El tercer momento lo que debió ser no fue

Sábado, 24/02/2024 12:46 PM

"En Venezuela los que nacen para ser presidentes se vuelven locos, y los locos llegan a ser presidentes". Gumersindo Rodríguez.

Aunque el padecimiento de Diógenes Escalante al parecer no está directamente relacionado con esa enfermedad, sin duda cabría analizarla en la historia clínica, es interesante. La enfermedad de Diógenes, es un trastorno del comportamiento que se caracteriza por el aislamiento social, el descuido extremo de la higiene personal, o la acumulación compulsiva de objetos, incluso de basura.

Cuando me enteré de aquello que le había ocurrido a Diógenes Escalante Ugarte, siendo yo un niño, me conmovió y me pareció algo retorcido, pues sabía por mi historia familiar que lo que pasaba entonces era producto de cómo se batía el cobre y donde las cosas no estaban del todo bien con la realidad que se vivía. Por la actividad con la que mi padre ganaba el sustento, me permitía viajar por gran parte del país, viendo y sintiendo en carne propia los rigores de la existencia de la mayoría de la gente común, de la pobreza en los campos del país, y de lo que había sufrido Europa, de donde procedían mis progenitores, durante las dos guerras devastadoras que arrastraron al mundo en tales conflagraciones, con la cantidad de víctimas. Aquél cóctel de complejidades y lo complicado de la situación política en medio de una sociedad convulsionada, estratificada y segregada, en la cual los apetitos personales y los intereses de los grupos y sectores que eran parte de aquel entramado que dejaba poco margen de maniobra para que se dieran los cambios más sentidos y requeridos por las mayorías que comenzaban a manifestarse, impulsadas por una juventud civil y militar, que venía de los estratos medios, en una época bisagra entre dos tiempo y lugar distintos, con la misma composición entre connacionales, además de poblaciones que habían llegado desde diferentes latitudes, todos y todas con su fe y sus creencias arraigadas a finales del siglo XIX y primera mitad del XX, y algo parecido a lo que será entre finales del XX y lo que va del XXI.

Entonces se buscaba con desespero una salida institucional a la crisis terminal bajo regímenes militaristas y autocráticos, que era lo más común, los positivistas interpretaban tal realidad como las causas y consecuencias de la raza y las determinantes geográficas, naturalizando las relaciones entre los grupos sociales que debían regirse bajo las premisas de los gendarmes necesarios, lo que no había cesado desde la muerte del Libertadores y el ascenso del Taita al gobierno como el caudillo que manejará al país separada la Gran Colombia, y los ingleses dividiendo los antiguos territorios en el continente suramericano, como lo hacían en buena parte de África y Asia. Un contexto nacional e internacional donde la práctica común era la guerra y el intervencionismo por parte de las consideraciones a tenor de las pequeñas élites en cada nación, que tomaban las decisiones sin aprobación o concierto entre las masas, postradas a la vera de los caminos, bajo formas de dominación, donde millones eran las víctimas, con los consiguientes daños colaterales que afectaban la infraestructura, bajo los sistemas que se perfilaban entre derechas e izquierdas; ideologías donde se conjugan las creencias y los dogmas, y seguían disputándose en poder y el control, para la existencia y permanencia de los pocos que amasando fortunas y acaparándolas, mientras que los muchos cada vez con menos recursos, seguían siendo las bases de apoyo para hacer posible que la gran maquinaria productiva y reproductora de las grandes ganancias, posibilitaron el desarrollo y el progreso de las potencias a costa de las periferias, de donde se obtenían las materias primas, cuyas ganancias y la distribución de los ingresos, cumplían en ciclos de expansión económica, lo que previamente se había planificado pro establece como la prioridad del Nuevo Orden Mundial. Estas piezas forman parte del gran rompecabezas registradas por la historia, con balances inesperados y trágicos, puesto que son parte de los eventos que acontecen, y tienen desenlaces que imprimen con situación particular, giros que escapan a los cálculos y las estrategias, fugándose por tangentes que dan al traste los propósitos y las expectativas acordadas por los principales actores de las comedias y las tragedias anunciadas por boca de los intelectuales, en circunstancias políticas que ponen fuera de lugar y al margen de los acontecimientos lo que pudo haber sido y no fue. La vía de escape o salida urgencia y más provechosa, era la que a ojos vista se presentaba, pero hay más y mucho lo que queda analizar con minuciosidad, si lo ocurrido tuvo o no segundas y hasta terceras intenciones, pues se trata de hombres y hoy de mujeres, tomando decisiones que nos afectan a todos y a todas. Los episodios narran cómo se eligen las fichas y van aflorando lo que con el tiempo se devela, cuando la luz da de lleno sobre la verdad.

El sexagenario Diógenes Escalante, era quien por tercera vez se presentaba a una cita con la historia que debía cambiar el rumbo de los acontecimientos en la incipiente IV República, pero todo se descoyuntó en aquella maniobra que al parecer tenía todos los elementos fríamente calculados para la acción, y poner sobre los rieles del progreso a Venezuela, si en el camino no se atraviesa aquel incidente que cabalgará sobre los destinos de la nación, un accidente cerebro vascular, como lo diagnosticarían hoy, se exteriorizó en la personalidad del nominado, y de súbito entre los agites de las actividades pautadas para acordar los últimos toques para dar inicio a la fugaz campaña electoral para el año 46, perdiendo el personaje la razón de su estado, y el estado del juicio para con la historia y su desenlace fatal. A continuación, el rebullicio y las acciones pertinentes, entre chequeos, pruebas y resultados, no dejaron duda alguna el diagnóstico de los galenos que lo habían evaluado, certificaron el toque demencial. El tiempo apremiaba y era urgente tomar decisiones al respecto, buscando al sustituto para completar lo pautado, y de nuevo los argumentos de peso pendían como la espada de Damocles sobre la estabilidad del régimen, a quien solo le quedaban días, para caer bajo un grupo de militares y civiles insurrectos, descontentos con la situación nacional y las relaciones internacionales, que no eran poca cosa, se trataba de cumplir con las exigencias del gobierno de Truman, que debió influir en la escogencia de su amigo el diplomático destacado en Washington, un experimentado político, que se había ganado ese privilegio, siendo garantía y cifrar las esperanzas de abrir un cauce a las elecciones con la escogencia de un civil por vía pacífica. Elogiado por una larga trayectoria y los servicios prestados a la nación, con méritos suficientes para ser un mejor presidente, era un total desconocido para las grandes mayorías, que depauperadas y ausentes de los vaivenes de las incógnitas en asuntos de maquinación política, y la tamaña responsabilidad que le endosaron sus amigos y enemigos, para ser el conductor de la nación, en aquel proceso que apostaba al cambio, al desarrollo, y a una paz verdadera.

Entre acuerdos y competencias, el viaje y las reuniones protocolares, recién llegado a Caracas, y mientras aguardaban en Miraflores la presencia de Escalante a la convocatoria cursado por el presidente Median con el gabinete en pleno. Y cuando todo parecía estar a punto de las reuniones finales que darían el visto bueno para el arranque de la corta campaña, un evento sobrevenido y extraordinario cayó como una centella, impactando sobre aquellos planes, y una inesperada enfermedad, daba al traste con la situación, poniendo de cabeza lo planificado. Aquello no podía ser obra de la casualidad, en política no existen, y por tratarse de decisión de alta monta, y que involucraron a tantos hombres y responsabilidades, no podía haber pendientes, y sobre la marcha todos debieron correr. Los edecanes con sus órdenes, el gabinete en pleno girando instrucciones, los equipos de ministros y directores corrigiendo los daños colaterales, y un presidente que en medio de tanto barullo debía tomar decisiones urgentes para evitar lo inevitable. Como militar intuía bajo presión, que los opositores y el pueblo movilizado en la calle, era suficientes disuasores para las medidas extremas que estaba llamado a tomar; pero en aquellas circunstancias del espectro político, y una nación que pedía a gritos más democracia y libertades, terminaron de servirle en bandeja a los complotados, la salida de fuerza acostumbrada entre las viejas y nuevas generaciones de militares. La vacante dejada por Diógenes se trató de que fuera ocupada por Ángel Biaggini, pero no tuvo aceptación entre los sectores opositores al gobierno ni de la sociedad, y al mes siguiente a la partida de Escalante cae Median el 18 de octubre de 1945. Continuará.

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