezuela, pese al descomunal error que eso significó por muchas razones, jamás han hecho una revisión de aquello, menos admitido cuánto se equivocaron y de lo que fueron responsables. Pues eso hubiera sido reconocer, no sólo la derrota, sino la simpleza de haber metido al movimiento popular o por lo menos a su gente en aquel disparate. Para los del MAS, por ejemplo, los más conservadores y comedidos de aquella izquierda, tendrían que reconocer que Pompeyo y Teodoro la pusieron por demás.

Pero si bien es verdad lo que antes he dicho, también es cierto que la gente del MAS que promovió la lucha armada, como los dos personajes antes nombrados, la del MIR y hasta individualidades como Américo Martín, mi compañero y hermano, tanto como Moisés Moleiro y Simón Sáez, nunca negaron haber estado metidos en aquello. Simplemente se acogieron a la pacificación y asumieron otra forma, la legal. Se convencieron que habían metido la pata.

Es distinta la conducta de quienes desde el año 1999, optaron por salidas políticas ilegales, como el golpe de Estado, las persistentes guarimbas, que no fueron simples protestas pacíficas, pues estuvieron llenas de violencia y crueldades, similares y hasta peores a aquello del Tren del Encanto de los años 60, de lo que la dirigencia de la llamada "guerra de liberación" asumió la responsabilidad; en estas guarimbas se llegó al extremo de quemar gente viva y hasta degollamientos de motorizados; intentos del golpe de Estado publicitados y al extremo de contratar e iniciar una invasión de fuerzas extranjeras.

Y es distinta la conducta y la moralidad entre ambas dirigencias, puesto que los guerrilleros de los años 60 y 70 del siglo pasado, pese no hayan hecho una revisión, autocrítica y reconocido el descomunal error que cometieron, sin embargo hicieron algo que los enaltece, nunca han negado que en ello participaron y hasta muchos de ellos, aún siguen dándole aquello una pertinencia que nunca tuvo. E hicieron de los guerrilleros fracasados y responsables de infinidad de derrotas y una enorme división y dispersión de la izquierda y separación de esta del movimiento popular, héroes y hasta casi dioses.

Pero quienes desde 1999 se enfrentaron al gobierno con violencia y en general mediante procederes ilegales, no es que no reconozcan la derrota, sino que niegan haber estado metidos hasta el cuello en la promoción y ejecución de toda aquella serie de disparates, hasta llegar a la presidencia interina. No les basta saber que todo aquello ocurrió ante la mirada de las multitudes, las que les apoyaron creyendo era esa la "salida" pertinente, la que les llevaría a alcanzar sus sueños y del mundo entero.

Las opciones ilegales, dentro del derecho, son objeto de sanciones, bajo el Estado que sea. Eso no niega ni impide haya quienes opten por ellas, dado que moralmente consideran valedero su proceder, particularmente si creen que eso se hace en nombre, por la justicia y la verdad verdadera. Y esto tiene un mérito, el que le reconozco a quienes asumieron la lucha armada en los tiempos del puntofijismo, admitir públicamente que estaban en una guerra ilegal, desconociendo el "Estado de derecho burgués", lo que implicó admitir el derecho del adversario a defenderse, más amparado en una constitución derivado de un acto electoral.

Enfrentarse a Chávez y Maduro o a quien sea el presidente, bajo la forma de lucha que consideren pertinente es, moralmente, un derecho de quien eso asuma. Eso lo determina su conciencia. Y en eso, los luchadores de la independencia y los de las década del 60 al 70 del siglo pasado en Venezuela por la idea soñada del socialismo fueron coherentes, sabían que violaban la ley y estaban conscientes de los riesgos, no negaron nunca sus actos y hasta los asumieron con hidalguía. Lo inaceptable es hacerlo y al mismo tiempo negar haberlo hecho o darle carácter de hecho no punible, pese haya sido un proceder por demás público.

De los inhabilitados, que son pocos en comparación con quienes en todo aquello promovieron y participaron, no sólo se niegan a reconocer que todos aquellos disparates les condujeron a la derrota, hasta en momentos que pudieron haber ganado, como le pasó a Falcón en Coplé, sino que llegan al colmo de negar haber estados metidos en todo aquello. Y en el menor de los casos, desconocen el derecho del Estado a proceder a aplicarles lo que la ley permite.

Incluso, todavía hay quienes con demasiada frecuencia hacen uso de las redes para promover violencia, ilegalidad, descalificar personas, etc. Y pese lo evidente y público de sus hechos o gestos, lo niegan e intentan escudarse en la "política". Para estos, hacer política, implica el derecho a despotricar sin límites de quienes tienen como enemigos, hasta llegar a la indecencia y el delito.

Más que una cobardía o un delito, es una inmoralidad asumir públicamente una forma de lucha ilegal y negarlo. Y es además, un engaño a quienes intentan insertar o incorporar a ello.

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