El viejo Jugador de dados, de mi novela "Los perdedores"

Domingo, 18/02/2024 12:58 PM

Como escribió el presentador de mi novela "Los perdedores", editada por El perro y la rana, tanto en físico como digital, se trata de "Cuatro historias narradas en paralelos sin relación entre ellas, en distintos tiempos históricos, en localidades sin definir, con personas e historias que comparten un mismo destino. Con gran habilidad y fuerza narrativa Eligio Damas sabe desarrollar y presentarnos cuatro visiones distintas de los juegos de azar y las apuestas. Desde trastornados ludópatas, profesionales estafadores de los dados hasta fieles creyentes en la lotería e ingenuos jugadores, todos condenados por la fatalidad. Ninguna historia está narrada linealmente, a través de la ruptura y el fragmento el autor nos conduce al destino inevitable de todo apostador: perderlo todo".

La publicación de esta parte o "episodio" de los tantos de mi novela , que habla de Don Carlos, uno de los varios personajes de la obra, a manera de simple presentación, pues quien la lea podrá enterarse en detalles de su actuación y todo lo que alrededor de él acontece, un experto jugador, en este caso hablo sólo de los dados, tiene el fin nada oculto de divulgar ese trabajo e interesar a la gente a leerla; sólo por el placer de saber algún día ella fue leída, aparte del que ya produce en el escritor, haberla escrito.

A quien pudiera interesarle leer esta novela, pongo el link, pues está a disponibilidad en las redes, en PDF por la editorial El perro y la rana, la cual también la editó en físico.

http://www.libreriasdelsur.gob.ve/wp-content/uploads/2022/12/Los-perdedores.-DIGITAL.pdf

Don Carlos: Los dados, ciencia y método

El viejo asumía aquello como creyente verdadero que entra al templo y hasta como científico dentro del ámbito de una investigación rigurosa. Su habitual locuacidad desaparece y se sumerge en un estado de observación del espacio todo, registra cada cosa, el tenue movimiento de la atmósfera, su densidad, la temperatura, la cantidad de humo que exhalan los allí fumadores.

Observa con detenimiento el piso y su nivel. Es capaz de detectar la más mínima inclinación y como se expresa esta en la mesa. Percibe si la inclinación de la mesa hizo más pronunciada la del piso o se equilibran. Por encima del paño que pudiera cubrirla, detecta sus irregularidades, rugosidades y contextura. Si es plástico o de tela y cada detalle que en él hubiere, para calcular, con precisión, velocidad y alcance del movimiento en el correr de los dados.

Registra detalles como, la mano con la que el lanzador toma los dados, los movimientos que con ella hace, si los pasa a la otra y en qué forma, observa y calcula el peso y tamaño de los mismos. Mide mentalmente la fuerza que el lanzador les imprime en cada lanzamiento y la distancia que estos recorren hasta detenerse.

Mide el comportamiento de la gente alrededor de la mesa mientras los dados corren. El hablar y gesticular de los allí presentes que pudieran alterar la atmósfera y, con ello, el correr de los dados. Después de hacer todo aquello y observar al menos diez lanzamientos de los dados, comienza a intervenir en las apuestas contra la mesa.

Al principio, hace apuestas módicas, luego comienza a subirlas y se cuida de perder más de las veces. Su estrategia es pasar desapercibido y confundirse entre los tantos que allí se encuentran y sobre todo apuestan.

Mientras los dados corren, en su intimidad detalla cada cara, como si los detuviese y luego ve al rotar con lentitud, a su voluntad, las caras que se suceden unas a otras, las del primer giro hasta los tres últimos antes de detenerse sobre la mesa y dictar la sentencia. Y va contando el número de rotaciones que dan los dados hasta el final. Vio con claridad, la disposición de las caras de los dados desde el momento de salir de las manos del lanzador y como este, de manera premeditada, los dispone en sus manos.

En los juegos de dados sólo pierde de manera planificada, para eso que, en el lenguaje coloquial llama, "cebar a la presa", dejarla que entre en confianza y le permita dar los zarpazos certeros en los momentos precisos y cuando el monto de la apuesta y la fortaleza de la casa lo hacen propicio.

Y mientras va jugando y ganando, alguien que cerca de él anda, recibe el dinero para llevarlo a casa en el momento que él mismo lo determine, antes de entrar en cansancio, descuido u opte por darle un respiro a la casa y devolverle la confianza, como suele hacerlo.

No obstante, en muchos sitios ya se le conoce. No hace trampas que se le puedan demostrar y menos echárselas en cara. Lo único que, en muchas casas hacen, es permitirle que apueste poco, como para que ella no se quede con las manos vacías o el regente opte por cerrarla. En otras, valiéndose de artimañas inteligentes y hasta graciosas, simplemente le piden y en muchos casos hasta le ruegan que no juegue, que se vaya al bar y beba todo lo que quiera por cuenta de la casa y hasta cobre una comisión por abstinencia, no de beber sino de apostar. Por eso, ahora, viaja a cualquier sitio donde sepa hay unas fiestas patronales y espacios para jugar, y ciudades donde sabe que el juego es permanente. Abundan los espacios dedicados a ellos, nadie le conoce, puede estar una semana rotándose y hasta volver tiempo después, cuando ya nadie le recuerde. Esta es la razón por la que estaba en ese pueblo, en el cual llevaba tres días apostando en cada mesa de juego que, en los distintos bares del pueblo, habían organizado con motivo de las fiestas patronales. Es decir, ya había cumplido en gran medida el trabajo de rutina que precede al gran momento.

Había ganado una cantidad discreta, para dar, en la última noche, esa noche, el golpe contundente, de manera que, al día siguiente, ya estaría muy lejos y apenas allí quedaría el recuerdo de sus pasos y aciertos contundentes en la mesa y en el pueblo todo.

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