Los pro-chinos o jugando a la geopolítica

Jueves, 22/02/2024 11:34 PM

En la década de los setenta del siglo XX, definirse "pro-chino" implicaba respaldar cosas como la "Revolución Cultural Proletaria", la "Guerra Popular Prolongada", una crítica dura al "socialimperialismo soviético" y el culto a la lucha armada derivado de aquella frase de Mao según la cual "el poder surge del cañón del fusil". También, en una versión un poco más ligera, significaba tomarse en serio "la lucha ideológica activa" contra la fuente de todos los pecados de egoísmo e individualismo, propios de la pequeña burguesía infiltrada en las filas revolucionarias. Para ello, había tres ensayitos "filosóficos" de Mao, de mucha circulación gracias a la librería "Viento del Este", titulados "Contra el liberalismo", "Sobre la contradicción" y "Acerca de la práctica". Era mucho con demasiado. Después de volverse uno moralista y abnegado como un agresivo monje inquisidor, se ponía uno a identificar a los enemigos "principales" y creer que todo se resuelve formando un peo, terminaba uno convirtiéndose en un empirista, acérrimo enemigo de los "teóricos", guiado por una metodología (presentada como una "filosofía") de lo más simplona que invitaba a conocer el sabor del pudín comiéndoselo.

Por supuesto, todo eso cambió. Muchísimo. Mao se redujo a una figura del pasado bien pasado, completamente olvidable, aunque venerado de una manera tan china que a uno, un caribeño, confunde. De hecho, después de la muerte del Gran Timonel tomaron el poder sus enemigos más acérrimos. Los mismos a quienes el "Gran Timonel" había condenado, si no a la muerte, a lo profundo de las "tumbas" de los helicoides chinos, o a cultivar arroz como el mas paupérrimo de los campesinos, como le tocó el otrora poderoso héroe de la "Gran Marcha" Deng Tsiao Ping, condenado por los Guardias Rojos por "agente de la burguesía".

De modo que la línea "pragmática" (así lo conceptualizaron las agencias gringas de noticias) de Deng Siao Ping, a la postre le ganó a los griticos histéricos de la mujer de Mao, y se profundizo hasta convertir al país en una superpotencia económica, defensora del libre mercado y la OMC, con un Estado asociado al capital transnacional y con un Partido Comunista donde los multimillonarios son una porción importante de su Comité Central. De esta manera, cambió el significado de ser "pro-chino". Hoy en día implica sostener, en un mismo párrafo, ideologemas, fragmentos de ideologías opuestas, justificando esa merengada por el éxito evidente de la que hoy es quizás la primera potencia económica del mundo.

Así: ser pro-chino hoy es, por un lado, defender los postulados del libre mercado, propios del neoliberalismo, a nivel internacional; promover las asociaciones con el capital transnacional, mediante proyectos como las Zonas Económicas Especiales, y, al mismo tiempo, ser partidario de un Estado controlador de todos los aspectos de la vida ciudadana, muy lejano del ideal de "Estado mínimo" del neoliberalismo. O sea, hay que ser neoliberal en lo económico, y totalitario (con partido único y todo) en lo político. Pero además hay otras significaciones importantes: disputarle a los Estados Unidos la primacía económica y política del mundo, promover un plan de conexión industrial-comercial (la "Ruta de la Seda") con varias decenas de Estados, ser acreedor de prestamos milmillonarios, convertirse en el centro de los BRICS.

De la revisión de esa experiencia histórica, llena de cambios dramáticos, sangrientos, combinaciones sorprendentes, tradiciones milenarias que todavía muestran su pertinencia, uno concluye que no somos ni nunca seremos chinos; así como tampoco hemos sido suizos, ni rusos, ni europeos, ni árabes, ni nada, como barruntaba Bolívar. Nunca hemos sido un imperio, como sí lo fueron los rusos, los chinos o los franceses, alemanes, incluso los italianos y belgas; por lo que no tenemos la nostalgia de un antiguo poderío. En todo caso, un cuento de heroísmo republicano, que solo tiene dos siglos de antigüedad, en contraste con los milenios chinos, las decenas de siglos rusos, árabes o europeos en general. Tampoco hemos dado nacimiento a una religión o al menos una creencia que hoy compartirían millones de personas en todas partes del planeta. Cuando buscamos antes de Bolívar y Miranda, nos conseguimos con rebeliones locales, tradiciones municipales, "cimarroneras", y, más atrás, tal vez unas civilizaciones en territorios americanos, sí, pero de las cuales apenas tenemos conocimiento. Ni hablar de aquellas civilizaciones milenarias que se han descubierto últimamente, que han desmentido el infundio de que los indígenas nuestros provienen de Asia, pero de las cuales, lamentablemente, no tenemos mayor noticia. Todavía.

Esta circunstancia de origen, hace que las perspectivas sean muy diferentes. Para los dirigentes chinos, el "corto plazo" representa entre 15 y 20 años. En cambio, nosotros nos referiríamos, cuando mucho, a la semana que viene. Un cálculo de ama de casa venezolana que espera desesperadamente un bono para completar la comida de la familia. Lo demás nuestro es ese aserto tan acertado de "como vaya viniendo, vamos viendo" de Ibsen Martínez transmutado a Eudomar Santos.

Otra dificultad para declararse pro-chino, es que los propios dirigentes chinos se cuidan de enfatizar que su modelo es solo y estrictamente chino. Por ello, vemos en los discursos de sus dirigentes referirse a las hazañas de Emperadores y héroes de guerra de hace varios miles de años. Incluso, han reivindicado a pensadores muy antiguos, como Lao Tse y Confucio, de cuya lectura solo se puede concluir en la importancia de las tradiciones, de la disciplina, la abnegación burocrática, la obediencia a las cadenas de mando piramidales y demás enseñanzas morales propias de sociedades feudales. Por lo demás, es evidente que los representantes chinos evitan presentar su trayectoria nacional como modelo para otros países, aunque es inevitable el "efecto-demostración" de ese salto que los ha convertido quizás en la primera potencia económica mundial.

Ya varios dirigentes medios del PSUV se han manifestado pro-chinos. Cuando el Gobernador "Drácula" Lacava fue a ofrecer nuestras riquezas mineras y a vender nuestros diamantes a los empresarios de China, se manifestó a favor del "modelo chino". Otros, como Rodolfo Sanz, hasta han escrito libros exponiendo lo que sería esa "nueva" civilización, tan o más antigua que la de origen greco-romana de la que participamos, quieras o no. Específicamente, el exalcalde y ex funcionario, recomienda copiar de China la acumulación de capital desde el mercado y, a la vez, desde el Estado. La combinación perfecta. Sanz también se solazaba con el hecho de que China (o, mejor, empresarios y banqueros chinos) se habían convertido en un inversionista mayor en América Latina, llegando a unos 700 mil millones de dólares los capitales chinos en nuestra región. Este agregado de argumentos a favor de China y su "modelo" puede confundirnos: ¿se está proponiendo ese modelo de asociación del Estado con el capital transnacional para "acumular capital" o se está elogiando el endeudamiento con los empresarios chinos? ¿O las dos cosas?

Hay otro asunto que señalan los "pro-chinos" que aclara más su posición: la razón geopolítica. China (y Rusia) están desplazando el poderío norteamericano, absoluto en la última década del siglo XX y hasta el primer lustro de la centuria presente. Esto se confirma con el surgimiento y fortalecimiento del grupo BRICS y los acuerdos entre varios países de comerciar entre sí utilizando sus monedas nacionales, especialmente el yuan y el rublo. Se aclara un poco más la propuesta pro-china: en lo interno, partido único asociado con capital transnacional en las Zonas Económicas Especiales; en lo externo, "libre mercado" y financiamiento chino.

Otra forma de asumir la propuesta es asumir que hay un "modelo chino" que se puede calcar aquí. Eso, amigo lector, me parece imposible. Ya hicimos una muy breve comparación entre la civilización China y la "cultura" de Venezuela. Pero, además, hay que pararse a considerar las diferentes historias, el hecho de haber sido una república bochinchera desde el principio de hace apenas 200 años, nuestra cultura que todavía habla español y le reza a Jesucristo (como decía el nica Rubén Darío refiriéndose a todos los países del sur del Río Bravo). Tenemos todo un siglo siendo rentista, incluso cuando ya habíamos consumido toda la renta. Daría vergüenza comparar, por ejemplo, el PCCh y el PSUV, aquel forjado en una larga historia llena de cambios profundos, y este, simple aparato electoral, burocracia piramidal, sin legado intelectual importante.

Insistimos en preguntarnos: ¿Qué pueden entender Maduro y Lacava del modelo chino? ¿La participación del capital transnacional? Es imposible industrializar con la destrucción de nuestras universidades, con la visión extractivista, con la corrupción, el secreto, la improvisación…

En todo caso entienden que para mantenerse en el poder, necesitan padrinos que, por conveniencia geopolítica, le den una "ayudita". A cambio, ofrecen los recursos que tenemos por montones. No se trata de una comprensión de la historia china y el aprovechamiento de sus experiencias. Para nada. Es una conveniencia de unos tipos que han demostrado ser muy astutos, pero nada capaces de gobernar un país.

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